Al pasar un par de horas de tomar el baño, fuimos a descansar nuestra piel del calor al templo que se encontraba en el medio de las aguas termales. Hyakkimaru se había sentado un poco apartado, como casi siempre, recostado a un pilar. Yo estaba a su lado peinando mis cabellos, el sacerdote en cambio se encontraba sentado en las escaleras de la entrada de la construcción. Estaba pensativo mientras escuchaba a los niños del templo corretear por las afueras en pleno juego mientras el sonido de las cigarras fluía en el ambiente. En un momento se volteó y habló sonriendo.
-Ya veo. -dijo hacia Dororo, la cual intentaba ver las marcas de su espalda descubierta. - Así que el mapa aparece cuando tu cuerpo es calentado.
-Nunca tomé un baño caliente antes. -comentó mientras se vestía. - No sabía que tenía eso en la espalda.
-Ya veo. Ya veo. -repitió el anciano. - Tus padres te hicieron llevar una carga muy pesada.
-Un poco antes de que mi mamá muriera... -habló con un llanto oculto en su voz.
Dororo nos contó que su madre le había mostrado un tatuaje que ella portaba en la espalda, también como una especie de mapa. Se lo había hecho memorizar diciendo que esa era la ambición de la vida de su padre. Debía cargar con ella y protegerla.
-Dijo que la otra mitad siempre estaría cerca de mí. -continuó diciendo ella. - Y pensé que sería cuando conociera a alguien en quien pudiera confiar realmente.
-Ya veo. -seguía diciendo el hombre, ampliando mi curiosidad ante lo que estaba pensando.
-Aunque no entendí a qué se refería. Más o menos me había olvidado de eso.
-¡Dororo, no digas eso! Esa es la última voluntad de tus padres. Sé un poco más responsable con esas cosas tan delicadas. -la regañé al escuchar el desdén con el que hablaba.
-Lo siento. -me dio una enorme sonrisa, pero sabía que en el fondo se sentía arrepentida.
-Pero es bueno para ti. -por fin, el sacerdote había dicho algo distinto. - Tienes una gama más amplia de opciones ahora.
-¿Opciones? -dije compartiendo mi sorpresa con Dororo.
-Digamos que derrotas a todos los demonios y recuperas tu cuerpo. -prosiguió el anciano. - ¿Qué sigue?
-¿Eh? -por un momento mi mente se quedó en blanco.
Desde que había comenzado mi viaje con mis amigos, todo lo que había ocurrido era cosa de la suerte y el destino. Las aventuras, los miedos y sentimientos, todo lo habíamos enfrentado juntos, pero solo por una causa, recuperar el cuerpo de Hyakkimaru. Sin embargo, el sacerdote me estaba abriendo los ojos a lo que solo había tenido en cuenta vagamente, pero que el peso de la responsabilidad me hizo considerarlo por primera vez, era el futuro.
-El dinero es algo grande. -dijo el sacerdote. - Sí tienes la barriga llena, tu corazón estará tranquilo y en paz. Podrás ver a tus alrededores y empezar a pensar en el mañana. Mantenerse fiel a su ambición cuando podría significar la vida o la muerte no es algo que cualquiera pueda hacer. Aunque derrotes a uno que otro demonio, -se puso de pie. - no cambiará al mundo. Pero... -se volteó y señaló al rostro de la niña con su vara de bambú. - lo que tienes en tu espalda puede mover a la gente y cambiar al mundo. Es una fuente de gran poder.
En la expresión de Dororo se notaba la duda y miedo que sentía ante una carga tan repentina y poderosa. La noté abrumada por las palabras del anciano, y era comprensible. Un compromiso como ese imponía un soberbio temor al fracaso y eso se leía claramente en los ojos de mi amiga, sobre todo, ante la seria figura del sacerdote.
-En resumen, -de repente sonrió, calmando un poco lo cargado del ambiente. - tienes muchas opciones ahora. Podrías encontrar el dinero y vivir bien. O usarlo para construir tu propio dominio. Incluso podrías viajar a alguna tierra desconocida.
-Oye, espera. -le dijo ella al ver que se disponía a irse.
-¿No podría darle un mejor consejo, Sacerdote? Está siendo demasiado ambiguo. -repliqué.
-Toma tiempo pensar en eso. -se volteó a Hyakkimaru y a mí. - Eso a menos que... quieras destruir la tierra de Daigo a cambio de tu cuerpo. -mi respiración se entrecortó al escuchar eso. - Solo digo.
Noté que el muchacho bajaba la cabeza con expresión seria. Luego la dirigió hacia el hombre en el umbral de la puerta y este sonrió levemente. Al comenzar a caminar el anciano, mi sangre se calentó por la rabia. Por mucha opción que pudiera ser, la gente de las tierras de Daigo no tenía culpa de lo que su jefe había hecho como para pagar las consecuencias.
-Él nunca haría algo tan cruel. ¡Él no es como Daigo! -dije soltando la molestia que sentía ante esa elección.
-Oye, Aniki no es así. -me apoyó Dororo.
Mientras el sacerdote se alejaba por el camino del templo, yo terminaba de recoger mis cabellos. Miré a la pequeña notando su expresión triste y fui a consolarla. Me arrodillé y la abracé acariciando su alborotado pelo.
-Tranquilo, Dororo. -le hablé gentilmente. -No estás obligado a tomar una decisión ahora. Espera hasta que te sientas lista, no te presiones.
Ella no contestó, solo me asintió. A los pocos minutos nos preparamos para continuar nuestro viaje. Nos incorporamos a un camino rodeado de sembrados de trigo. Como era normal, Hyakkimaru y yo íbamos de la mano, pero esta vez la pequeña estaba tras nosotros. En todo ese tiempo, ella no había dicho una palabra.
-Aniki, Neechan... -dijo por fin.
-¿Qué pasa, Dororo? -le pregunté sabiendo que nos consultaría.
-¿Qué van a hacer de aquí en adelante?
-No lo sé, Dororo. -respondí sinceramente, ni yo sabía qué haría con mi propia vida.
-Matar demonios. -era una respuesta muy típica de Hyakkimaru, pero molestaba que fuera tan seco al decirlo.
-Me refiero a lo que dijo el sacerdote. Después de matar a todos los demonios y recuperar tu cuerpo. Después de todo eso.
El joven calló ante esa pregunta y sentí un poco de miedo. Era un sentimiento que sobrecogió mi corazón de repente. Yo nunca había pensado en el futuro, pero lo único que no cambiaría en este sería el estar siempre junto a Hyakkimaru. Mi tristeza se desvaneció al sentir que mi mano era apretada por la del muchacho. Lo miré, y no tuve necesidad de palabras para saberlo. Él me tenía a su lado, en su presente y en su futuro.
-¿Qué piensas que debería hacer? -la niña se detuvo al hablar y yo con ella soltando la mano del joven. -Yo no lo sé.
-Dororo... -le hablé poniendo mi mano en su espalda. - El futuro es incierto, pero las decisiones que tomes no son las únicas que harán que pasen cosas malas. A veces eso está más allá de nuestro control, no te sientas mal por ello. -ella asintió mirando al suelo.
-Oye, ¿Aniki? -yo la toqué dos veces con mi dedo llamando su atención y luego le señalé al muchacho, el cual ya estaba varios metros por delante de nosotros. - ¡Oye, no te hará mal escucharme de vez en cuando!
Ella corrió hasta él con molestia, al menos eso la había distraído de sus pensamientos. Yo reí por la escena, pero también tenía la cabeza cargada de dudas y preocupaciones. Lo que más me hizo pensar el futuro cuando lo idealicé, era que pronto sería mi cumpleaños.
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No estás solo, Hyakkimaru.
FanfictionEste es un fanfic de la serie anime llamada "Dororo". Si bien sabemos que Hyakkimaru viaja siempre con su inseparable amigo Dororo y que su primer "amor" fue Mio, pero, ¿y si Dororo no es el único que viaja con Hyakkimaru? Si viajan juntos, ¿por qué...