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Adam

Después del bochorno dentro del consultorio y múltiples regaños por parte del personal de salud, pude salir casi triunfante sabiendo que era infección curable en su totalidad.

Fui a desayunar con Jeca, hablamos sobre su decisión de suicidarse, como si aquello fuese algo casual. Aunque fue una charla muy superficial, creo que logré persuadirla. El momento se volvió incómodo para ambos, pero conforme el tiempo pasaba la plática fluyó nuevamente y terminamos riéndonos de todo y por nada.

—¿Y ahora qué harás? —pregunté aflojerado, caminando junto a ella para tomar el camión.

—No lo sé, ya es muy tarde, casi salen los de la escuela. Podría ir a casa y si mi madre pregunta decir que salí antes. ¿Tú que harás?

—Bañarme para empezar mi tratamiento. ¿No pasas a casa un rato? Necesito una distracción para evitar pensar en sexo. —Encogí los hombros, ella me miró burlona, luego imitó mi gesto.

—Vamos...

Íbamos sentados juntos, había llevado el mp3 y ambos escuchábamos la canciones que Jeca había puesto en el; algunas me gustaban, otras ni siquiera podía oír la mitad, empezaba a entender lo que sentía ella cuando ponía mi música.

El sueño comenzó a cobrar factura, íbamos en silencio y bostezando. Jeca recargó la cabeza en la ventana y cerró los ojos, sentí ganas de ofrecerle mi hombro, pero pensé que podría malinterpretarse.

La desperté para bajarnos, ninguno de los dos habló casi nada, ni siquiera cuando entramos a casa:

—Voy a bañarme para comenzar a ponerme eso... en eso —avisé, Jeca alzó su pulgar.

—¿Puedo poner música mientras tú haces... eso, en eso? —preguntó imitando mi tono de voz.

—Sí, haz lo quieras. —Me quité la camiseta y se la arrojé en la cabeza, ella soltó una risa burlona.

Mientras me bañaba, escuchaba las canciones que Jeca había puesto, era una mezcla de diferentes géneros y estilos, desde rock hasta baladas. Así era ella, una extraña mezcla de todo que en conjunto forman algo extraño, pero atrayente. A veces salvaje, a veces calmada, vacía en ocasiones y con mensajes que me dejaban meditando en su mayoría.

Me puse a pensar en todo lo que sucedió esa mañana. Después de querer huir, de que me revisaran el pene, de hablar sobre mi vida sexual con tres desconocidos, de saber que tenía una infección por no usar condón; lo que más me hizo sorprenderme fue saber que Jeca no era virgen. Solo pensar qué clase de tipos podrían gustarle me parecía raro. Ni siquiera podía imaginarla con novio, era algo extraño lo que sentía al respecto.

Luego de aplicar el tratamiento, llamé al hospital donde mi madre tenía seguro para hacerme unos análisis de orina y así terminar con toda esa pesadilla. Me vestí en el baño y salí por una camisa limpia a mi cuarto:

—Listo, mañana tengo que llevar la muestra y mañana mismo me dan el resultado. Eso es primer nivel —anuncié, mientras entraba al cuarto, Jeca estaba acostada boca abajo en el sofá cama pintándose las uñas, no supe porque, pero su cuerpo me resultó tentador en esa posición:

—Genial, pronto estarás sano...

—¿Es el que te regalé? —pregunté desviando la atención a sus manos.

—Sí, siento que es un color muy navideño, pero da igual, se ve bien. —Seguía sintiéndome atraído a mirar su cuerpo, así que me acosté en mi cama observando al techo, intentando poner atención a la canción que sonaba en ese momento.

Solo una razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora