Ellos regresarán

2.7K 350 26
                                    

Todos estábamos dentro de la deshecha casa, escuchábamos la descripción que nos daba el Sacerdote sobre un lugar que encontró en su viaje cerca de un río. Yo escuchaba sus palabras con poca atención, aun me daba vueltas en la mente lo que me había dicho Mio.

-¡Suena como un gran lugar! –se alegró la chica.

-Estarán a salvo allí incluso si comienza una guerra. Lamí el suelo y me pareció bien. –comentó el anciano.

-Vamos, Mio-nee. –dijo Takebo con felicidad. –Vivamos allí.

-S-Sí… -ella parecía dudar de su suerte.

-Pero no tan rápido. –intervino el hombre. –Algo ya posee esa tierra.

-¿Algo? –me extrañé por la palabra usada.

-Pero dijiste que era un lugar vacante. –Dororo se preocupó.

-Es un demonio. –por su actitud, ya lo suponía. –No es algo con lo que queremos meternos a la ligera.

-¿Quieres decir, un monstruo? –preguntó el niño lisiado.

-Es más fuerte que cualquier ayakashi. –le respondió Dororo, luego Hyakkimaru se puso de pie y salió. –Oye, Aniki, no vas a buscarlo, ¿verdad?

Dororo corrió tras él, yo dudaba de si hacerlo también. Hyakkimaru estaba dispuesto a arriesgarse por los niños y por Mio, pero no se daba cuenta de lo triste que pondría a otras personas si no regresaba de esa lucha. Me decidí y corrí hacia él. Dororo intentó detenerlo, pero el joven lo apartó con su brazo.

-Espera, no puedes con esa herida. –lo trataba de convencer el niño.

-Hyakkimaru, por favor. –me coloqué frente a él haciendo que se detuviera. –No vayas, es peligroso y tú aun no te has curado completamente. –intenté parecer fuerte, pero mi voz era una súplica. –Por favor, quédate.

El muchacho me tomó por los hombros, lo que hizo que me sorprendiera. Me sonrojé y noté que él ponía su mano sobre mi pecho. Era el mismo gesto que yo le hacía para decirle que todo estaba bien. Me lo estaba diciendo, Hyakkimaru me había dicho algo. Quería que yo confiara en él. Asentí intentando olvidarme de todos los cuidados médicos que aun le faltaban por pasar. Él continuó su camino, mas Dororo, al ver que no lo logré detener, buscó ayuda en el anciano.

-¡Sacerdote! –gritó.

-Aunque lo dije sabiendo que irías allí. –dijo él tomando su instrumento y poniéndose de pie. –No pensé que irías antes de que tus heridas se curaran.

El anciano salió tras de Hyakkimaru, al pasar a mi lado sonrió y siguió su camino. Yo entrecrucé mis dedos para rezar por los dos. Jamás me perdonaría que algo les pasara, pero conocía a Hyakkimaru, y recuerdo haber dicho una vez que era un cabezota.

-¡Sacerdote, cuídalo por nosotros! –gritó Dororo desde la puerta.

-Yo también me esforzaré… -escuché la voz de Mio y al verla, noté que atesoraba una pequeña bolsita entre sus manos.

-¿A qué te refieres, Mio? –pregunté al acercarme.

-Voy a comenzar a trabajar para los dos bandos. –dijo ella sonriendo para convencernos de que estaba bien.

-¿También vas atrabajar para el enemigo?-preguntó Takebo con sorpresa. -¿Quieres decir que vas a trabajar para ambos lados?

-Sí, a partir de esta noche. –respondió ella con convicción.

-Eso es demasiado peligroso. –le contrarió el niño.

-Sí, ya es bastante difícil para ti. –dijo mi amigo.

No estás solo, Hyakkimaru.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora