¿Qué soy para ti?

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A pesar de andar juntos, Hyakkimaru no quería dirigirme la palabra. Solo andábamos, cada vez que un demonio o algo similar aparecía, se lazaba a matarlo como si de un animal se tratase. Por más que mis palabras quisieran ayudarlo a entender, me había dejado a un lado. No sabía por qué, no sabía lo que pensaba, pero quería que las cosas fueran diferentes entre él y yo. Lo extrañaba y sentía que cada vez lo tenía más lejos de mí.
Por muy mal que me sintiera por ello, jamás lo abandonaría, o eso me repetía en mi cabeza como una ilusa mientras sentía que era cada vez más prescindible para él. Solo lo seguía y lo ayudaba a alimentarse o con sus prótesis, pero para Hyakkimaru, era como si todo hubiese perdido valor más allá de cazar demonios… incluso yo.
Ese día era lluvioso, apenas se podría distinguir si era mañana o tarde, pues no se divisaba el sol de lo cerrado que estaba el cielo. Hyakkimaru y yo solo andábamos en el silencio que él me había acostumbrado a guardar otra vez. Extrañaba su voz, pero no pensé que la escucharía siempre para decir la misma palabra.

-Enemigos.- se despojó de su prótesis y fue hacia un árbol que había a lo lejos frente a nosotros.

Yo solo recogí las prótesis y lo seguí con un paso más lento, pues era obvia mi molestia con respecto a su obsesión por los demonios y demás. Cuando llegué, lo encontré matando un ayakashi. Estaba cubierto de la sangre de la criatura y, con su seria expresión, casi parecía haber perdido toda señal de sentimiento. Suspiré, pero cuando mis labios iban a formular su nombre, una voz masculina se me adelantó.

-Hyakkimaru…- miré hacia la voz así como lo hizo el dueño de aquel nombre.

Era un hombre de edad madura con una barba y ropas humildes. Se encontraba en medio de un gran grupo de cadáveres, restos de soldados muertos en alguna reciente batalla o eso parecía. La expresión de sorpresa se fijó en mi rostro, pues no conocía a aquel hombre, pero era obvio que él sí sabía quién era Hyakkimaru.

El muchacho se le acercó con su inexpresivo rostro y el hombre hizo lo mismo, mas este miraba al joven con ojos de dolor y amor a la par, los mismos ojos con los que yo lo veía desde que habíamos dejado atrás a Dororo. Aunque noté algo más en aquella mirada, era, quizás, un amor diferente. El mayor extendió sus manos con tembloroso gesto hacia el chico y las puso en sus manchadas mejillas, pues la sangre había coloreado parte de su rostro y aun la lluvia no lo limpiaba.

-Tú… tú eres…- decía recorriendo su rostro con sus manos y con un extraño pesar en su voz, para luego apoyar su frente con la de él.- Qué terrorífico eres…- frotó ambas frentes manchando la propia con la sangre que tenía la del muchacho.

Creí nunca volver a ver un atisbo de sentimiento en su rostro, sin embargo, una sonrisa se reflejó en sus labios mientras correspondía al acto de frotar sus frentes. Aquel hombre me miró y luego al muchacho. Se separó de este y yo coloqué las prótesis sobre las descubiertas espadas.

-¿Tú… lo acompañas?- le asentí al señor cuando me preguntó, pero mi desinteresada mirada evidenciaba que mi compañero no estaba en la mejor de las situaciones conmigo.- Vengan, vamos a cubrirnos de la lluvia.

Él tomó la mano de chico y comenzó a caminar, yo lo seguí en silencio, no tenía nada que decir. Nos llevó a una cueva en la que, al parecer, estaba viviendo. Encendió el fuego y sentó cerca de este a Hyakkimaru. Lo despojó de sus ropas mojadas y ensangrentadas y luego se acercó a mí ofreciéndome una de sus ropas secas para que también me cambiara. La tomé y le agradecí. Me despojé de mi kimono empapado y me puse lo ofrecido por ese señor. Cuando volteé a ver, él limpiaba la sangre del cuerpo de Hyakkimaru. Yo me dispuse a limpiar las ropas del muchacho.

-Es piel humana real.- dijo al terminar de limpiar su cara y la reacción del chico fue sonreír. -¿Puedes sonreír ahora?- exclamó sorprendido mientras el otro asentía. -¿Puedes escuchar mi voz?

-Puedo.- respondió Hyakkimaru sorprendiéndome a mí.

-Puedes hablar. Es un milagro.

Desde hacía varios días no me dirigía la palabra y con este hombre se comportaba de una manera tan familiar, que nunca había visto ni siquiera con Dororo o conmigo. Me sentí celosa, pero a la vez feliz. No me importaba quién fuera esa persona, me estaba demostrando que el Hyakkimaru que amaba aún estaba dentro de ese muchacho tan desabrido y serio.

-Tus ojos, veo que sigues ciego.- dijo mirándolo a las prótesis que los sustituían.

-Pero siento.- respondió rápidamente el muchacho poniendo su mano izquierda en la mejilla del hombre.- Siempre he sentido.

-Sí, lo sé.- los ojos del hombre estaban emocionados y serios a la vez, puso su mano sobre la del chico.- Yo soy tu…- se detuvo al hablar y yo lo miré interesada en el final de esa oración.- Tu…- retiró la mano de su cara sorprendiendo al chico.- ¿Qué seré para ti?

Esa misma pregunta me hice una y otra vez en todo este tiempo desde la primera vez que Hyakkimaru provocó en mí un sentimiento de cariño y aprecio. Pero, ahora, incluso después de conocerme, de todo lo que habíamos pasado, ya no sabía cómo me consideraba o qué importancia tenía en su vida. Y quería saberlo, pero sabía que no obtendría una respuesta agradable.

El hombre se volteó a limpiar el paño con el que le había quitado la sangre a Hyakkimaru, pero su semblante se notaba preocupado.

-Te encontré, te di un cuerpo y te nombré. Pero, ¿hice lo correcto? La forma que lo derrotaste, fue casi como…- comentó el señor y se quedó unos segundos en silencio.

-Usted… ¿fue quien crió a Hyakkimaru?- hablé por fin y él asintió.

Luego de eso, los tres estuvimos en silencio, pero Hyakkimaru tocó el arreglo que tenía en su pierna izquierda.

-Esto…- dijo seriamente.

-Está roto.- observó el señor.

-Lo usé para luchar.- respondió el chico y yo bajé la mirada recordando lo mal que lo pasé en aquel momento creyendo que sería la última vez que lo vería.- Quiero otro. Igual.- el señor se sorprendió, pero noté cierto miedo en su mirada.- Lo quiero.

Tanto el hombre como yo miramos las prótesis que se hallaban sobre una madera en el medio de la cueva. Me entristecí, pensé que sería peor si estaba completo. Sería más directo y rápido a la hora de asesinar. Eso no lo quería, no quería verlo así otra vez. Creí que el señor se lo daría, pero su reacción me sorprendió aún más.

-Deben tener hambre.- se puso de pie y echó un poco de agua en una olla.
Sin embargo, Hyakkimaru fue hasta la madera y tomó una de las piezas de la prótesis. Yo noté sus deseos de estar completo en su expresión, pero sabía por lo que era y no me gustaba cómo me sentía.

-Hyakki-kun, por favor, déjalo.- le dije al ver que lo tomaba y el señor se volteó.

-Esto. Quiero esto.- dijo señalando con el objeto al hombre.

-Primero, les prepararé algo de comer.- dijo tratando de disimular su preocupación por el gran interés del muchacho por tener una prótesis otra vez.

Yo se la quité de las manos y lo ayudé a recostarse otra vez en una de las paredes de la cueva. Por esa vez, parecía que le estaba prestando atención a la ayuda que le daba, pero era obvio que su interés no se detendría en ese momento. Lo conocía y sabía que seguiría insistiendo hasta que consiguiera su propósito.

No estás solo, Hyakkimaru.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora