Vida o dinero, ¿qué vale más?

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Cerré los ojos preparada para mi muerte. No tenía forma de salir de allí que no fuera así. Lo único que había en mi mente era el rostro de Hyakkimaru en los tantos momentos diferentes que habíamos vivido juntos con Dororo. Ya había renunciado a mi salvación cuando sentí una sensación rústica y a la vez familiar.

Entre los golpes que propinaban las rocas de alrededor, los brazos aun sin cubrir de Hyakkimaru me rodearon hasta cargar con mi peso y sacarme de aquel peligroso lugar. Abrí los ojos nuevamente para encontrarme con su rostro serio y preocupado. Estaba herido, cada piedra o guijarro suelto lo golpeaba y, aun así, él solo avanzaba para ponernos a salvo. Algo intimidada por el momento, solo me aferré a él con mis brazos para no caer mientras veía en la lejanía que las tropas de Daigo se retiraban debido al derrumbe.

No pasó mucho tiempo hasta que las rocas se detuvieron. Una gran nube de polvo cubrió los alrededores, pero se lograban ver los cuerpos de los soldados que no habían tenido la suerte de escapar. Había sido toda una matanza, pero yo habría seguido el mismo destino de no ser porque Hyakkimaru me había salvado.

-¡Hyakki-kun! ¡¿Estás bien?! – una vez que bajé de sus brazos, me apresuré a revisar su cuerpo para comprobar sus heridas, pero él me detuvo.

-Dororo.- dijo de repente girando su cabeza hacia la cima de la montaña.

-¿Dororo? ¿Ella está allá arriba?- me asintió poniéndose de pie mientras se colocaba la prótesis en su brazo.- Vamos a por nuestra amiga entonces.- dije con una leve sonrisa y ayudando a Hyakkimaru a salir de aquel lugar.

No podía ignorar que estaba herido, y por eso lo ayudaba, pero tenía una voluntad admirable ante lo que le ocurría siempre. Hyakkimaru era un ejemplo de valor y sacrificio por lo que quería, su cuerpo de vuelta. Y para ello haría todo como lo había demostrado. Esos pensamientos enrojecieron mis mejillas, puesto que sí, es cierto, Hyakkimaru solo tenía como objetivo recuperar su cuerpo, pero me había salvado a mí. Entonces también me quería a su lado, quería que siguiera siendo parte de su vida y ya eso reconfortaba mi corazón. Los sentimientos de Hyakkimaru seguían siendo confusos para mí, pero sus acciones me seguían animando a tener la esperanza del amor con él.

-¿Sabes dónde está Dororo?- pregunté al habernos incorporado al camino para seguir subiendo la montaña.

-Cueva… arriba…- fue la respuesta que recibí de Hyakkimaru, lo que me hizo mirar hacia arriba también.

-Al menos está segura y a salvo en ese lugar… Tenía miedo de que… en ese derrumbe… - hice una pausa y ralenticé mis pasos.- Gracias por salvarme antes, Hyakki-kun…

-Sasayaki… no fue… con Dororo… ¿Por qué…?

-No fui capaz de dejarte solo aun si no podía hacer nada para ayudarte en la pelea… Solo que no esperaba terminar siendo un estorbo para ti por tener que salvarme…

-Sasayaki… no estorba… - me interrumpió de repente haciendo que levantara la mirada para verlo a los ojos.- Sasayaki… cuida…

-Hyakki-kun…- sentí mis mejillas arder más aun que antes por sus palabras que, aunque sencillas, significaban muchísimo para mi dubitativo corazón.- Gracias…

Sonreí y proseguí nuestro camino manteniendo esa expresión en mi rostro. Subimos por la ladera de la montaña buscando la cueva a la que se refería Hyakkimaru. Tardamos bastante, puesto que el terreno estaba desecho por las explosiones. Cuando descubrimos la cueva, me adelanté a entrar encontrando a la pequeña junto al cuerpo inerte de aquel bandido que habíamos conocido antes, Itachi, y una gran cantidad de dinero a su alrededor en tinajas de barro y cajas de paja.

Estaba lleno de flechas por todo su cuerpo, Dororo las estaba retirando con cierta calma y una sonrisa de nostalgia. Me acerqué a ella con alegría y la abracé.

-¡Dororo, que bueno que estés bien!- ella se sorprendió y correspondió al abrazo.

-¡Neechan, Aniki!- nuevamente nos habíamos encontrado, pero ahora Dororo ya no dudaba de que fuéramos a buscarla, ahora sabía que no la dejaríamos atrás.

Nos separamos del abrazo y ella miró a Hyakkimaru el cual estaba en la entrada de la cueva aun. Luego sus ojos se dirigieron al cuerpo de Itachi, entre las dos lo terminamos de acomodar y de sacar las flechas. Nos arrodillamos a su lado y ella le cerró los ojos con su mano. Ambas rezamos por el alma del bandido, aunque no hubiera sido del todo bueno en vida, se debe rezar por los que ya no están con nosotros.

Al terminar, me puse de pie al igual que ella y fui donde el joven, pero la pequeña siguió otro rumbo. Se acercó al enorme tesoro que había en aquel lugar y se quedó mirándolo fijamente con un semblante pensativo. Tras unos segundos más, volteó a nosotros con una leve sonrisa y una expresión abrumada en sus ojos.

-No sé qué debería hacer con esto, no lo quiero aun.- dijo por fin.

Hyakkimaru le tendió su mano a la par que yo le sonreía cordialmente. Si esa iba a ser la decisión de nuestra pequeña amiga, entonces la respetaríamos. Estaba orgullosa de la humildad de Dororo y, si así se comportaba siendo una niña, entonces podía asegurar que ese tesoro estaba en buenas manos.

-Si no quieres tomarlo ahora, Dororo, entonces déjalo para cuando sientas que harás lo correcto.- dije también tendiendo mi mano hacia ella.- Eres una persona muy madura, Dororo, estoy orgullosa de tu convicción de no querer tomar nada de aquí aun sabiendo que puedes vivir una buena vida para siempre con todo esto…

-Cuando descubra para qué debería usarlo, tomaré de él. Mientras, tendré mucho tiempo para pensarlo…- dijo con una sonrisa leve.

Caminó hacia nosotros unos pasos, pero se detuvo antes de llegar. Se dio vuelta mirando nuevamente el dinero que estaba más cerca de ella en el suelo y nos miró.

-Esperen un momento.- se acercó a las monedas del suelo y comenzó a tomar algunas.- Esto es diferente, ¿sí? Solo un poco para sobrevivir, ¿bien?
De estar tanto tiempo con la mano tendida, Hyakkimaru solo desistió y se encaminó a salir de la cueva. Yo lo seguí con una risita leve, la cual escuchó Dororo cuando ya casi estábamos fuera.

-Esperen, Neechan, Aniki.- decía mientras corría detrás de nosotros.

Buscamos la otra prótesis de Hyakkimaru y encontramos un bote sano para regresar. La noche ya había caído cuando nos hicimos a la mar y la luna llena iluminaba el silencio que nos acompañaba en el pequeño navío. Ninguno dijo nada, no hacía falta, solo estábamos en paz. La brisa nos refrescaba y movía nuestros cabellos. Dororo cerró sus ojos en un suspiro, yo también lo hice. Sabíamos que nos esperaban muchos más peligros en el futuro, pero, por el momento, estábamos juntos de nuevo, tranquilos y vivos. Algo que valía mucho más que cualquier tesoro.

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⏰ Última actualización: Oct 27, 2020 ⏰

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