Tu mano en mi pecho habla

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Al caer la tarde, Mio salió de la casa rumbo al campamento de soldados. En todo el día no tuve el valor de hablar con ella, tenía muchas ganas de decirle mi idea de mejorar su trabajo, pero cada vez que me acercaba a ella, mi mente recordaba la escena que me apretó el corazón. Me propuse decirle cuando regresara, pero aun así tenía ganas de decirle que no fuera. La seguí hasta las escaleras y la vi conversando con Dororo.

-No me avergüenzo de mi trabajo. Es para sobrevivir. Pero entiendo si quieres mantener tu distancia. No es un buen trabajo. –el pequeño negó. –Pero me sorprende cómo un niño de tu edad entendió cuál era mi trabajo.

-Viajé mucho con mi mamá. –dijo él cabizbajo. –Y ese es el único trabajo que mamá no hizo sin importar cuánta hambre tuviéramos.

-Ya veo. –sonrió ella, yo pensaba que ese también había sido mi límite. –Qué admirable mamá.

-Pero mamá… -noté que él apretó sus puños. –Así es como ella murió… -con esas palabras recordé que nunca Dororo había querido hablarnos de su pasado, pues, al parecer era muy triste.

–Mamá fue admirable, pero tú también lo eres por seguir viva. –las lágrimas brotaron, no solo de los ojos del niño, también de los míos. -¡Lo eres, maldita sea! Vas a recuperar lo que la guerra te quitó, ¿cierto? ¡Entonces tómalo todo! ¡Arrozales, granjas, todo!

-Sí, gracias. –ella solo le sonrió, Dororo intentaba animarla.

Él también sonrió y subió corriendo las escaleras hasta encontrarse conmigo. Estaba muy feliz por él. Le extendí los brazos y lo abracé con cariño.

-Eres muy buen chico, Dororo. Bien hecho. –le dije orgullosa. –Ya verá como pronto todo mejorará. Mio estará contenta cuando regrese y sepa nuestra idea. Pronto podremos irnos a ese lugar.

-Sí. –dijo enérgicamente. -¿Te ayudo en la cocina?

Ambos nos dirigimos a esta y preparamos la comida.  Me esmeré lo mejor que pude para preparar una cena variada y deliciosa a pesar de la escasez de ingredientes. Dororo se quiso ofrecer a darle de comer a Hyakkimaru, al menos él lo animaría más que yo.

-Vamos, come. –el niño le puso los alimentos en la boca, distrayéndolo del tallado en madera que hacía con su espada de brazo.

-Despacio, Dororo.  –sonreí al verlo tan animado.

-Vamos, te hará más fuerte. Esta comida fue especialmente hecha por nosotros para que te recuperes.

-Sasayaki-neechan es muy buena en la cocina. –yo me sonrojé por su comentario. -¿Y qué si perdiste una pierna? Recuperaste tu voz, así que di algo.

-Dororo, dale algo de agua. –dije al ver que el muchacho se daba golpes en el pecho. –Sé que estás emocionado, pero recuerda que él está herido. No puedes precipitarte tanto.

-Lo siento. –Hyakkimaru bebió y Dororo tomó el cuenco con los ojos tristes. –Oye, Aniki… Nunca te convertirás en un monstruo, ¿verdad? –puse mi mano sobre el hombro del niño.

-Sea lo que sea, estaremos aquí para él.  –le sonreí, Hyakkimaru solo continuó con su tallado, estaba haciéndose una nueva pierna.

-Sasayaki-neechan, ¿crees que será malo?

-Creo que es bueno, solo que hay mucho que aun no conoce y no sabe cómo reaccionar a ello. –le dije a Dororo pensando en la opresión de mi pecho a la cual me estaba obligando a ignorar.

Esa noche dormí placenteramente, me había quedado cerca de Hyakkimaru para no sentirme tan triste. Al menos, seguía sin demostrar incomodidad con respecto a mi presencia al dormir y para mi lastimada alma, eso resultaba reconfortante.

A la mañana siguiente, me dediqué con él a modificar el tallado que hacía según el faltante de su pierna para que le pudiera servir de apoyo. Cada vez que él consideraba que estaba bien, yo se lo ataba a su pierna y probaba si funcionaba. Hyakkimaru modificaba cada detalle que yo le mencionaba, me sentí que estaba conectando, pero eso era solo un engaño para mí. Yo sabía que él solo quería recuperarse pronto para poder luchar.

Ya en la tarde, su pierna estaba lista. Se puso a probarla frente a los niños mientras yo recogía la ropa tendida. Vi a Mio salir para trabajar y decirle algo a Dororo. No había tenido tiempo de hablar con ella, pero no había querido despertarla, pues noté que había llegado agotada esa mañana.

-Genial. Están pegadas a tus brazos. –se sorprendió Takebo al ver las espadas de los brazos del muchacho. –Nosotros también tenemos algo especial.

Los niños nos condujeron dentro de la casa, levantaron una tabla del suelo y revelaron un grupo de katanas.

–Las encontramos en el campo de batalla. Mira. –Takebo le dio una a Hyakkimaru, este la tomó y comprobó su filo y peso.

-Deben tener cuidado con eso, Takebo, puedes lastimarte si no sabes cómo usarlas. –dije sonando ya como una madre responsable.

-Está bien, estamos acostumbrados. –lo miré con complicidad. –Vale, tendré cuidado.

-Así me gusta. Buen chico. –Takebo se sonrojó y todos nos reímos juntos, estos ratos me hacían olvidar un poco mi dolor interno.

Esa noche, también dormí cerca de Hyakkimaru, pero me desperté sintiendo movimiento. El joven se había levantado y estaba dispuesto a irse. Yo lo seguí e intenté detenerlo, pero no se paró. Bajó las escaleras, yo aun lo seguía.

-Hyakkimaru, aun no estás bien. Si vas ahora es un suicidio. No puedes luchar así. –él seguía caminando haciendo caso omiso a mis palabras.

Mi pecho punzaba fuertemente, no permitiría que el chico que había hecho nacer en mí cosas que ya consideraba pedidas, diera su vida por querer luchar en una condición tal. Corrí hasta él y lo abracé con todas mis fuerzas, no me importaba lo que pensaría de mí. No quería que se fuera.

-Hyakkimaru, no vayas. Hazlo por mí, por favor… -susurré el llanto íntimo, no quería mostrarle mis lágrimas a él.

Sentí su mano en mi cara, lo que me paralizó. Lo miré a los ojos, aunque él no me mirara a mí, noté que me sentía.
Que estaba confirmando mi existencia, pues, al parecer, mi alma seguía débil. Me acercó a él y colocó su mano en mi pecho. Nuevamente me lo decía, que todo estaría bien, que confiara en él. No iba a convencerlo de no ir.

-Está bien, pero iré contigo. No puedes ir solo, si te pasara algo… -miré al suelo, pero me fijé en su improvisada pierna. –Te apoyaré, si me necesitas, estaré ahí contigo.

Ambos continuamos andando, pero me sentí muy extraña al notar que Hyakkimaru intentaba tocarme cada cierto tiempo. Como caminaba a su lado, su mano intencionalmente era chocada con la mía. Mi alma aun estaba muy débil como para verme, estaba intentando asegurarse de que estuviera cerca de él.

-Tranquilo, Hyakkimaru. Estoy aquí, no me iré. –tomé su mano entrelazando nuestros dedos.

Una chispa me recorrió, porque él se notaba feliz por ese gesto.

No estás solo, Hyakkimaru.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora