El jinete frente a nosotros nos observaba en silencio. En otro momento me hubiese echado a temblar, pero mi mente solo pensaba en apoyar a Hyakkimaru en lo que necesitara.
-¿Quién... eres? -dijo el muchacho mientras las nubes dieron paso a la luz de la Luna iluminando el lugar.
No recibió respuesta, yo tampoco me atrevía a decir algo. Sentí que mi compañero estaba particularmente interesado en ese hombre.
-¿Qué quieres? -volvió a preguntar.
-¡Imbécil! -gritó uno de los arqueros que acompañaban al jinete. -¡No es alguien a quien tengas permitido dirigirte! ¿No conocen a Daigo Kagemitsu-sama, el señor de nuestra tierra?
-¿Él es Daigo? -susurré. -Hyakki-kun, mejor escapemos. -él asintió.
Con sus espadas impulsó un par de rocas del suelo y las lanzó hacia los dos hombres que llevaban antorchas, lo que hizo que estos la soltaran y dejaran todo en la oscuridad nocturna. Cuando los hombres intentaron adaptarse a la iluminación, solo me encontraron a mí sujetando la espada y en guardia.
-¿Dónde está? -Hyakkimaru se había movido a una velocidad impresionante colocándose tras el jinete.
-¿Quién eres? -repitió y yo noté la expresión de miedo en el rostro del hombre.
Este intentó golpearlo, pero el muchacho lo esquivó de un salto y se colocó otra vez a mi lado.
-¿Por qué estás vivo? -era una pregunta extraña.
-¿Hyakki-kun, de qué habla? -volví a hablar en susurro, no quería ser escuchada por los demás.
-¡Bebé demonio medio nacido! -gritó aquel hombre lo que hizo al joven sobresaltarse.
-¿Qué sabe usted de él para decir algo así? -lo defendí, pues me habían dolido esas palabras y sabía que a él también.
-Insolente niña. ¡Mátenlos! -los arqueros cargaron y apuntaron sus flechas hacia nosotros.
Al caer la lluvia de flechas, el muchacho se puso frente a mí y cortó las que me matarían. Sin pensarlo siquiera, corrí junto a él dejando que fuera el que enfrentara los proyectiles. Al pasar cerca de donde estaban sus prótesis de los brazos, las recogí del suelo y continuamos la carrera. Nos adentramos en el bosque siendo seguidos por los soldados. Hyakkimaru se detuvo frente a un árbol y me extendió sus espadas, yo las cubrí. Casi sin tiempo, él me tomó por la cintura y escaló el tronco conmigo en brazos. Aunque me sonrojé un poco por el repentino acto, debía prestar atención a la situación.
Sin respirar siquiera, escuchamos a los soldados atravesar el bosque, casualmente distraídos por un jabalí que nos dejó un rastro para despistarlos. Cuando se alejaron, suspiré de alivio. Luego miré a Hyakkimaru, pero era obvio que no estaba nada bien.
-¿Hyakki-kun?
-¿Medio nacido? ¿Bebé demonio?
-Escucha, Hyakki-kun, no sé qué relación tenga ese hombre contigo, pero parece que conoce tu maldición.
-Él tiene... un aura... extraña...
-Te seré sincera, a mí también me resulta incómodo de alguna forma. Como sea, no debió decir lo que dijo. Tú no eres un demonio, eres un ser humano. -miré a lo lejos. -Ya se fueron los soldados.
El muchacho me ayudó a bajar con ternura, pero noté que su ceño aún estaba fruncido. Decidí que era mejor no hacer una fogata, pues era posible que nos encontraran los soldados de Daigo. Solo nos sentamos sobre unas rocas, ni que él presionaba sus puños. Me le acerqué y puse mi mano sobre la suya, por lo que se calmó.
-Hyakki-kun, estoy contigo. Te apoyaré en lo que quieras. -le sonreí. -Estaré a tu lado siempre, ¿recuerdas? Te lo prometí.
-Quiero respuestas. -me dijo muy serio.
-Entonces las buscaremos. ¿Crees poder ver en qué parte de su residencia está? -el joven asintió. -Bien, podemos intentar infiltrarnos en su casa, pero nada de matar. ¿Está bien?
-¿Sasayaki, lucharás? -miré la espada aun en mi mano.
-Sí, lo haré. No conozco mucho sobre luchar, pero no me echaré atrás. Estoy contigo y quiero ayudarte. -puse su mano en mi pecho. -Así me siento a tu lado, no me pasará nada.
-Será peligroso. -dijo volteando a otro lado.
-No me importa, porque tú estarás ahí para protegerme. -lo abracé. -Pero, por favor, no pienses que estás por tu cuenta. Yo soy parte de tu vida y no pienso abandonarte nunca.
-Entonces, en la mañana. -sonreí, me dejaría ir con él, era una de las pruebas más hermosas de confianza que había demostrado hacia mí.
-No pienso defraudarte. -me levanté de la roca lista para acostarme a dormir, pues nos esperaría un largo y tedioso día a la mañana siguiente.
Sin embargo, con los guardias al acecho, me sentí contrariada. ¿Cómo dormir en el suelo si podían llegar en cualquier momento y vernos? Yo suspiré con molestia, eso significaba pasar la noche en vela, sobre todo, luego de un día tan agitado. De repente, volví a sentir ese roce de madera tierna alrededor de mi cintura. Esta vez fue un poco más delicado, casi parecía disfrutar del recorrido que hacía. Miré a Hyakkimaru y advertí que sus ojos se dirigían a un grueso y gigantesco árbol que estaba a unos metros de nosotros. Yo me sorprendí al ver cómo nos elevábamos y esa al acercarse era como magia. Caímos con ligereza, luego él me soltó.
-¡Eso fue increíble! -le celebré.
-Sasayaki... has subido...de pes... -le puse mi dedo índice en los labios antes de que terminara la frase.
-Si vuelves a fijarte en eso, vas a pasar un mes en una caballeriza llena de estiércol con caballos temperamentales. -le dije sonrojada y molesta recordando cuánto le molestaban las cosas que afectaban en gran medida sus sentidos.
El voltear hacia él otra vez, vi que se sentó en la rama apoyando su espalda contra el tronco. Después extendió sus piernas y me acercó su mano.
-Sasayaki... descansa aquí. -me ofrecía sus piernas como almohada, yo me sonrojé.
-¿Estás seguro? -asintió serio. -Bien.
Me agaché y acomodé sobre él. Sentí la diferencia entre su pierna real y la prótesis, pero, aun así, sentía que era el mejor lugar que pude haber encontrado en el mundo para reposar mis sueños. Lo miré, él miraba al frente con su expresión entre seria y molesta. Yo elevé mi mano y toqué su rostro, él se sorprendió e hizo el ademán de mirarme. Sujetó mi cara con ambas manos y la apretó un poco, lo que me hizo sonreír.
-¿Sabes, Hyakki-kkun? Me gustaría que algún día podamos ver las estrellas juntos. Pensando que ya no hay problemas ni guerras ni muertes. Siendo simplemente felices.
-Sasayaki... eres... muy buena... -dijo más calmado.
-Solo quiero que esta tonta guerra termine ya, como todos. Eso no me hace buena.
-Y bonita...
-Hyakki... -él tomó mi cabeza y la elevó para acercarse a mí.
Bajó la suya y buscó mis labios con los suyos. Al parecer, su visión de las llamas del alma no le daba tantos detalles, por lo que lo ayudé con mi mano en su mejilla. Lo dirigí directo a mi boca, estaba ansiosa de sentir ese calor otra vez. Lo sentí, su respiración, su piel, sus manos, todo. Era maravillosa la sensación, pero no debía ser egoísta. Al separarnos, él miró al horizonte, pero estaba más tranquilo.
-¡Aw! -bostecé. -Mañana iremos a ver a Daigo... Luego buscaremos a Dororo y a Sukeroku... -cerré los ojos. -Ya verás como todo saldrá bien mañana...
-Buenas noches, Sasayaki. -escuché su voz a lo lejos y supe sonreír antes de quedarme profundamente dormida.
Mis deseos eran los mejores para esta gran lucha que sabía se desataría y no terminaría como mis palabras pronosticaban, pero no podía hacer otra cosa que animar a Hyakkimaru. Mi papel en todo este caos es a su lado, aunque la muerte me encuentre en el camino. Porque él no duda al encarar el peligro por mí, así que yo debo ser igual de fuerte y valiente, por él.
ESTÁS LEYENDO
No estás solo, Hyakkimaru.
FanfictionEste es un fanfic de la serie anime llamada "Dororo". Si bien sabemos que Hyakkimaru viaja siempre con su inseparable amigo Dororo y que su primer "amor" fue Mio, pero, ¿y si Dororo no es el único que viaja con Hyakkimaru? Si viajan juntos, ¿por qué...