Adam
Cambié las fechas del viaje de Jeca para el fin de semana más próximo y a una hora que pudiera acompañarla a la central después del trabajo. Durante la semana solo habló de lo emocionada que estaba por conocer a su sobrino y reencontrarse con teddy. No entendía su felicidad, pero me gustaba mucho verla así de contenta.
Se mantuvo en contacto con su hermano hasta el día del viaje, lo que se me hizo extraño porque anterior a eso podían estar meses sin dirigirse la palabra. Lo entendía por parte de ella que casi nunca tenía dinero para recargar crédito, pero Aaron me provocaba coraje.
Cuando llegó el ansiado día tomamos un taxi, haciéndonos llegar a la central mucho antes y nos tocó esperar casi dos horas. Mientras tanto compramos algo de comer y nos sentamos a almorzar. Jeca me platicaba sobre su cuñada, Rosa. Según me decía, era casi una desconocida, hablaron pocas veces y cosas superficiales en lo que Aaron salía de bañarse o se desocupaba de alguna labor.
—Incluso creo que hay un poco de rencor en mí. Aarón y yo nunca nos llevamos bien, cuando por fin empezamos a tratarnos como hermanos de verdad, se enamoró de Rosa y al poco tiempo se fueron juntos. No me malentiendas, me encanta que él esté feliz, me encanta saber que está bien, pero me hace falta, mucha falta. —Tragó saliva intentando no llorar.
—Yo... lamento oír eso. Me es difícil entender porque nunca tuve buena relación con mi hermana, hasta ahora no hablamos mucho a pesar de que vivimos en la misma ciudad, no la veo desde hace casi un año. Es un poco, no sé, inexplicable.
—Entiendo, no todos pasamos por las mismas vivencias —puntualizó poniendo un mechón de cabello detrás de su oreja.
—Pero me alegro por ti, me gusta verte así de feliz.
—Gracias, sin ti todo sería más triste. Haces que todo sea más llevadero.
—Regresemos a esperar adentro —pedí poniéndome de pie. No quería sentir de nuevo la presión de ser su salvavidas.
Tomé la maleta de Jeca, la ayudé a pararse y caminamos de vuelta tomados de la mano. Algunas personas nos miraban con desaprobación o incertidumbre, no fueron muchas, pero ella se dio cuenta.—¿Por qué nos miran así? —balbuceó casi preocupada después de caminar frente a una pareja de ancianos.
—No sé. Una chica menor de edad, acompañada de un drogadicto, es algo completamente normal y poco preocupante —expliqué con sarcasmo, ella movió la cabeza a un lado casi tocando su hombro.
—No eres solo eso. No tienen porque juzgarnos si ni siquiera saben nuestros nombres, la apariencia no lo es todo.
—No te aflijas nena, es normal que la gente juzgue sin conocer, con el tiempo te acostumbras o te importa menos.
—Cierto, a mí me decían puta en la secundaria, pero al final tenían razón —soltó en un intento de aligerar la tensión.
—No. No la tienen, ni la tenían, si fuese así no estaría en abstinencia sexual, estaríamos teniendo sexo de despedida en el baño —argumenté de la misma forma, pero el ambiente se puso peor.
—¿Es en lo único que piensas? —reprochó frenando de pronto.
—Casi siempre.
»En media hora llegará tu camión. Espero que te diviertas allá, que te guste el lugar y quizá luego podrías irte a vivir con ellos, lejos de tanta toxicidad.
—También espero eso, aunque no quiero alejarme de ti —confesó con una mirada triste.
—Estarás bien sin mí, mereces algo mejor.

ESTÁS LEYENDO
Solo una razón
General FictionAdam es un vendedor y adicto a las drogas que se ve envuelto en un dilema cuando Jeca, una adolescente que él conoció años atrás, le pide ayuda con un encargo peculiar. ••••• Dos personas que viven y ven la vida de forma o...