07) Huir

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Jeca

Una vez Adam se fue, me encerré en mi cuarto y me quedé viendo sus llaves. Ni siquiera sabía para qué servían cada una, en total eran como seis, tendría que experimentar puerta por puerta, aunque solo importaban la de la reja y la entrada principal.

Mientras intentaba descifrar su uso por el tamaño, observé el "llavero" que más bien era un hitter con colgante. Suspiré pensando que Adam se había convertido en el centro de mi vida y aunque eso sonaba romántico, nada más lejos de la realidad. Apenas sentía por él un leve aprecio, incluso pensar en tener algo más allá que una simple amistad me daba un poco de asco. 

Así me di cuenta que otra vez estaba despierta en la madrugada. El tiempo se iba, el cansancio se acumulaba, pero el sueño era un visitante fugaz.

No podía levantarme de la cama el lunes en la mañana, no llegué a la primera clase. Entré a la escuela apresurada, había olvidado que la segunda clase era anatomía, teníamos que llevar el proyecto para presentar y explicar nuestro avance. Antonio se encargaba de guardarlo y moverlo, ya que su mamá lo llevaba a la escuela e iba por él a la salida:

—Ey, ¿cómo está Beto? —pregunté apenas me senté; Así habíamos nombrado al muñeco.

—Hola. Él bien, ¿y tú? —saludó Antonio con una sonrisa.

—Bien... Un poco cansada a pesar de llegar tarde.

—Te ves cansada, espero que puedas dormir mejor —deseó Antonio, posando su mano en mi hombro, yo solo sonreí.

La clase siguió, Beto fue la sensación y el ejemplo de cómo se debía trabajar en equipo; lo cual nos tranquilizó, el fastidio estaba valiendo la pena. A la hora del receso la mayoría salió, yo me quedé en mi lugar y Antonio se ofreció a hacerme compañía:

—¿Y qué tal tu fin de semana? —cuestionó animado.

«Veamos: Adam intentó follarme, asaltó una farmacia, mi madre me golpeó, amenazó y dejó sola, intenté suicidarme, pero evidentemente quedó en intento...» Pensé.

—Todo normal —declaré sonriendo.

Empezó una plática sobre su fin de semana, que para él  fue una tortura porque tuvo que ir a una fiesta del trabajo de su padre. Por dentro estaba burlándome de su tragedia.

La siguiente clase fue libre y aunque odiaba que los maestros faltaran, esa vez fue diferente porque estaba congeniado bien con Antonio, otra vez. No era difícil, siempre escuchaba, en el fondo era fanático del humor negro igual que yo, teníamos cosas en común y además solía tener temas de conversación muy interesantes. La estábamos pasando bien hasta que me aparté el cabello del cuello inconscientemente. Me miró unos segundos, noté como cambió su expresión y volví a poner el cabello en su lugar intentando desviar el tema, pero no funcionó:

—Jeca... tienes una marca, ¿qué te pasó? —cuestionó preocupado, señalando con el dedo.

—Nada, yo... Es que... —Mientras buscaba  una excusa, Antonio cambió su expresión por completo a sorprendido y luego se volteó.

—Ya entiendo, está bien... Supongo que por eso estás cansada. —Hizo una pausa, apretó los labios hasta reducirlos a una fina línea—. Perdón, eso fue inapropiado, lamento haberme metido. —Sin decir más se puso de pie y salió del salón supuestamente para ir al baño.

Solo una razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora