Adam:
Después de esa maravillosa noche de sexo y otro encuentro en la madrugada para desquitarme por las ganas reprimidas, desperté sintiéndome muy bien; la gripe estaba casi curada por completo y mi humor estaba tan relajado que no paraba de sonreír. ¿Era yo o hasta la gente en la calle parecía más feliz?Pasaron unos días llenos de trabajo, navidad estaba a un par de semanas y las personas que iban de compras a la plaza donde trabaja se detenían a comer algo. Estábamos llenos de clientes, no me quejaba, mi propina era muy buena. Mi hermana me llamó, pero no pude responder sino hasta mi hora de comida
—¿Qué hay Eliana?
—Quedaste en llamar para avisar si pasarías navidad con nosotros, Adam...
—Estaba seguro que le avise a mamá que sí... Sí, iré con ustedes.
—Mamá es una, yo otra. Debiste decirme a mí también. Esteban quiere que hagamos un intercambio de regalos, ¿qué piensas tú?
—Que es una estupidez... Pero vamos, estoy seguro que soy el único que falta de saber a quién le va a regalar, ¿verdad?—Exacto —admitió con un canturreó que no había escuchado desde hace mucho—. Te tocó Ana Paula. Debe ser un regalo no mayor a doscientos pesos; intenta no darle dulces, el azúcar la altera. Es talla ocho de ropa, ocho años; le gusta el morado, las princesas y los animales, pero no puede tener mascotas. ¿Tienes en que venir en navidad?
—No sé. Estoy agobiado, me acabas de dar una mucha información que no he procesado, ¿talla qué? ¿Cuántos años tiene Ana Paula? ¿No tenía seis?—No Adam, tiene siete, pero está alta. Mira, da igual es solo una regalo para una niña. Avísame cuando estés en casa unos días antes de Navidad, te llevaré el auto de Fernando para que hagas las compras que necesites y para que vayas a vernos, sin fallas, Adam.
—Dios, tantas cosas en pocos segundos. Sí Eliana, sin fallas, ahora déjame intentar recordar todo —colgué confundido, empezaba a estresarme y no quería eso.
En la noche le mandé mensaje a Jeca para que fuera a mi casa, quería contarle mi plan para navidad y también quería fornicar como conejos aunque no nos veíamos tan tiernos como ellos.
Cuando llegué a casa, ella ya estaba ahí, había preparado incluso algo para cenar lo cual me puso nervioso, quería correr, no lo niego. La tensión fue peor cuando empezamos a hablar de nuestro día mientras cenábamos. Estaba ansioso, estaba con ella de una forma que no se sentía bien, era una imagen mental como de estar casados. Intenté relajarme pensando que sería solo esa ocasión y recordando que si no se lo hubiera pedido, ella no estuviera en mi casa.
—¿Qué harás en noche buena? —pregunté, de pronto. Ni siquiera el tema iba acorde con lo que ella estaba hablando. Me sentía tan nervioso que mi voz salió más aguda.
—Nada, trabajaré hasta las once de la noche y de ahí a casa a dormir. ¿Y tú? ¿Te sientes bien, Adam?
—Sí —respondí inmediatamente—. Mi hermana me invitó a su casa el veinticuatro, descansaré el veinticinco. ¿Quieres ir?
—No, yo estoy bien, no me sentiría cómoda ahí. Gracias por la invitación. —Se hizo un silencio incómodo, no sabía qué decir para romper esa tensión que se sentía, ¿o el tenso era yo?
—La comida te quedó muy rica —añadí con una sonrisa, el rostro de Jeca se iluminó.
—Gracias, es la segunda que vez que la hago, tenía miedo de que no te gustara —celebró.
De nuevo me sentí presionado, era como una escena de telenovela barata. La pareja feliz recién casada, cenando juntos, pasando una velada perfecta para cerrar la noche haciendo el amor, ¿cómo podría huir? ¿Cómo podía arruinar el momento perfecto? Tenía que hacerlo, era demasiado.
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Solo una razón
Ficção GeralAdam es un vendedor y adicto a las drogas que se ve envuelto en un dilema cuando Jeca, una adolescente que él conoció años atrás, le pide ayuda con un encargo peculiar. ••••• Dos personas que viven y ven la vida de forma o...