[09] LA BENDECIDA

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—NO es una pizarra mágica—bromeó alguien mientras yo sacudía el test.

  Alcé mi vista para mirar a la persona, era un pibe alto, de piel morena, gorra bordó y una expresión de canchero tremenda. Parecía ser del grupito de los que rapeaban, nunca antes lo había visto.

—Sí ya sabía—rodeé mis ojos—, gracias.

El chico se rió, tenía los dientes tan parejos que parecían falsos. Ni los míos se veían tan bien y eso que había usado brackets.

—Supongo que no es una buena noticia—murmuró—. No creo que hayas llorado una hora por la emoción.

¿No era obvio? Qué pibe tonto.

—Supones bien—respondí cortante.

   Quise romper la prueba con mis propias manos, pero ni la bronca que tenía me iba a dar tanta fuerza. Sólo me quedaba llorar.

   El chico se sentó a mi lado y estuve cerca de darle una piña. Ni siquiera lo miré porque estaba segura que mi mirada delataría mis intenciones. No quería hablar con nadie.

    —Qué bajón.

¿Cosas más obvias no podía decir?

    —¿Disculpa...?—hablé buscando que me dijera su nombre.

    —Julián Lachín, mucho gusto—tomó mi mano y la apretó con la suya.

Estaba riéndose, me estaba boludeando más que los anuncios de preguntados.

   —Disculpa Julián, pero quiero estar sola ¿Viste?—le respondí sin vueltas—. Tengo que buscar fuerzas para irme a tomar un litro de cloro y morir ¿Entendiste? Bueno, chau.

  Él volvió a reírse, no daba más de tonto.

   —Felicidades—ironizó antes de levantarse del banco, al ver la cara que le puse levantó sus manos en señal de inocencia—. Bueno, yo venía a darte una idea para salvarte de esta cagada. Pero si querés estar sola...

   —¿Cuál?

  Volvió a sentarse y antes de responderme, prendió un cigarrillo y lanzó el humo de su boca lejos de mí.

   —Tengo una amiga que conoce a una mina que tiene a un tío, que conoce a un amigo—empezó a hablar y después rió—. Na' joda, te estoy boludeando.

  Tapé mi cara con ambas manos y estuve apunto de gritarle miles de insultos. No me ayudaban en nada sus bromitas.

  —Bueno, ahora sí—dejó de reírse—. Una amiga mía abortó a su bendición hace unos años, y sigue viva eh. Posta—volvió a soltar el humo—. Le puedo pedir el número del doctor que le dió las pastillas si me das tu número.

   —Júrame que no estás mintiéndome—lo señalé—, esto es serio.

Julián sólo sonrió.

—Te digo la posta—dijo—, pero te lo voy a pasar si salís algún día conmigo—soltó sin vergüenza—. Ahora que se vienen los días lindos ¿Te va? Un heladito, dale.

  No iba a comer helado con un chico nunca más en mi vida, la única vez que lo había hecho había terminado preñada.

  Tampoco pensaba salir con él, me parecía lindo pero no por eso iba a aceptar esa salida. Ni siquiera lo conocía.

¿Y si era narco? 

Además me daba risa que dijera todo tan casual ¿Qué bicho le había picado? De repente iba a la minita que estaba llorando en la plaza y le daba una solución, pero aprovechaba también para chamuyarla.

Y yo sólo necesitaba el número de ese doctor, así que cuando me lo pasara me cambiaría de número para que con suerte; Julián no me hablara.

—Sí, pero me lo pasas ni bien me lo consigas eh—tomé su celular y me agendé como "la abortera".

・゚✧

Dejé mi abrigo en una silla de mi pieza, no creía ser la única en tener una que cumplía más la función de ropero que de silla.

Me acosté en mi cama boca abajo e hice todo lo posible por calmarme, lo mejor era pensar en que Julián me conseguiría el contacto. Pero era imposible si tenía la odiosa costumbre de esperarme lo peor.

El mes y sus noticias habían venido tan de golpe, fue como un balde de agua fría para mí. No podía soportarlo y mucho menos encontrarle el lado positivo, no cuando me veía entrometida a un embarazo no deseado. Aunque yo no era la única involucrada.

  —Tefi—tocaron mi puerta, la voz suave de Giuliano me hizo despabilar—, vino Manu.

  Abrí mi boca sorprendida y le dedique una sonrisa, ocultando que mis pulmones parecían haber dejado de funcionar.

  Mi hermano salió de la habitación y cerré los ojos, confiando en la vaga ilusión de que esto sólo era un mal sueño. Pero ni pellizcándome pude creer en eso.

Cuando bajé al primer piso y lo vi a Manuel sentado en el sillón, me comenzaron a temblar las manos y a palpitar el corazón.

  —Hola—rascó su nuca y me sonrió al conectar sus ojos con los míos.

Me acerqué y mis comisuras apenas hicieron caso cuando le quise sonreír. Los nervios me estaban matando.

  —¿Te pasa algo?—apoyó una mano en mi frente preocupado—, estás muy pálida.

No hice más que mirar sus ojos y cuando me di cuenta lo colgada que estaba, pestañeé y negué levemente.

—Me enfermé...Es por el cambio de clima.

Asintió un poco inseguro y después me puse de puntitas para besar su mejilla.

—Te extrañé—murmuró.

  Volví a ponerme a su altura y lo besé en sus labios, no fue un beso largo como las demás veces. Él quiso que durara más, pero yo estaba tan angustiada por el mambo en el que estaba, o bueno...Estábamos metidos que apenas podía concentrarme.

  —Cielo, ya sé que te pasa algo—volvió a hablar—, podes contarme lo que sea.

  Él no quería saber esto, no podía decírselo. Recién volvía de estar haciendo lo que amaba y no era justo que yo le arruinara todo de repente.

—Manu, estoy bien—respondí por lo bajo, ni yo me lo creía—. Es que estaba estudiando y me dejó bastante cansada leer sobre Marx.

  Podía ser una buena excusa, ese hombre aparecía en casi todas las materias del colegio y sus textos tampoco eran tan divertidos.

—Si necesitas ayuda, avísame—dijo—. Total estamos en el mismo año de secundaria.

  Sonreí de lado y tomé su mano para que nos sentáramos en el sillón.

  —Contáme cómo la pasaste.

  Podía estar contando la historia más graciosa pero yo no lo escuchaba, estaba rogando internamente por el mensaje.

  Y justo cuando Manuel hablaba sobre que fueron a un estudio de radio a tirar un free y sobre una joda que le hicieron al Misio, escuché una notificación proveniente de mi celular que me hizo esperanzarme.

Ahí estaba mi salvación.
 


 

tan bien 彡 REPLIKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora