(Especial) Quiero verte...

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(Ubicación temporal: cap No puedo describir un miedo, baño en el río)
Dororo colgó la ropa mojada de Hyakkimaru en la rama de un árbol cercano donde ya estaba su espada y su delgado obi. Luego dio un suspiro de resignación, no sé por qué nos sorprendimos ante la respuesta del joven. Era de esperarse algo así, pero reconozco que es un poco predecible en ese sentido.
-¿Tienes algo más en mente? -le pregunté haciendo que saliera del río para secarlo.
-Arroz... -sonreí, sí, era predecible.
-Es un grano duro, parecido a las semillas que llevas en tu cuello, pero de color blanco... aunque, al cocinarlo es suave. Puede combinarse con muchas cosas. Se come en bolas de esta forma. -puse mis manos bajo las de él haciendo la silueta triangular de las onigiri.
-Sasayaki-neechan, me está dando hambre escuchar tanto de comida. -miré a la pequeña con una tierna sonrisa.
-Debo terminar de secar bien a Hyakki-kun, o sus prótesis se echarán a perder. La madera y el agua no congenian muy bien. Si quieres, puedes dar una vuelta por el bosque y ver si encuentras algo para comer. -ella asintió entusiasmada.
-Entonces regreso en un rato. -comenzó a correr con una amplia sonrisa, a veces me recordaba a mi pequeña hermana.
Me giré al muchacho y continué pasando la tela por su cuerpo. Siempre me sentía extraña al hacerlo, pero como él no se mostraba molesto por ello, yo intentaba actuar de la forma más natural posible.
-Campo... -dijo tras unos segundos de silencio.
-¿Qué? Ah, quieres que siga describiendo. -asintió mirando al frente mientras le secaba la espalda. -Pues... hay muchas cosas que no son muy distintas a como las ves, supongo. Los campos de arroz son grandes y llanos. Tienen agua en el fondo de la tierra para que crezcan las plantas. Y cuando están listos para la cosecha, se vuelven de un dorado más hermoso que el oro mismo. Es una señal de prosperidad ver un campo bien sembrado y saludable.
Me coloqué frente a él y le extraje su brazo derecho para secarlo. Lo moví de arriba abajo para que se despojara de tanta agua como pudiera. Luego pasé el paño por dentro de este.
-¿Eso tiene algún sentido para ti? -volvió a asentir. -¿Sabes? Describirte las cosas me hace verlas de forma distinta. Nunca me había percatado de lo importante que es ver... -bajé la mirada. -Cuánta alegría de la vida has perdido... tantos años sin poder disfrutar de las cosas hermosas que tiene este mundo.
Suspiré con dolor, pensar eso me dolía, pero luego recordé que era tonto decir eso si era él quien realmente había sufrido todo eso. Era cruel de mi parte recordarle algo tan obvio como que nunca había visto, o que hasta hace poco no escuchaba, olía o sentía.
-Lo siento... no debí decir eso... -me disculpé apenada con él.
¿En qué estaba pensando al decir todo eso? Por supuesto que era difícil vivir así, ¿por qué exponerlo de esa forma? Lo había dicho como si hubiera disfrutado hacerlo pensar en eso.
-Está bien... -dijo tendiendo su otro brazo.
Yo lo tomé y, tras colocarle el que había secado, me dispuse a hacer lo mismo con ese. Estaba desanimada, pero su voz logró hacer que mis ojos volvieran a brillar.
-Sasayaki... es una... cosa hermosa... -me estremecí ante esto.
-¿Qué... qué dices, Hyakki-kun? Yo solo soy... -titubeé roja hasta la frente.
-¿Cómo eres? -era una pregunta demasiado directa.
¿Realmente estaba interesado en mí? Sin tener nada especial como persona, ni siquiera como mujer, aunque sonara denigrante, y este chico frente a mí, aunque no me viera, quería saber cómo era. Las ideas se revolvían en mi cabeza mientras secaba con mayor ímpetu la prótesis entre mis manos. Mi corazón se aceleró, era difícil para mí reaccionar después de sus palabras. Dar una descripción de mí... era todo un reto. Suspiré intentando que los nervios no me hicieran fallar en las palabras que dirían, pues no sabía aun qué decir si Hyakkimaru me había tildado de... cosa hermosa. Solté mi cabello, luego me acerqué a él.
-Sé que entenderás poco de lo que te diga, pero... espero que te sirva para hacerte una idea... -volví a suspirar y le coloqué la prótesis en su lugar, luego le puse las manos sobre mi cabeza. -Este es mi pelo, es de color negro y es largo... -él recorrió su extensión por toda mi espalda lo que hizo que me erizara. -Se parece al tuyo y, a veces, también lo suelo recoger en una cola, como tú.
-Suave... -dijo olfateándolo.
-Mi... -solté un ligero gemido. -mi piel es de un color pálido, aunque no llega a ser como la porcelana. El verano me la ha bronceado un poco.
Hyakkimaru tomó mis muñecas y recorrió mis brazos lentamente con sus dedos. Me quedé helada por lo que hacía, me estaba reconociendo con un nivel de detalle que parecía descarado, sin embargo yo lo sentía sublime. Llegó a mis antebrazos y se detuvo a sostenerlos con firmeza. Luego viajó hasta mi pecho, lo que no me incomodó, a pesar de lo inapropiado que pudiera parecer. Me sentía feliz de que quisiera conocerme de una manera tan profunda.
-Como soy mujer... pues... -estaba completamente roja, era muy difícil describirme si estaba siendo analizada de esa forma. -esos son... mis senos... ¡Sé que son pequeños aun, pero todavía tengo 15 años! -dije nerviosa ante su reacción de seriedad.
Lo miré fijamente, sus ojos no me miraban. Me percaté que, por esta vez, no estaba intentando mirar mi alma, sino solo mi ser físico. Esta vez sí parecía ser ciego, esta vez sí estaba viendo con sus manos solamente. Sus manos bajaron a mi abdomen y yo seguía reteniendo el temblor con el que mi cuerpo reaccionaba. Era complicado hablar al sentir tantas cosas juntas, por lo que mi voz se cortó, no pude pronunciar otra palabra.
Hyakkimaru me recorría por la cintura, luego la parte baja de la espalda. Yo me sentía como una estatua de exposición, pero no estaba segura de ser el mejor ejemplo de mujer. Por mi baja estatura, tuvo que agacharse para sentir mis piernas. Las recorrió suavemente, yo cerré los ojos y sentí esas piezas de madera avanzar y retroceder una y otra vez por mis muslos. Se parecía a una caricia, estaba siendo amable. Luego se levantó y, con su característica seriedad, tomó mis mejillas en sus manos. Me alegré en parte que no pudiera ver lo rojo de mi cara, pero sus palabras me tomaron por sorpresa.
-Cara caliente... -¡Dios! Se había dado cuenta, que embarazoso. -Sasayaki... ojos...
-Hyakki-kun... bajé mi mirada sin romper el contacto de sus manos con mi piel. -Mis ojos no son como los tuyos. Son reales, son... de un color oscuro profundo, aunque, me han dicho que cuando les da la luz del sol, tienen un toque azulado. Pero no tienen nada de especial... son solo... -lo miré una vez más con tristeza. -ojos...
Él recorrió mi rostro lentamente, tocó mi boca, luego mi nariz y luego mi frente. Cerré mis párpados para que pudiera palparme a su gusto, sentía seca mi garganta de retener los gemidos que mi cuerpo excitado desbordaba. Sentí que se detuvo, pero no me aventuraba a abrir mis ojos, escuché su grave voz y volví a estremecerme ante su orden.
-Quieta. -me dijo y yo obedecí.
En mi oscuridad, tenía los nervios desbocados. Estaba a la espera de su reacción, sea cual fuere, pues en esta situación él podía ser la persona más impredecible del mundo. Sin embargo, sentí un toque suave sobre mi párpado derecho, eran sus labios, posteriormente sobre el izquierdo. Me quedé en blanco.
-Sasayaki... -ante el sonido de mi nombre en su voz, mi corazón volvió a latir.
Retomé la luz en mi mirada para encontrarme con esos pulidos trozos de madera de color carmelita claro. Nunca negué que fueran hermosos, solo odiaba que no fueran útiles.
-Hyakki-kun... esto...
-Gracias. -me miró fijamente, casi parecía que su vista se cruzaba con la mía.
-No es nada... te dije que podías contar conmigo. -él negó y calló mis palabras con su dedo índice en mis labios.
-Por ser... mis ojos... y estar... a mi lado... -me permití llorar esta vez, porque eran lágrimas de felicidad.
Lo abracé, con tanto placer como nunca antes lo había hecho. Él me correspondió y acarició mi cabeza apoyando su barbilla sobre mi pelo. Notó que lloraba y me separó de sí preocupado. Yo negué sonriendo, estaba feliz, ese sentimiento no había forma de explicarlo, pero colmaba mi corazón y estaba ahí. Volvió a tocar mi mejilla con su mano derecha, yo la sostuve en mi cara y reafirmé el contacto apretándola contra mí.
No supe quién fue el culpable, o qué nos impulsó a hacerlo, pero cuando me percaté, estábamos compartiendo un apasionado beso. La manera de tocarme, de sentirme, de ser tan tierno al tocar mis labios me removió el alma. Supe que quería estar en sus brazos para siempre. Y, en ese beso, solo deseaba que fuera con él con quien me convirtiera en mujer.
Escuché la hierba moverse cerca de nosotros y me separé de esa ingenua boca. Miré a mi alrededor y vi que a lo lejos se acercaba Dororo con una tela llena de frutas.
-¡Aniki, Neechan, encontré buenas frutas! -supuse que era por lo fértil de estas tierras.
Miré a Hyakkimaru aun deseando repetir, y si pudiera concluir, ese acto tan romántico. Apreté su mano al tomarla y él se volteó hacia mí.
-Aun no estoy preparada para decirle a Dororo, así que... no le digas nada, ¿sí?
Él asintió y, justo antes de que la niña llegara, se acercó a mi oído y susurró unas palabras que me movieron el alma. Él sonrió, quizás porque vio que mi llama se encendió de forma repentina, pero... su voz, era hipnotizante. Solo me dijo:
-Eres linda... quiero verte...

No estás solo, Hyakkimaru.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora