Jeca
Después de media hora esperando, Adam seguía sin aparecer, las personas me ignoraban, pero el chico de rubio permanecía sentado a un lado de mí en silencio.
Conforme el tiempo pasaba, más gente se iba acumulando, como si de una reunión improvisada se tratase porque hasta llevaban cervezas. Fue entonces que al tipo de al lado se le ocurrió hacer una llamada por teléfono y Adam decidió aparecer, solo para dejarme esperando otra vez.
Él entró junto a un grupo de cinco personas. Al contrario de la espera anterior, salieron pronto, fue cuestión de minutos. Luego me volteó a ver sin expresión mientras me examinaba.
—Jeca, ven. —Los nervios aumentaron, todos me miraban como si fuese a hacer algo "indebido".
«Calma gente, solo intentaba conseguir unas pastillas para morir».
Entramos a su casa, estaba muy desordenada, olía a cigarro y marihuana. Me desconcertaba estar dentro de ese lugar. Lo peor era que Adam seguía caminando sin decir palabra. Me llevó a través de la sala: Había tres sillones polvorientos de color anaranjado con flores azules; Luego fuimos a las escaleras que estaban un lado de la cocina llena de platos sucios y finalmente su cuarto, el cual no tenía puerta.
Adam pasó primero, dio media vuelta para verme y cuando notó que me quedé en el pasillo volvió a abrir la boca:
—Apúrate, no te estoy obligando a estar aquí. —Odiaba su forma prepotente de ser y odiaba aún más estar en esa situación.
Lo primero que noté fue que su cuarto estaba dividido por una cortina mugrosa que solo me permitía ver un sofá cama y un ropero al que le faltaban cajones. Aunque al principio no entendí por qué, una chica no tardó en salir de ahí medio vestida.
—¿Y esta qué? —preguntó mientras corría la cortina dejando ver el otro lado de la habitación. Había una cama, una especie de librero lleno de cosas sin uso y otro mueble igual de sucio, pero con cajones.
—Ella viene aquí buscando cierto producto —respondió Adam, como si le preguntaran la hora.
La mujer me miró sin disimular. Era muy delgada, al igual que rostro afilado. Se le marcaban los pómulos y las mejillas se notaban acartonadas, tenía enormes ojeras. Con verla se volvía evidente que consumía drogas; sin embargo no dejaba de tener cierto atractivo.
—Está muy niña, ¿no? —inquirió.
—Algo, pero no es lo que piensas —explicó, él buscaba entre sus cajones—. Llévale esto a Arturo —ordenó mientras le extendía una bola de periódico con marihuana dentro—, y esto es tuyo —siguió, antes de darle una pequeña bolsa con algo parecido a una piedra.
Preferí no decir nada y girar la cabeza a otra dirección. La chica salió sin mirarme, Adam la siguió hasta estar seguro de que ella estaba fuera, yo me quedé sentada en el sofá cama que había en el cuarto.
—Ya averigüé lo que querías saber —soltó mientras se sentaba en la cama—: Las pastillas son muy caras, podría dártelas en dos mil.
—¿Dos mil pesos? Es demasiado. Pensé que sería más fácil contigo.
—Y lo es. Yo conseguiré la receta, no es tan sencillo. ¿Para qué las quieres? —cuestionó mirándome fijo.
—Eso no te incumbe, de igual forma no puedo pagarte tal cantidad. —Clavé la vista en mis tenis viejos buscando paciencia.
—Pues, consíguelas tú en otro lado.
—No puedo, debe haber otra forma... ¿Sexo? Estoy segura de que a esa chica le diste drogas por sexo.
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Solo una razón
General FictionAdam es un vendedor y adicto a las drogas que se ve envuelto en un dilema cuando Jeca, una adolescente que él conoció años atrás, le pide ayuda con un encargo peculiar. ••••• Dos personas que viven y ven la vida de forma o...