10) Llegar

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Jeca

Me pasé la semana intentando llegar temprano a la primera clase, y por fortuna lo logré; de nuevo estaba entre los "alumnos perfectos" así los maestros pasaban de mis problemas en casa. Que por cierto, después de esa charla madre e hija apenas y cruzamos palabras.

Por las tardes iba a casa de Adam, como todo estaba en orden y no me gustaba no hacer nada, me dispuse a acomodar el segundo cuarto, pero me fue casi imposible. Había muchas cosas que ni siquiera sabía si servían, pedazos de computadoras, cables, aparatos viejos. Por lo menos logré hacer que se viera el piso, también quité un poco el olor a polvo.

El jueves Antonio me preguntó que si volveríamos a trabajar "en la casa prestada". Yo tenía toda la semana sin saber del dueño, así que no estaba segura de cuando volvía:

—No sé, te confirmo en la tarde, debo preguntar a Adam. Se supone que regresaba esta semana, pero no sé cuándo.

—¿Adam es el dueño?

—Sí.

—El dueño con rostro sensual, eh —me recordó en tono de broma.

—Por favor, no significa nada —aseguré riendo. Antonio me devolvió la sonrisa, pero no pudo sostenerme la mirada.

Esa tarde tenía que lavar ropa, me olvidé del celular. Hice limpieza, me bañé y hasta las ocho de la noche recordé que Antonio esperaba respuesta. Tomé el teléfono para enviarle un mensaje a Adam, pero él se había adelantado:

"No he muerto, la casa sigue siendo mía, aunque no te acuerdes de mi"

"No quería molestarte, justo estaba por escribirte para saber cuándo vuelves"
Respondí, él me llamó.

—¿Hey, cómo estás? —pregunté a modo de saludo.

—Bien. No tan bien como quisiera, pero bien. ¿Por qué quieres saber cuándo regreso?

—Me preguntó un compañero de proyecto. Quiere saber si iremos a seguir con esa estupidez en tu casa.

»¿Por qué no tan bien?

—Luego te cuento.

»Pues invítalos, llego el sábado en la tarde, pero probablemente solo esté un rato en casa para bañarme y dormir, quiero ponerme al corriente con Malcolm

—Perfecto, hasta entonces...

—¿Tú estás bien? —indagó antes de colgar.

—Estoy, ya es ganancia. —Él soltó una risa tonta.

—Perfecto, hablamos luego. —Me despedí de él y terminamos la llamada.

El viernes les avisé a mi equipo que sí podríamos usar la vivienda de Adam, básicamente eso fue lo más relevante en mi día escolar.

Cuando llegué a casa mi madre estaba vistiéndose para ir a trabajar. Ella decía que era mesera en un bar y yo fingía creerle, aunque ambas sabíamos que era una mentira para no hacer más incómoda nuestra relación.

Después de comer revisé si tenía tareas pendientes, todo estaba en orden, así que mejor me fui al que se estaba volviendo mi segundo hogar.

Estando ahí fui al cuarto lleno de porquerías, recordé haber visto unos cojines polvorientos y una aspiradora en desuso, también aproveché para jugarle una bromita a Adam.

Primero intenté limpiar los cojines con la aspiradora, descubriendo porqué estaba allá donde nadie la podía ver; Esa cosa se apagaba sola, no duraba ni cinco minutos y tenías que esperar otros cinco para que volviera a encender. Me pasé horas limpiando cuatro cojines. Una vez terminada mi tarea me sentí orgullosa, así que los puse en los dos sillones anaranjados que Adam tenía en su sala.

Solo una razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora