[30] NAVIDAD Y GUERRA DE ACOTES

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—CIELO, te juro que yo no tenía idea.

Levanté la vista del pasto y limpié mi nariz con el suéter que llevaba puesto.

—Háblame amiga, por favor.

Miré a Ania un segundo y después bajé la cabeza hasta apoyarla en mis piernas, que las tenía abrazadas contra mi pecho.

—Te creo—balbuceé.

La puerta de entrada se cerró y la escuchamos aún estando en el patio, y sin necesidad de espiar por la ventana que estaba arriba nuestro.

—Cielo...

—Basta Ania—sequé mis lágrimas—, déjame sola...No quiero hablar con nadie.

De hecho lo que no quería era hablar con cualquiera de los Vainstein, no podía.

—Pero...

—Ania, déjala—la interrumpió su hermano mayor desde la puerta del patio, a su lado estaba Mayra. Como siempre, pegada a él como si fuera una garrapata.

Ania dudó por unos segundos, pero después se levantó en silencio y pasó entre medio de ambos chocándolos intencionalmente.

Después, también en silencio, Mayra y Manuel se sentaron enfrente mío.

Y ya no tuve más ganas de llorar, de hecho al verlos sentí que hervía de la furia.

Si querían hablar sobre ese tema de mierda, iban a saber bien cuál era mi opinión. Cosa que debían de haber sabido antes de invitar a dos desconocidos a hacer planes de adopción.

¿Acaso era legal charlar sobre eso si no estaba presente la persona que llevaba a la criatura dentro?

Es que hasta podía tratarse de una estafa.

Qué gente pelotuda.

—¿Cuándo mierda ibas a decirme esto?—cuestioné con la voz firme y los ojos fijos en Manuel.

Me chupaba un huevo echar a Mayra, aunque me intrigaba saber qué carajo hacía en esta charla; que a mi parecer únicamente debía tener con el otro boludo.

—Después de esta reunión.

Mordí mi labio y solté una risa incrédula.

—¿No te parece que primero debías saber mi opinión antes de invitar a dos personas sólo para ilusionarlas?

Bajó la cabeza y chisté.

—Lo que pasa es que...

—Vos cállate—la interrumpí a Mayra— ¿Qué carajo te venís a meter en esto?

—Cálmate un toque flaca—levantó la voz—, estoy hablándote bien pero claro, siempre te pensas que los demás te están atacando.

—¿Y cómo más voy a reaccionar si sos insoportable y el otro se manda cada cagada?

—Chicas...—murmuró Manuel en su vago intento de calmarnos. Ni un clonazepam podía contra la bronca de las dos.

—¿Yo soy la insoportable? Ah bueno, me lo venís a decir vos hipócrita de mierda.

—¿Hipócrita?—me reí—. Vos no me conoces así que no me vengas a decir nada.

tan bien 彡 REPLIKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora