Jeca
Después de despedirme de Adam, todo se volcó. Me quedé recostada en la cama pensando en que su rechazo era porque en realidad no tenía atracción hacia mí en esa forma.
Me puse de pie para cambiarme la ropa, y mientras lo hacía, reparaba en cada detalle físico, asqueada, odiaba mi cuerpo, lo veía hasta deforme. No creía que alguna persona pudiera interesarse en mí por mi físico, luego empecé a evaluar la personalidad y llegué a la conclusión de que todo estaba mal conmigo. Nadie debía estar a mi lado, cualquier persona merecía algo mejor que yo.
Era aterradora la percepción que tenía de mí misma, había un profundo hueco en mi autoestima que me ponía vulnerable. Necesitaba un abrazo y al mismo tiempo sentía que ni siquiera merecía eso.
¿El respeto era de verdad o solo una excusa? No podía evitar pensar en Jessica y comparar su relación con Adam. Le tenía envidia. Yo quería ser como ella, quería tener su confianza, su cuerpo esbelto y su grupo de amigos.
El domingo seguía frustrada de muchas formas; muy triste durante el día y caliente por la noche. Con una barrera mental que me impedía autosatisfacerme, no podía alcanzar el orgasmo, no podía dormir, no tenía con quien hablar y pensar estar con algún hombre me hacía sentir vergüenza de mi cuerpo.
El lunes regresé a la escuela intentando disimular mi odio al mundo, quería pelear con alguien, pero el que me molestaba ya ni siquiera me volteaba a ver, tal como Adam predijo. Por la escuela se había corrido el rumor de que mi novio "el malviviente", con pinta de "cholo" iba a golpear a todo aquel que me mirara o me hablara. Si antes nadie quería acercarse a mí, después de eso menos.
Me hartaba de mi mal humor, tenía sueño y ganas de solo estar acostada. Las clases se sentían más pesadas cada vez, concentrarme me costaba mucho y me importaba menos, no encontraba una motivación para seguir asistiendo a la escuela. Las cosas con mi madre se habían calmado, pero mi cuarto era el único lugar donde estaba cómoda.
El viernes, charlando con Antonio sobre el proyecto de anatomía, comentando que había acabarlo por flojera que nos diera. Él explicaba lo que seguía de hacer, yo me aguantaba los bostezos.
—¿Estás bien? —preguntó de pronto.
—Sí, ¿por qué?
—Has estado muy distraída toda la semana y si no estás distraída estás de mal humor... —observó con timidez, yo me quedé viéndolo mientras pensaba: «No está tan mal, quizá con tantas ganas acumuladas salga algo más o menos decente».
—No, no estoy bien. Estoy en esos días que... mis hormonas están locas, mi humor de la verga y yo empiezo a dudar de que quiero —admití.
—Bueno, quizá puedo ayudarte en...
Antonio empezó a hablar, pero yo seguía perdida pensando en que quizá un reencuentro con él no estaría mal, luego me di cuenta de las estupideces que estaba pensando e intenté ponerle atención al chico frente a mí. Muy tarde, él se dio cuenta que no estaba escuchando y se molestó.
Verlo con esa cara me hizo darme cuenta de lo egoísta que solía ser, lo alejaba de mí, de hecho yo alejaba a todos de mí con mi actitud. Estaba asqueada, quería desaparecer para dejar de ser un imán de decepciones y rechazos. Nadie merecía tener a una persona tan egoísta como yo a su lado.
Así pasé toda la semana, de mal humor, sin querer hablar con nadie, sin soportarme ni yo misma y sin que Adam supiera nada porque no nos hablábamos.
El sábado, el susodicho me marcó:
—¿Qué hay? —saludé, intentando sonar normal.
—Ey... nada, quería saber si puedes ir a mi casa hoy a limpiar.
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Solo una razón
Ficción GeneralAdam es un vendedor y adicto a las drogas que se ve envuelto en un dilema cuando Jeca, una adolescente que él conoció años atrás, le pide ayuda con un encargo peculiar. ••••• Dos personas que viven y ven la vida de forma o...