Los ojos del alma

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-Buenos días. ¿Están despiertos? –una voz se escuchó desde fuera del establo.

La puerta se abrió dejando entrar una luz tan fuerte que me despertó al momento. Denkichi tenía una cara preocupada, pero su voz era muy precisa.

-Bandai-sama desea conocerlos.

-¿Bandai? Oh, el jefe.- dijo Dororo frotando sus ojos.

Yo me levanté asustada tras esa entrada percatándome de que aun sostenía la mano del muchacho. No me había soltado en toda la noche. ¿Qué ocurría? ¿Acaso le gustaba que estuviera junto a él al dormir?

-Lamento que no hayamos preparado el desayuno aun. –eso me hizo reaccionar, no se suele dejar a los invitados sin comer al despertarlos.

-No importa. Está bien.- respondió el niño poniéndose de pie.

Luego, los tres fuimos conducidos a través del pueblo por Denkichi. Me fijé que las calles estaban vacías y las pocas personas que vi, nos vigilaban desde las ventanas de las casas. Si el día anterior este pueblo me había parecido extraño, ahora me resultaba espeluznante. Me acerqué un poco a la espalda del muchacho, al menos así me sentía protegida. Denkichi se detuvo frente a una enorme casa.

-Esta es su residencia.

-Increíble. –soltó Dororo.

Entramos al lugar, Denkichi nos condujo a una habitación, la cual se quedó en penumbra cuando cerró las puertas.

-¿Qué? Realmente está oscuro. –comentó el niño.

-Encenderé la vela. –dijo una voz de mujer en la oscuridad, la luz apareció dejando ver a una chica recostada en su cama. –Discúlpenme por estar así. No puedo usar mis piernas.

Eso me dejó pensando, ¿no había dijo Denkichi que era por una herida en una pierna?

-Soy Bandai, jefa de esta villa.-Dororo estaba sonrojado, la miraba fijamente.

-¿Tengo algo en la cara, niño?

-N-No, es que, es muy hermosa.

-Vaya, gracias. –ella cubrió su cara con su manga.

Sentí al muchacho extraño, estaba como reteniendo un sentimiento.

-Me disculpo por llamarlos. –prosiguió ella. –Escuché sobre ustedes de los aldeanos y quería conocerlos. Especialmente tú. –miró hacia el muchacho. –Pensé que podrías ser, y tenía razón.

-¿Eh? ¿Lo conoces? –preguntó Dororo.
Ella no respondió. El viajero se quitó su brazo derecho en señal de amenaza.

-¿Qué estás haciendo? –dijo Bandai, el muchacho se dirigía a atacarla, pero fue detenido por Dororo.

-Oye, ¿qué sucede? Es humana. ¡Detente!

-Dororo, no lo sueltes.- yo también lo retenía por detrás, pero miré a la mujer, su expresión de regocijo era inigualable.

-¡Bandai-sama! –Denkichi y los otros hombres del pueblo entraron a detenernos.

-¡Tiene una espada en el brazo!- todos se abalanzaron sobre el muchacho para inmovilizarlo.

En medio del conflicto, los tres fuimos capturados y encerrados en una especie de almacén. Nos echaron dentro con el mayor desdén posible y nos encerraron ahí. Yo me levanté lo más rápido que pude a comprobar si mis acompañantes tenían alguna herida.

-¿Estás bien, Dororo? –el niño se incorporó, no parecía tener ni un rasguño, así que continué con el joven.

-¿Qué demonios te pasa?- se dirigió al muchacho.- No hiciste nada con el monstruo de anoche. Ella era una señorita amable. ¡Realmente o puedes ver o no ves nada!

No estás solo, Hyakkimaru.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora