Se llama beso

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A la mañana siguiente, me levanté temprano y comprobé la fiebre de Dororo. Aún estaba bastante alta, así que le puse una compresa en la frente para refrescarla. La señora se apareció a los pocos minutos en la habitación y me dio unas ropas.

-Ve al río, necesitas limpiar tu piel. Una muchacha tan bonita como tú no debe ocultar su belleza tras la mugre.

-Gracias, pero... no me considero tan bonita como usted dice... -le dije con una sonrisa de decepción.

-La belleza no está solo en lo externo, mi niña. Ahora ve, el río te espera.

Reflexionando sobre las palabras de la anciana, me encaminé con la cubeta y las ropas que me dio hacia el lugar indicado. Mis pasos eran lentos, pues estaba pensativa. No sabía nada de Hyakkimaru, pero, aun así, no dudé en entregarle mi corazón. No lo conocía, su vida o su pasado. El escuchar la historia de Dororo me hizo pensar en lo poco que habíamos hablado de nosotros mismos en nuestros viajes. Pero, que Hyakkimaru se acercara a mí de la forma que lo hizo... tomar mi mano todo el tiempo, secar mi llanto al estar triste, abrazarme tan protectoramente...

Perdida en mis pensamientos, me despojé del vetusto yukata, luego de las cintas que cubrían mi pecho y mi sexo. Introduje mi cuerpo en el agua sin prestarle atención a la temperatura tan baja que tenía. Estaba concentrada en lavar mi cuerpo, me sentía impura por mis dudosos pensamientos. Mojé mis cabellos bajo la pequeña cascada y me quedé ahí unos minutos. El agua golpeaba en mis hombros, yo miraba mi reflejo desfigurado por las hondas en el agua.

Sentí un sonido cerca de la orilla y me escondí dentro del agua para cubrir mi cuerpo. Al sacar solo mis ojos fuera del agua, descubrí a Hyakkimaru. Estaba con una expresión de asombro lo que me hizo cubrirme con mis brazos. Luego recordé que no podía ver otra cosa que no fuera mi alma, y me relajé un poco.

-Hyakki-kun, ¿me estabas siguiendo?

-Sasayaki... alma... extraña... -mi fuego había cambiado otra vez y eso le había preocupado.

-Estoy bien, gracias por preocuparte. -le sonreí, era lindo sentir que alguien se preocupaba por ti. -Solo pensaba en lo que dijo Dororo. Es una pequeña muy valiente para querer enfrentar el mundo y la vida ella sola.

Él se acercó a la orilla mucho más y yo lo hice desde el agua. Se arrodilló y tomó mi mano.

-Sasayaki... valiente...

-Mi vida no me ha hecho tan valiente, Hyakki-kun. -me paré sobre una roca del fondo para elevarme un poco más.- Yo también fui víctima de la guerra, como todos lo fuimos.

Él se sentó en la orilla con los pies en el agua. Estaba dispuesto a escuchar mi desahogo.

-No soy una persona especial. Mis padres me criaron como a cualquier otro niño. Mi padre era masajista y mi madre herborista. Ambos nos enseñaron a mi hermana y a mí las cosas que sabían. Cuando la guerra llegó a nuestra aldea yo tenía 8 años y mi hermana 5 años. Mi madre nos ocultó a Sawagi y a mí en un almacén bajo tierra dentro de la casa. Antes de cerrar la puerta nos dio un beso a ambas y me dijo que mi hermanita era mi responsabilidad en ese momento. Después de que cerró la puerta, no volví a verla. Solo vi la sangre entrando por los costados de las bisagras. Recuerdo que Sawaki comenzó a llorar, pero yo tomé su mano y la masajeé como nos había enseñado papá. Pasamos un día entero ocultas hasta que me aventuré a salir al notar todo muy tranquilo. Mi casa, mi aldea, todo era solo escombros y basura. Aunque no veía a mis padres, el suelo estaba cubierto por los cuerpos de mis amigos y vecinos. Me asusté mucho, pero no podía olvidarme de Sawagi. Le coloqué una venda en los ojos para que no viera ese escenario tan tétrico y la cargué en mi espalda. Recuerdo que me preguntó si se había ensuciado el río por el olor que había. Busqué por días un lugar dónde quedarnos, pero fue muy difícil encontrar techo. Sobrevivimos dos años por nuestra cuenta, yo trabajaba dando masajes para los señores ricos de algunos pueblos. Pero Sawagi era tan activa como débil y cayó enferma de la piel. Aunque intenté curarla con lo que me había enseñado mamá, no fue suficiente. Al quedarme con ella, la comida empezó a escasear y tuve que dejarla sola varias veces por ir a trabajar. Pero... ese día de lluvia... -mi mente reprodujo como si se tratara de un recuerdo del día anterior.

No estás solo, Hyakkimaru.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora