12) Caras

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Adam

El domingo me pasé la mañana solo, como quería estar. Seguía con miedo y aunque Jeca prometió que me ayudaría, no había hablado con ella después de despedirse. Supuse que tenía algo más que hacer. En el fondo me aliviaba no hablarle, pues hacerlo era un paso más a descubrir cuál era mi problema y eso me aterraba. Mi única distracción era la televisión o la música aburrida que a mi querida amiga se le había ocurrido meter al usb. Ambas cosas apestaban.

Malcom llegó durante la tarde a invitarme a una fiesta de no sé quién, que se haría el siguiente sábado en no sé dónde. No estaba interesado en ir porque su invitación iba más allá de ser amigable conmigo. Lo que me entusiasmaba era vender mercancía en aquel lugar, necesitaba dinero.

—¿Vas a llevar a mi amor? —me preguntó, dejándose caer en el sillón.

—¿Quién es tu amor? ¿La marihuana?

—Ni que fumara tanto como tú, hablo de Jeca.

—No sé si ella quiera ir, es un poco rara —comenté imitando su acción.

—Convéncela, hace mucho no la veo y además quién sabe, puede que se anime a conocernos mejor. —No me agradaba el tono juguetón de sus palabras, pero confiaba en que ella no le haría caso ni de broma.

—Quizá la invite si me prestas tu moto.


—¿Para qué?

—No tengo en que moverme, ella no querrá ir si la expongo de esa forma —mentí. Él lo pensó unos segundos.

—Mi mamá no me deja usarla desde que choqué, pero yo creo que sí me dejará prestártela. Te aviso en la semana y la traigo acá.

Una hora más tarde llegó Jessica con Janeth, ambas pasaron y lo primero que hicieron fue reclamarme por la actitud de Jeca.

—Sí, es una tipa amargada y pedante, pero su forma de ser no es mi problema. Ya déjenla en paz, ella solo seguía órdenes —expliqué sentado en el sillón.

—Estoy en labor de convencimiento con ella. Primero dejen que ponga su cara aquí —dijo Malcom señalando su entrepierna—, luego se la parten.

—No le partan la cara. No quiero que la toquen —exigí a las chicas con la voz calma.

—No sabía que te importaba tanto la niña zorra —se metió Janeth.

—No es eso —aseguré negando con los ojos cerrados.

—¿No te importa? —cuestionó Jessica.

—Me refería a que no es niña, ni es zorra. 

—Ojalá así te expresaras de mí —reclamó la morena buscando un encendedor entre los cojines.

—Nunca he hablado mal de ti, al contrario, pero ni así me haces caso. Insistes en no llegar a más —alegué con tranquilidad.

—Esto se está poniendo aburrido. Sé a dónde va llegar esta discusión, así que me voy a casa —se despidió Malcom. Me robó un cigarro y salió sin voltear.

Solo una razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora