16) Defensa Pt. 1

8.9K 1.1K 478
                                    


Adam

Jeca se fue, me quedé solo y confundido. Intenté volver a dormir, pero al verme dando vuelvas a lo mismo como tonto, hice caso a mis instintos y bajé a comer. Comí hasta sentir que apenas podía respirar a pesar de que ya no tenía hambre, luego me eché en el sillón a fumar. 

Relajado y con tiempo de sobra me bañé porque sabía que despedía un olor similar al hule quemado y me asqueaba, luego a por fin lavar el vómito de mis tenis.

Me sentía extraño, ansioso, frustrado. Todo parecía estar bien, pero aún así algo dentro de mí se alertaba inquietándome. Era por Jeca, lo sabía, pero aceptarlo sería dar un paso que no quería dar. La comodidad era primordial para mí, salir de mi zona de confort, incluso pensarlo se volvía abrumante.

Subí a la habitación, puse música y pasé el resto de la mañana haciendo labores domésticos. Pasado el mediodía preparé algo de comer, lavé ropa y empecé a vestirme para irme a mi primer día de trabajo. El turno era de cuatro de la tarde hasta la medianoche; me tocaba quedarme al cierre. Distraer la mente era algo necesario.

Llegué al trabajo un poco cansado, me dio sueño a eso de las tres de la tarde.
Jessica me recibió muy feliz, me presentó al personal, me acogieron con una actitud agradable. El lugar tenía música a la moda, el ambiente se sentía jovial y alegre; mi turno fue más practicar y conocer cómo era el trabajo. Al final hicimos la limpieza y nos llevaron a casa; llegué a las dos de la madrugada por el recorrido que hacía la camioneta de personal, pero no me importó porque estaba cansado y entré directo a dormir.

Así fue mi rutina durante la semana: Me despertaba casi a medio día, desayunaba, lavaba mi uniforme, fumaba un gallo, preparaba algo de comer y me iba a trabajar junto con Jessica. De nuevo nos estábamos volviendo cercanos, pero no tardé en darme cuenta que ya no tenía el mismo efecto afrodisíaco en mí. De cualquier forma no me negaba, ya había terminado mi tratamiento y a mitad de semana, ella se quedó en mi casa. Yo no sentía que fuera lo mismo de antes, ya no me sentía tan atraído, pero Jessica no parecía darse cuenta o por lo menos no dijo nada hasta casi una semana después de empezar a trabajar con ella. Estábamos en mi habitación, habíamos dormido juntos:

—¿Qué pasó con la niña? —preguntó, mientras se vestía.

—¿Qué niña? —inquirí confundido.

—La que limpiaba tu casa.

—¿Jeca? No sé, no la veo desde que entré a trabajar.

—¿Pero sigues hablando con ella?

—Supongo. ¿Por?

—No te he visto hablar con ella en lo que va de la semana, y antes eran más unidos.

—Ah, es por el trabajo, no me deja mucho tiempo. No he podido hablarle —expliqué tomando mis bóxers. Jessica sonrió.

—¿No puedes o no quieres? —La miré por unos segundos, luego me agaché para recoger mi pantalón y ponérmelo. Sabía que la mujer seguía esperando respuesta, así que tomé asiento al borde de la cama.

—No quiero verla, pero sí quiero —solté, Jessica se sentó a mi lado para ponerse los tenis.

—¿Es lo que estoy pensando? —cuestionó, mientras se abrochaba las agujetas. Pensé en qué responder. No podía seguir ignorando el asunto, tampoco mentirle a ella. Quizá aceptar la verdad me haría superarlo más rápido.

—Creo que empiezo a sentir cosas por Jeca, pero no quiero; no debería, porque es muy joven para mí. Ella apenas empieza a conocer su mundo, incluso dudo que se conozca a sí misma. Perdón que te confiese esto, sé que no es buen momento —admití frustrado. Volteé a ver a Jessica, no sabía qué pensaba.

Solo una razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora