41.2) Jeca

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Jeca:

Veía la luz del techo, amarillosa, cegadora. Ya tenía rato observando el mismo punto, tampoco es que hubiera muchas opciones dentro de aquel cuarto de hospital. Había fallado, todo quedó en intento y yo reposaba en una camilla junto a otras cinco mujeres en la misma habitación. No quería hablar con nadie, no quería ver a nadie, solo me quedaba meditar lo que la enfermera explicó cuando recobré la conciencia:

Según entendí, los paramédicos me encontraron desmayada, así que me llevaron en la ambulancia, me pusieron oxígeno, mi presión estaba muy alta y una vez en el hospital hicieron todo para estabilizarme. Me trataron por intoxicación, tuvieron que ponerme una sonda por la nariz para sacar todo el medicamento que pudiera quedar dentro de mí.

La sangre que escupí era de los vasos sanguíneos de la nariz que se reventaron debido a la presión alta provocada por las pastillas, al estar boca arriba el fluido no encontró mejor camino que mi garganta, por eso sentí que me ahogaba. De igual forma tuvieron que hacerme exámenes médicos para descartar una úlcera gástrica reventada.

Todo fue puro drama, el desmayo fue una reacción al dolor intenso de estómago, para evitar que tuviera consecuencias peores me medicaron y así controlaron la presión tan alta que traía al llegar. No iba a morir, tal vez no estuve muy lejos de hacerlo porque pude tener un infarto, pero no pasó. Eso era todo, yo iba a estar bien, suponiendo que eso fuese algo positivo.

Frente a una enfermera y una trabajadora social tuve que admitir que había intentado suicidarme, además de confesar las razones que me llevaron a hacerlo: Madre adicta, ex novio adicto, jefe abusador, malas relaciones, malas decisiones. Me veían con lástima y como compartía habitación con otras personas, nadie me daba tiempo de procesar todo lo que estaba ocurriendo, ni de imaginar lo que pasaría conmigo. Entre cuestiones, explicaciones y medicación pasé un día entero.

No fue hasta que apagaron las luces y todo quedó en quietud, que pude hacer una introspección: ¿Qué estaba pensando? Quizá era la medicación que me aplicaron para dormir o las palabras genéricas de la trabajadora social, pero no sentía tanto odio dentro. Lo que sí tenía era mucho miedo. Miedo a lo que sucedería conmigo una vez me dieran el alta, miedo a no haber aprendido nada positivo de mi intento de muerte, miedo a enfrentarme a la vida otra vez. Tenía pánico porque no sabía que tanto iba a afectar mi entorno y si estaba lista para plantar cara a todos esos cambios que suponía vendría. Pero mi mayor temor era que después de eso, todo siguiera igual.

Tendría que empezar a ir a ver un psiquiatra, me lo habían dicho ahí en el hospital y la idea me parecía un golpe más a mi ya de por sí maltratado ego. «Al parecer todos debemos forzarnos a vivir o de otra forma estaremos oficialmente locos» seguía quejándome internamente con la vista techo.

Estaba dividida, una parte de mí quería decir que todo lo sucedido era una señal, una segunda oportunidad donde algo inesperado sucedería y mi vida tomaría un rumbo perfecto al poco tiempo. Otra, en cambio, repetía que nada podía salir bien de ese lastimero intento de suicidio tan estúpido. Tal vez merecía esa soledad que estaba sintiendo, tal vez merecía el dolor en el cuerpo, quizá era tan egoísta que merecía seguir viviendo igual hasta amar la miseria.

Pase el brazo por la cabeza, cerré los ojos para dormir porque el sueño me estaba venciendo y ya no quería pensar más. Fue inevitable volver a reprocharme por ser tan estúpida antes de ceder al descanso, esa era mi forma de desearme buenas noches.

Durante la mañana del día siguiente, los pasantes de medicina se presentaban a preguntar por tu estado de ánimo, nombre y luego te explicaban que pasaría contigo el resto de ese día. Proceso mecánico que repetían con todas las pacientes.

—Así que Jeca, quizá pronto puedas irte a casa. Tus signos vitales están bien, hemos controlado la presión, tu cuerpo está limpio... Solo esperaremos que te visite la trabajadora social para platicar contigo otra vez y ver su conclusión. Estarás bien, no olvides que tu cita en psiquiatría es importante, por favor no vayas a faltar. Tu cerebro no está produciendo ciertas sustancias, así que él probablemente te mande algunos fármacos para ayudarte un tiempo hasta que todo se regule. También tienes que empezar a ir con un psicólogo, eso hará todo el proceso más rápido. Es muy importante que no faltes a tus citas, la salud mental debe ser prioridad. —explicó con condescendencia. Era un chico joven, incluso más que Adam, relleno, pálido y con una sonrisa amigable. Solo intentaba hacer su trabajo, pero no podía evitar sentirse nervioso ante mi situación.

Solo una razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora