Adam:
Abrí los ojos de golpe y lo primero que me encontré fue una luz que podría jurar quemó mi retina. ¿Muerte? Había muchas voces, tenía la vista nublada y seguía escuchando distorsionado. Quise incorporarme pero no pude. No estaba en mi casa, había un olor peculiar en al aire que reconocí de inmediato, una mezcla de medicamentos, enfermedad y limpieza que me alteró en segundos. Aunque distinguía mejor, estaba a nada de entrar en pánico. Una mujer se acercó con suavidad a mi rostro.—¿Ya despertaste? ¿Estás bien?
—Sí... —mascullé atontando.
—¿Cómo te llamas? ¿Puedes recordar qué estabas haciendo? —inquirió con calma, su paz me controlaba.
—Eh, me llamo Adam Maciel. Yo estaba en mi cama antes de aparecer aquí... ¿Estoy en un hospital? ¿Qué...
—Tranquilo, perdiste el conocimiento, pero todo estará bien —indicó poniendo sus manos frente a mí como evitando que me levanté—. ¿Cómo te sientes?
—Raro. Me duele la cabeza, estoy mareado y confundido.
—Estamos intentando que te sientas mejor, todo estará bien. En un momento vendrá el médico a explicarte todo, ¿sí? Mientras te cambiaré el suero.
—Claro —asentí cerrando los ojos.
Lo último que recordaba era estar en mi habitación inyectándome. ¿Qué había pasado que me hizo acabar en el hospital? ¿Acaso salí drogado y tuve un accidente? ¿Me habría caído? ¿O quizá me atropellaron? Esas opciones explicarían el dolor de cabeza. Pero me recordaba muy cansado, ni siquiera podía ponerme de pie.
«Todo mal» me dijo mi cabeza. Empecé a tener ansias mientras la enfermera me explicaba que saldría un momento para llamar al médico, yo no quería quedarme solo.
Iba a sumergirme en teorías cuando un doctor entró a verme, se presentó y me explicó qué pasó conmigo. Al parecer tuve una sobredosis por heroína, me trasladaron a urgencias en una ambulancia que Eliana pidió. Me encontraron inconsciente, pero con pulso y en el hospital me estabilizaron usando algo llamado Naloxona. Yo iba a estar bien, aunque tenían que hacerme unos exámenes para asegurar que mi corazón no hubiese sufrido daños; el toxicólogo iría para verificar lo mismo y definir si era necesario ponerme cita psiquiátrica.
Era mucha información en poco tiempo. Demasiadas vivencias en un solo día.
Concluimos la conversación con un "todo estará bien" aunque yo sabía que no sería así. El doctor salió para dejarme descansar. Apenas se fue, cerré los ojos y me dio un ataque de risa que concluyó en una tos espantosa. Menos mal tenía el estómago vacío, de otra forma hubiera manchado todo el piso.
Alguna vez escuché la frase "Lo bueno de tocar fondo es que ya no puedes seguir cayendo y solo te queda subir" pero en mi caso, cuando pensaba que no podía dar más pena, me superaba a mí mismo. Daba tanta lástima que era gracioso. Todas las decisiones que había tomado me llevaron por caminos fáciles que se volvieron más densos y turbios, mismos de los que sentía no poder salir.
De pronto empecé a sollozar por lo patético que resultaba jactarme de que podía estar bien solo, que podía dejar las drogas y terminar con una sobredosis cuando no pasaron ni tres horas de que Malcom me dejó en mi casa. ¿En qué me había convertido? ¿Acaso merecía vivir? De no ser por mi hermana yo no la hubiera contado.
«Eliana "salvó" mi vida» pensé de pronto.
Hundí más la cabeza en la camilla deseando estar dormido o alucinando porque odiaba los hospitales, no sabía que pasaría conmigo ahí dentro y Eliana estaría muy enfadada por mis estupideces cuando asimilara que yo sería dado de alta pronto y que todo ese embrollo era culpa de mis adicciones.

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Solo una razón
Aktuelle LiteraturAdam es un vendedor y adicto a las drogas que se ve envuelto en un dilema cuando Jeca, una adolescente que él conoció años atrás, le pide ayuda con un encargo peculiar. ••••• Dos personas que viven y ven la vida de forma o...