Defender lo que te pertenece

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A pesar de lo desanimado que se notaba Hyakkimaru y, además de que yo no tenía tampoco muchos deseos de hacer nada, noté que ese hombre miraba al muchacho con una sonrisa cada vez que volteaba a nosotros mientras cocinaba. Tras pasar unos minutos, el señor sirvió un poco de comida en un cuenco de madera. Se notaba por el humo que soltaba que estaba muy caliente.

-Está listo. Esperen un momento.- dijo el hombre mientras soplaba ese cuenco.

-Está bien. Puedo sentir el calor ahora.- el mayor se sorprendió.- El frío también. Lo siento todo.

La mirada del señor era tierna y comprensiva. Se notaba que estaba conmovido por aquello.

-Ya veo. Tienes razón. Los viejos hábitos no desaparecen fácilmente.- aquellas palabras me hicieron eco en mi cabeza, pues así me estaba comportando con Hyakkimaru a pesar de lo mal que me estaba tratando, y solo por eso sentía que al menos hacía algo bien.

El hombre le dio el cuenco al joven y este lo tomó. Luego me dio uno a mí, el cal tomé y agradecí con una leve reverencia de mi cabeza mientras lo tomaba. Justo en ese momento, la bolsa que colgaba del cuello de Hyakkimaru se desprendió cayendo al suelo y llamando la atención del hombre. Este lo tomó en su mano.

-La cuerda se ha vuelto quebradiza.- dijo mientras en chico y yo solo comíamos con tranquilidad, aunque yo no tenía muchos deseos de comer tampoco.- La cambiaré para ti. Es la única clave para encontrar a tu familia.

Casi me atraganto cuando escuché esas palabras. En lo único que pensaba era en las malas experiencias de Hyakkimaru con esos a los que se consideraba su familia en base a los lazos sanguíneos. Solo me cubrí la boca por educación y esperé a ver la reacción del chico, aunque tenía miedo de lo que fuera a hacer o decir.

-Daigo Kagemitsu.- respondió él tranquilamente.

-Daigo...- repitió el hombre con una expresión pensativa.- ¿Conociste al hombre de la familia de esta cresta? Ese hombre es tu...

Dejó la expresión inconclusa y yo asentí levemente con la mirada en el suelo.

-Me dio como alimento a los demonios.- la voz de Hyakkimaru se escuchaba molesta al responder.- Ellos siguen comiendo.- la expresión de perplejidad del mayor no se retiraba de su rostro.

-¿A qué te refieres? Hyakkimaru, dime lo que sabes.- se acercó un poco al muchacho poniendo ambas manos sobre los hombros de este.- ¿Qué te hizo el hombre de esta cresta?

Hyakkimaru no dijo nada, solo bajó levemente su cabeza. Esta vez, y aunque a él le molestara, yo intervine.

-Daigo solo pensaba en ser poderoso y que sus tierras fueran las mejores. Le dio el cuerpo de Hyakkimaru a los demonios para que sus tierras fueran prósperas. Y aún cuando el comenzó a recuperar su cuerpo matando a los demonios... Daigo lo quería matar al verlo, solo para mantener su dominio y poder.- lo dije todo de golpe y con una voz baja y sin ánimos.

-Entonces, la carga de todo un dominio reside en tus hombros...- concluyó el hombre mirando con terror al joven, pero luego lo abrazó, haciendo que este dejara caer el cuenco ya vacío.- Que carga tan pesada...

-Señor...- por primera vez, alguien además de Dororo o de mí, comprendía lo que de verdad sentía Hyakkimaru.

-Te encontré y te crié, solo para que vivas un infierno.- acarició el cabello del chico mientras hablaba con sentimiento.

Mi amigo sonrió, sin embargo, miró fuera y luego las prótesis sobre el tronco. Señaló hacia las prótesis una vez más mirando al hombre.

-Quiero eso. Lo quiero.- el mayor se separó de él y le dio la espalda.

-No. No puedo darte una nueva pierna.- dijo secamente.

-¿Por qué?- replicó el muchacho.

-Irás a pelear con los demonios de nuevo.- respondió él.- Los derrotarás y recuperarás tu cuerpo... Y el dominio que cargas en tus hombros... No, esa responsabilidad debe cargarla tu padre, el Señor.

Fruncí el ceño ante sus palabras. Por un momento pensé que no era un pecado para Hyakkimaru ser un poco egoísta después de como lo había tratado hasta su propia familia. Pero ese comportamiento de aquel hombre, me mantenía con sentido encontrados.

-Te ves más humano que antes por fuera.- continuó hablando.- ¿Pero no te volviste menos humano en el interior?

-Señor... ¿qué dice...?- sabía que tenía razón, pero por muy mal que lo pasé junto a Hyakkimaru en esos días, no quería aceptar eso.

-Por lo que vi, no solo ayakashi es lo que ha matado.- solté un leve suspiro y asentí dándole la razón.-Puedo decirlo.

-¿Qué?- reaccioné.

Al escuchar eso, lo miré confundida. ¿Qué había en el pasado de ese hombre para que hablara de esa forma? Solo obtuve como respuesta que nos dejara de mirar de reojo siquiera.

-Una nueva pierna prostática te acercará más al infierno. No puedo hacer eso.

-La quiero.- el chico insistía.

-Hyakki-kun, basta... te ha dicho que no te la dará...- dije sosteniendo su brazo izquierdo para calmar su ansiedad e insistencia.

-Lo lamento.- concluyó el hombre.

Luego se puso de pie y fue a tomar una especie de cuchillo de forma extraña, el cual clavó en la prótesis. Ante esto, Hyakkimaru reaccionó.

-¡¿Por qué?!- dijo sin comprenderlo.

-No puedo salvarte. No puedo.- tanto él como yo nos quedamos sorprendidos de sus palabras, puesto que eran las mismas que había dicho la madre de Hyakkimaru cuando la vimos.

La lluvia no cesaba fuera, y se comenzó a escuchar un sonido que se fue haciendo cada vez más fuerte. El techo de la cueva comenzó a temblar.

-¿Qué está pasando?- dije asustada.

Cuando miramos a la salida, la tierra que de acumulaba sobre la cueva estaba cayendo justo ahí a gran velocidad. Tal fue así, que no tuvimos tiempo de reaccionar para salir. Estábamos atrapados dentro de la cueva.

Con gran prisa, Hyakkimaru tomó una viga de madera y comenzó a apartar la tierra. A su lado y como podía y me dejaban mis manos, también me puse en faena para liberar la salida.

-No hay que apresurarse.- dijo el hombre.- Hay aberturas para el aire y suficientes suministros por un tiempo.- se volteó a nosotros, aunque el joven no se detenía en su intento de cavar.- Hyakkimaru, me preguntaste "¿por qué?". Permíteme preguntarte lo mismo. ¿Por qué? ¿Por qué peleas?

Tras esa pregunta, el chico se detuvo. Yo también lo hice y lo miré preocupada. Mi corazón latía raudo a la espera de esa respuesta.

-Si te vas de esta cueva, regresarás al mundo del mal.- agregó el mayor.- ¿Aún deseas ir?

-Quiero.- respondió él volviendo a cavar.

-¿Quieres un cuerpo?

-Lo quiero.- mis ojos temblaban comenzando a formular un llanto, no entendía qué tenia de malo que él quisiera su cuerpo.

-Tienes algo que otros no.- le dijo el señor.- Un cuerpo humano solo será una carga para ti. ¿Aún así lo quieres?

-Lo quiero.- repetía Hyakkimaru.

-¿Por qué?

-"¿Por qué?"- está vez que se detuvo, el chico volvió hacia mí.

-¿No pensaste en eso?- intervino el hombre.

-Porque es mío...- yo sonreí al escucharlo, a pesar de que un par de lágrimas me comenzaron a correr por las mejillas.- Así que a cada demonio...- clavó con fuerza la viga en la tierra.- ¡lo mataré!

Era él, era Hyakkimaru. No lo entendía y a la vez sí. No había cambiado, solo... no sabía cómo sentirse. Pero estaba ahí. Aún tenía esperanza.

Sequé mis lágrimas ensuciando un poco mi cara con la tierra y continué también cavando. Iba a apoyarlo de igual manera.

No estás solo, Hyakkimaru.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora