A la mañana siguiente, abrí mis ojos aun recostada en el regazo de Hyakkimaru. Él me sostenía suavemente por los hombros para evitar que me cayera de la rama en los movimientos del sueño. Sonreí al verlo, pues, aunque aun estaba serio, no me importaba otra cosa que estar a su lado.
-Buenos días, Hyakki-kun.
-Daigo está ahí. –me señaló hacia lo lejos.
Yo no podía verlo a través del tupido bosque, pero sabía que mi compañero había pasado la noche solo observando aquella llama que tanto lo intrigaba. Me levanté y miré hacia el lugar señalado con más escrutinio.
-¿Sabes si hay soldados cerca? –le pregunté pensando en bajar del árbol.
-Todos se fueron.
-Bien, entonces iré al río unos minutos y luego nos vamos. –de su salto, me aventuré al suelo.
-¡Sasayaki! –Hyakkimaru me llamó asustado, luego miró abajo.
-¿Qué ocurre? –le dije desde el piso tras aterrizar sin problemas.
-¿Estás bien? –me preguntó y bajó del árbol también.
Puse mis manos en su cara y sonreí con ternura. Estaba preocupado por mí, pero ya no sería una carga para él. No necesitaría pensar que debe cuidar de mí.
-Acostumbraba a jugar con mi hermana en el bosque cerca de mi casa. Siempre le ganaba a mi hermana porque me gustaba correr por la pradera y trepar a los árboles. Ella era más de estar con mamá.
-Sasayaki sorprendente… -confesó.
-No me comparo contigo, pero las pocas cosas que sé hacer, pueden ser de ayuda. –él asintió.
Caminamos hasta el río, yo lavé mi cara y acomodé mi pelo en una cola alta parecida a la de él. Hyakkimaru también se refrescó, me acerqué a él por detrás y solté su largo pelo negro. El joven se sorprendió ante el acto, pero se quedó quieto hasta que terminé de atarlo de nuevo con un mejor sostén.
-Listo, enfrenta al mundo con tu mejor cara. –le dije con una sonrisa animada.
-Gracias. –dijo seriamente.
-¿Estás bien? –asintió. –Entonces, vamos. –tomé su mano y nos dirigimos a la ciudad.
Al estar cerca de las primeras casas, me despojé de las sandalias que cubrían mis pies pensando en ser sigilosa. Tomada de la mano del muchacho, pasábamos sin ser vistos a través de las edificaciones. Había personas caminando por las calles, pero logramos atravesarla sin ser vistos. Al estar frente a la puerta de la residencia de Daigo, noté a dos guardias que custodiaban la entrada.
-Hyakki-kun, yo los distraeré para que puedas entrar. Luego te encuentro en el jardín este. –afirmó con la cabeza.
-Ten cuidado. –me dijo antes de alejarse.
-Tú también. –susurré y caminé hacia los guardias.
Caminé hacia ellos pensando en algo que decir para convencerlos de dejar su puesto. Corrí hacia ellos simulando urgencia e intenté que mi voz sonara indiscutible.
-¡Guardias! ¡Ayuda, un chico con brazos de espadas robó en un puesto de comida y huyó al bosque!
-¿Qué dices? –me preguntó uno de ellos. -¿Por dónde se fue?
-Por allá, hacia la montaña. Hace un segundo pasó por aquí. –los guardias corrieron hacia donde les señalaba.
Vigilé que en el camino no me encontrara con nadie más para no ser descubierta. Con pasos ligeros, me adentré en el lugar acercándome hacia el punto donde había quedado con Hyakkimaru. No recordaba la última vez que había estado tanto tiempo lejos de él, pero confiaba en su corazón. Al menos, entre Dororo y yo habíamos conseguido mantener a esa criatura humanizada. Miré a mi alrededor en busca de mi compañero, pero no lo hallaba y temía ser descubierta.
-Hyakk… -una mano calló mi susurró haciendo que casi tuviese un infarto.
Cuando me volteé, me crucé con aquellos ojos de muñeco que habían acompañado mi viaje. Perdidos como acostumbraban a estar, me dieron una calma que solo ellos me darían. Hyakkimaru puso su dedo índice sobre sus labios para indicar silencio, a lo que yo asentí y él retiró su mano de mi boca. Señaló el techo y me tomó por la cintura para elevarnos. Cuando estuve lista, apreté su hombro y ambos saltamos cayendo sobre las tejas. Luego caminamos con cuidado, fui guiada por el muchacho a través de la extensa vivienda hasta que nos detuvimos frente a la puerta de una habitación. Escuchamos la conversación que tenía el joven que nos pagó y ese hombre, Daigo.
-Esta tierra estaba llena de muerte, y mi trato con los demonios la salvó. –dijo el hombre. –Todo el que vive aquí disfruta de riqueza ahora.
-No lo hiciste por la gente. –le respondió el joven frente a él. -¡Solo lo hiciste para cumplir tus ambiciones, padre! –al verlos hablar con tanta naturalidad, imaginé que estuvieran emparentados.
-¡Las ambiciones de un señor son las ambiciones de su gente! –gritó el padre. –Y por ellos, sacrifiqué a mi propio hijo. –por donde lo vieras, era un acto de egoísmo y eso me hizo enojar. –No estoy avergonzado como samurái. –esto fue el detonante de mi molestia.
-¡Bastardo! -llamé la atención de todos.
-¡Intrusos! –los guardaespaldas del joven alertaron a los demás.
Los dos nobles salieron a la plataforma frente al jardín, nosotros no nos movimos del lugar.
-¡Hyakkimaru! ¡Y la chica que lo guía! –dijo el chico sorprendido al vernos.
Una hermosa mujer salió junto con ellos, su mirada era tan triste que parecía haber llorado años. Solo que no con los ojos, sino con el corazón. Miró a mi compañero fijamente.
La chica de los hermanos guardaespaldas llamó a los guardias, los cuales vinieron armados de espadas y arcos con flechas.
-¡Hombres, disparen! –gritó ella y los hombres lo hicieron.
Cuando las flechas fueron disparadas, nos agachamos y Hyakkimaru esquivó las más peligrosas con su katana aun en su funda. Ante el peligro, la hermosa mujer gritó asustada hacia nosotros.
-¡Hijo! –exclamó sin duda en su voz.
Cuando los guardias tuvieron que recargar, nos quedamos mirándolos por la sorpresa de su reacción. Miré a los guardias, nos apuntaban de nuevo. Hyakkimaru tomó mi mano y corrimos sobre el techo esquivando las flechas que nos perseguían. Una de ellas atravesó mi mano, al principio casi grité, pero debía seguir corriendo para poder escapar. Al llegar a la zona de la ciudad, continuamos nuestro escape hasta el bosque, bastante cerca del Banmon. Cuando nos detuvimos por la carrera, yo estaba bastante agitada y mi mano me dolía mucho. El muchacho se acercó a mí preocupado y partió la flecha para sacarla, aunque no fue muy gentil al hacerlo y las lágrimas salieron de mis ojos junto a un gemido.
-¡Ah!
-Perdón. –me dijo al notar que me hacía daño.
-No te preocupes, Hyakki-kun. Estoy bien. –saqué de mi bolsa una vendas nuevas que había comprado con el dinero que ganamos del último monstruo. –Es solo una flecha, ya sanará.
Me unté algunas hierbas para cicatrizar y me vendé la mano con un poco de dificultad. Suspiré al terminar de hacerlo, y lo miré. Me quedé en silencio y busqué algunas ramas y rocas para hacer una fogata. Al ver que no podía hacer mucho con una mano, pedí ayuda a Hyakkimaru. Él lo hizo y al prender el fuego solo nos quedamos callados. Yo quemaba unas hojas que expulsaban un humo carmelitoso mientras miraba mi mano vendada. El joven se volteó hacia mí e intentó sujetarla.
-Espera… no… ¡me duele! –esperaba que fuera igual de torpe que cuando me extrajo la flecha, sin embargo su toque fue muy sutil.
-Sasayaki, ¿estás bien? –me preguntó, con todo lo que debía pasar por su mente en ese momento, me sentía como basura al ser una preocupación más para él.
-Sí, no debes preocuparte por mí, Hyakki-kun. Yo me ofrecí a seguirte sabiendo que me arriesgaba a esto. Lo hice por ti. –pensé mis palabras. -¡Pero no te sientas culpable, por favor! –agité mis manos en negación, pero una punzada me recordó que debía ser cuidadosa. -¡Ay!
Cerré los ojos ante el dolor y puse mi mano en mi pecho. Sentí su presencia sobrecogedora rodearme. Se sentía diferente, no me daba calor, no me daba cariño. Esta vez, sentía un llanto en él, sentía que me daba un consuelo. Mis palabras no lo estaban convenciendo de no sentirse culpable, pero me acerqué más a él sonriendo. Casi quería que su cuerpo me consumiera para fundirnos en uno solo, por eso me estrujé tanto en su pecho.
-Lo siento. –le escuché decir con su tono bajo.
-Yo no. Ahora se convertirá en un recuerdo de por vida para mí. No te sientas mal si yo estoy feliz. ¿Está bien? –él bajó la mirada y luego asintió.
El momento parecía mágico, no quería salir de entre esos brazos que, por más duros y rústicos que fueran, me llevaban al cielo en su contacto. Pero ambos nos sorprendimos al escuchar algo acercarse a nosotros. Yo me asusté por lo que era, pero Hyakkimaru no reaccionó como si fuera peligroso. Desde donde provenía el sonido, tras unos arbustos, la pequeña que completaba nuestra familia se dio a conocer.
-Aniki… Neechan… -cayó al suelo cansada.
-Dororo… -dijo el joven mientras yo iba en auxilio de la magullada niña.
-¡Debemos salvar a Sukeroku! –afirmó ella con entereza.
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No estás solo, Hyakkimaru.
FanfictionEste es un fanfic de la serie anime llamada "Dororo". Si bien sabemos que Hyakkimaru viaja siempre con su inseparable amigo Dororo y que su primer "amor" fue Mio, pero, ¿y si Dororo no es el único que viaja con Hyakkimaru? Si viajan juntos, ¿por qué...