[25] CUARENTA COPITAS DE MÁS

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—¡MÁS rápido, Ornella!

Fruncí mi ceño al escuchar la voz estruendosa de Lautaro mientras más me acercaba a la puerta del aula.

—¿¡Cómo haces boludo!?

Toda la escuela estaba en silencio, ya que era temprano, pero esos dos gritaban como si siguieran estando en sus casas.

Me detuve frente a la pared de las fotos escolares de los antiguos alumnos de sexto. Y empecé a preguntarme si habrá habido alguna alumna embarazada como yo. Aunque estaba casi segura de ser la única desafortunada, por más que ninguno en la escuela lo supiera; a excepción de Lauti obvio.

Mi ceño volvió a fruncirse cuando la voz de Natti Natasha empezó a sonar desde un parlante que parecía estar en el aula.

Volví a detenerme, pero esta vez enfrente de la puerta y aguantándome la risa aunque me fue imposible. Los dos estaban compitiendo por quién perreaba mejor, mientras las gotitas de sudor mojaban sus caras de concentración.

Estaban como querían.

Ambos se giraron asustados ante mi carcajada, y al instante se pusieron rojos. Ornella riéndose y Lautaro completamente serio mientras apagaba la canción.

Que no me recibiera con un abrazo que me dejara sin aire, como lo hacía hace unos días, me hizo sentir un gran vacío en el pecho.

—Ustedes sí que la pasan bien acá.

Solté una risita y dejé mi mochila en la mesa que solíamos compartir con Lauti.

Él era de esos que soltaban los mejores chistes cuando todos se callaban, yo era la que decía algo vergonzoso cuando todos lo hacían. Pero así de distintos siempre supimos congeniar bien, si discutíamos nos duraban minutos los silencios de tensión.

Por lo general yo era la que se ponía de malhumor porque él no hacía nada, pero minutos después llegaba con los ojitos del gato con botas a disculparse.

Lo quería mucho.

Y esa mañana no quiso mirarme ni tres segundos, siguió con su parlante en mano y se sentó con Ornella. Quien suspiró cansada.

—No, no, no—tiró de su campera haciéndolo levantarse—. Vas y te la chapas a Estefi, no soporto verlos separados a mis papis.

—Ornella, soy puto.

Se quedó callada, pensando en lo que dijo.

—Ah, con razón—susurró—. Bueno, anda igual porque son los únicos del curso que me dan esperanzas en creer en la amistad.

Y así, en segundos Lautaro volvió a su asiento. Mirando al frente y serio.

Claramente no quería hablar, y ni lo hicimos mientras todos llegaban.

Dejé de garabatear en mi cuadernillo cuando la pantalla de mi celular se prendió, mi amigo lo vió de reojo y puso los ojos en blanco.

Era Manu preguntando si había llegado bien. Sonreí de lado aunque quise golpearme por no haberle avisado, debía de estar preocupado.

—Mamá volvió a hablarme—corté el insoportable silencio entre nosotros después de armarme de valor. Se digno a verme mientras parpadeaba varias veces.

—Pensé que ya eras huérfana—se rió bajito y volvió a mirarme tras bajar la mirada— ¿Qué te dijo? ¿Ya están bien?

—Me envió la tarjeta de sus cuarenta, que yo misma hice—negué con mi cabeza sonriendo—. Y bueno...Algo es algo.

tan bien 彡 REPLIKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora