Primavera Floreciente

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Las siguientes horas que acercaban a Jazmin y a su madre al triste momento de despedirse de Humberto del Rio habían llegado. En el cementerio, acompañadas por familiares lejanos y amigos cercanos la templanza de Ana Luisa se desvaneció y fue necesaria la intervención de Boris en su desmayo momentáneo. Mucho insistió Jazmin para sacarla de ese ambiente contraproducente para ella, mientras Florencia la asistía atenta y muy preocupada porque su amor en nada había exteriorizado su sufrimiento y temía flaqueara.

─Llévanos a casa, Hermosa por favor.

─¡Claro, amor! Iré por el auto.─ Jazmin sostenía a su madre con ayuda de Mauren y Boris, sus demás amigos se mantenían cercanos por cualquier eventualidad.

─Señora del Rio, mi sentido pésame.

─¡Mamá! Ella es Anastasia Ferruchini mi jefa.

─Encantada señora, gracias por venir.

─Lamento la circunstancia en que la conozco y demás ésta decirle que me pongo ha la orden para lo que requiera. Jazmin tomate los días que necesites.

─Gracias por la consideración.

─No es nada Jazmin, sabes cuánto te aprecio. ─Florencia aparecía para que abordaran el auto y dejar lo más pronto posible ese lugar de recuerdo pero también de olvido. Jazmin y Ana Luisa se sentaron en la parte de atrás, madre e hija permanecían calladas tomadas de la mano absortas en sus pensamientos. Para Ana Luisa una nueva vida comenzaba teniendo que aprender a convivir con la soledad y la ausencia. Para Jazmin en cambio este suceso en su vida hubiese deseado nunca llegara por dos motivos, su padre se fue sin que lograran volver a hablarse y el otro no pudo despedirse de él. Ese hecho trascendental quedaría marcado en su conciencia como esa oportunidad que perdió quizás por protegerse o tal vez por mantener una posición inflexible que en nada ayudo a mejorar su relación padre e hija con Humberto del Rio.

─¡Amor! Las dejo y paso por ti más tarde.

─¡No! Desearía estar unos días con mamá, espero me entiendas.

─¡No hay problema! Es lógico lo hagas.

─¡Hija! Eso no es necesario yo estaré bien.

─Pero yo no y menos después de ese desmayo.

─Si me disculpa señora Ana Luisa, Jazmin tiene razón es prioridad tenga su compañía, es más para ambas es bueno que permanezcan juntas.

─¡Gracias hermosa! Aprecio mucho tus palabras.

─Nada que agradecer amor. Hago lo que me dicta el corazón. Si precisas te traiga algo házmelo saber, por favor.

─Por ahora no necesito nada, estoy bien.

─¿Hablamos en la noche entonces?

─¡Sí! Yo te llamo.

Esos días que siguieron después del fallecimiento de Humberto del Rio, se hacía común la llamada en la mañana camino al trabajo y la visita de Florencia a la mujer que amaba y a su madre tres veces por semana antes de irse a su casa luego de trabajar. Para Jazmin perder a su padre para recuperar a Ana Luisa resultaba contradictorio, jamás se imaginó vivir una experiencia como esa y agradecía al universo tener a su amada brindándole ese apoyo para enfrentar su dolor.

─¡Mamá! ¿Dónde estás?

─¡Hola, hija! Estoy en la cocina te he preparado una sorpresa. ─Una vez Jazmin llego al lugar sobre la encimera su madre colocaba la última rodaja de fresa sobre una enorme panqueca, su cara no podía expresar más asombro y alegría. Ana Luisa le traía de vuelta una comida que tanto disfrutaban los tres cuando ella era niña. Sus ojos inmediatamente comenzaron a llenarse de lágrimas al igual que los de su madre y ambas terminaron dándose ese abrazo que por mucho tiempo se habían negado y que hoy vendría a significar un nuevo inicio en esa relación de madre e hija. ─Te amo, mi princesa. Jamás debí alejarme de ti y te prometo no lo volveré a hacer.

Entre Flores y CosméticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora