Nunca me dijo... asesina

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El joven rico nos convocó en la orilla del lago, por lo que accedimos. Iba acompañado de un samurái fornido y una mujer arquera muy seria. Ambos tenían cierto parecido, y se notaba su gran lealtad hacia el joven al que seguían. Y este tenía el cabello exuberante semejante a la melena de un león, que, sin resultar gracioso, lo hacía un poco intimidante.
-Ha sido muy valiente usted, mi señor. -dije colocando los brazos de Hyakkimaru sobre sus espadas, noté que él no dejaba de mirar a mi amigo.
-¿Quién eres? -dijo con los ojos muy abiertos. -Y esos brazos...
-Oye, ¿no vas a agradecernos? -protestó Dororo levantando sus brazos y gritando molesta.
-Dororo, compórtate. -le dije inútilmente.
-Si no fuese por él, ese samurái habría sido comida de monstruo.
-No sé quién eres, pero gracias por salvarlo. -respondió seriamente.
-No es nada. -dijo la niña con aire de orgullo.
Yo me quedé mirando ese extraño análisis que hacía con sus ojos el joven a Hyakkimaru. Pero también noté que mi compañero mantenía el mismo interés sobre esa alma que veía frente a él. Volví a sentir esa sensación de alarma, me sentí atrapada en una jaula de silencio.
-Los aldeanos pueden vivir en paz ahora. -retomó la conversación el joven.
-Estamos felices de que todo haya salido bien... ¿Señor? -noté que miraba a mi acompañante con el ceño fruncido.
-¿Qué sucede, Aniki? -le preguntó Dororo al ver que no se movía.
-Hyakki-kun... ¿Hay algo...? -él sabía algo, pero no debía ser ingenua de decir algo demasiado revelador.
-Él es ciego, así que solo puede ver tu alma. -le dijo la niña a los nobles.
-¿Es ciego? -los presentes se sorprendieron ante la explicación, yo tomé la mano de Hyakkimaru para no sentirme tan insegura.
-¿Puede pelear así sin vista o brazos? -preguntó la mujer arquera.
-Así de increíble es. -declaró la pequeña. -¿No es cierto, Sasayaki-neechan?
-¡Ah! Sí... él... es una persona especial e increíble. -respondí bajando la mirada.
-Él derrota monstruos aquí y allá viajando por esta tierra. -Dororo parecía estar vendiendo las habilidades de Hyakkimaru. -Y no solo pequeños, vamos por los reales, demonios y monstruos. -ella extendió la mano al joven con un guiño de complicidad. -Así que, paguen.
-¡Dororo, eso es muy descortés! -la regañé.
-No, -me detuvo el noble. -aquí tienes, pequeño. -él le dio un cordón largo con muchas monedas atadas a él.
-¡Eso es mucho! -dije sorprendida.
-Gracias. -Dororo lo tomó entusiasmada. -Por cierto, escuchamos que hay una provincia rica cerca. ¿Saben dónde es?
-Debe ser la tierra de nuestro señor Daigo. -al escuchar ese nombre, mi pecho confirmó el mal presentimiento de cuando vi a este chico por primera vez. -llegarán a los límites de la cuidad en medio día. -él señaló.
-Gracias, vamos. -la niña tomó la delantera, yo me mantuve de la mano de mi amigo y ambos caminamos juntos.
-Dime tu nombre. -le dijo el muchacho a mi compañero.
-Hyakkimaru. -este me haló disimuladamente para continuar nuestro andar.
Caminamos un poco más, siguiendo el camino que nos había señalado el joven noble. Dororo contaba las monedas del cordón con gran orgullo. Me quedé en silencio, pues sentí a Hyakkimaru más distante de lo usual. Ese encuentro había significado algo para él, había visto alguna cosa distinta en el alma de ese chico que lo dejó intrigado, pero no dijo nada.
-Las tierras de Daigo, ¿eh? -las palabras de la niña me sacaron de mis pensamientos. -Estaba bien vestido, así que seguro es alguien importante allí.
-¿Crees que sea buena idea ir allí? Tengo un mal presentimiento. -le comenté.
-Está bien. Será una buena oportunidad para comprar cosas de calidad ahora que tenemos dinero.
El muchacho se detuvo un momento deteniendo mi paso también. Se quedó mirando hacia el lago mientras su semblante expresaba una curiosidad y confusión poco vistas en él.
-Hyakki-kun... -suspiré preocupada. -¿Sentiste algo extraño?
Él asintió, pero no me dijo nada. Miré hacia el lago también, estaba asustada, pero sabía que la vida junto a él sería así.
-No tengo miedo. Nunca más lo tendré. -le dije con convicción.
Como si fuera un código que solo teníamos los dos, su mano atrapó mi pecho con su calor estremecedor.
-Todo... está... bien... -me dijo.
-Sí, Hyakki-kun, -lo miré con ternura. -Todo está bien.
-¡Oigan, ustedes, vamos! -nos llamó Dororo desde muy lejos en el camino, por lo que ambos retomamos nuestro andar.
Aunque después de esa experiencia no estuve muy motivada a hablar, Dororo hacía lo posible por consultarme distintos planes que tenía para gastar el dinero. Sin embargo, al llegar a la cuidad, nuestros ojos se deslumbraron por la cantidad de personas y cosas en venta.
-¡Mira, Sasayaki-neechan, bolas de arroz! Y las hacen con arroz blanco.
-Ah, sí. -dije un poco distraída, estaba pendiente de que la gente no se fijaran mucho en Hyakkimaru.
-Y eso, ¿qué es eso? -ella señalaba más de un objeto a la vez. -Necesitaré más de un día para ver esto.
-¿No quieres comer algo? -le dije, pero no escuchó mi voz por la algarabía de la multitud.
-¡Aniki, Sasayaki-neechan, están haciendo una obra por allí! -Dororo tomó nuestras manos y nos condujo al teatro corriendo.
Cuando entramos, nos sentamos casi al centro. Los actores estaban disfrazados y narraban la historia de las tierras de Daigo. De cómo este había luchado con los demonios para salvar la prosperidad de su ciudad. Yo le describía a Hyakkimaru las cosas como las vestimentas y los las acciones que representaban los actores. Sabía que su visión del mundo era demasiado limitada, por lo que decidí compartir con él para despejar mi mente.
-Ese anciano es impresionante. -comentó Dororo comiendo una bolas de arroz.
-¿Anciano? ¿Cómo te atreves? -le dijo un hombre a su lado. -Es el señor Daigo Kagemitsu el hombre que hizo que nuestra tierra fuese rica.
-Como digas. -ella solo continuó comiendo. -Es como tú, Aniki.
-Qué descortés. -la regañé haciendo un puchero, pero la vi mirando hacia alguien del público.
Un rostro que me dio mucha felicidad ver se volteó a nosotros y sonrió. Era el Sacerdote, con el cual nos reunimos luego de la función cerca del río. Con gran tristeza, entre Dororo y yo le contamos lo sucedido con respecto a Mio y los niños, lo cual sacó en todos recuerdos amargos.
-Ya veo. Lamento lo que sucedió. -dijo al fin.
-¿También viniste aquí por los rumores? -preguntó la pequeña.
-Supongo. -respondió misteriosamente.
-¿Sabes algo que nos puedas contar? -intervine yo.
-Esta tierra es como ninguna otra en tiempos difíciles. Tenía curiosidad de qué bendecía este país. -señaló con su vara de bambú a la montaña frente a nosotros. -Escuché que los demonios que Daigo derrotó están consagrados allí arriba. Iré a revisar.
-Por si acaso, tenga cuidado. -le pedí suplicante.
-Oh, señorita Sasayaki, siempre tan atenta. No te preocupes, lo tendré.
-No tenemos asuntos con monstruos que murieron hace mucho. -suspiró la niña quitándole importancia a la conversación. -Solo vamos tras los vivos, los furiosos.
-Ya veo. -le dijo el anciano sonriéndole para luego ponerse de pie, pero se quedó mirando fijamente el alma de Hyakkimaru. -Veo que mataste humanos también...
Esas palabras hicieron mella en mi espíritu. ¿Acaso eso era visible para ellos? Entonces... ¿Por qué...?
El anciano se dirigió al camino, mas yo lo seguí haciéndole una seña a Dororo para decirle que regresaría pronto. Caminé lentamente junto al hombre, me apenaba lo que iba a preguntar, pero debía saber.
-¿Desde cuándo lo sabes?
-Desde que los conocí, Sasayaki-chan. -me sentí más cómoda siendo llamada así.
-No dijo nada,... ¿Por qué?
-No era necesario hacerlo. Demuestras tener un buen corazón, eso me hizo saber que fue un accidente.
-Sacerdote... Hyakki-kun... él también lo sabía y no lo dijo. Yo se lo conté luego y tampoco me contó nada. Ahora me siento con miedo, era un secreto, pero... es como sentirme desnuda...
-Sasayaki-chan, tú lo aceptaste a pesar de cómo es y todo lo que ha vivido. Hyakkimaru carga con una maldición, tú lo supiste y aun así estás a su lado. Puede ser que él piense lo mismo de ti. Cada uno tiene algo que cargar de su pasado, pero sus corazones se quieren.
-¿Cómo lo sabes?
-Su llama ahora tiene matices rojos por haber asesinado, pero también es más brillante... como la tuya es más estable.
-¿Estable?
-Has perdido tus dudas y tus miedos con respecto a él. Eso te ha hecho crecer, Sasayaki-chan. -yo me detuve, mas el anciano continuó andando. -Tú serás capaz de hacer que él sea una persona completa, aunque no pierda todas sus prótesis.
Mi corazón vibró con alegría al escuchar tales palabras. Sería su apoyo, su complemento, esa pieza faltante en su vida. Sí, así como él era para mí la valentía y la voluntad de seguir adelante. Corrí de regreso a encontrarme con ellos, pude notar que Hyakkimaru suspiraba aliviado al tenerme otra vez junto a él.

No estás solo, Hyakkimaru.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora