Capítulo 14.

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Capítulo 14.

Los próximos días habían transcurrido sin novedades. Inicio la misma rutina cada día, y hoy no era la excepción. Una vez más, rechacé la oferta de Alison para ir a ver esas carreras diciendo, que me sentía fatal.

Había hecho todo lo posible para evitar a ese descarado vulgar. Y han sido los cinco días más tortuosos de mi existencia. Ya que tenía que fingir que todo iba de pipa frente a los demás que habitaban en la casa.

No sé cuántas veces mi cara dolió por tener que reír forzadamente, o qué tanto dolían las cuencas de mis ojos al tener que mirar de reojo a Holder, infinitas de veces.

Me ahogaba al estar en su mismo ambiente... Así que hice lo que me pareció correcto: pretender que no pasó nada.

Eso era lo mejor para ambos. Holder es como la pólvora, al mínimo contacto... Hace explotar todo. Y eso, era peligroso.

La hora más incómoda para nosotros era cuando teníamos que desayunar. Él se sentaba tan erguido en la silla que temía a que se le rompiera la espalda de lo tenso que parecía ante la situación en el comedor; y yo apenas si tocaba un bocado del plato por culpa de los nervios mientras consideraba las consecuencias al querer tirarme por la ventana cuando todo parecía rebasarme. 

Por supuesto, las miraditas fulminantes o grotescas por parte de el gamberro no pasaron por alto. Estaba más que sobrevalorado que tanto para él, como para mi esta situación era agotadora, y una pesadilla.

Pero, ambos vimos el mejor camino que era el de ignorarnos continuamente. Y para mi, esto estaba bien. Después de todo, no terminamos en las mejores situaciones, y dudo seriamente, que podamos entablar una conversación descente por unos tres minutos antes de estar reprochandonos lo que no nos gusta del otro.

Y a ver, si me pongo a reprocharle todo lo que no me va de él no termino nunca.

Así que paso de ver.

Como dice un dicho: «Calabaza, calabaza, aquí se rompió una taza y cada quién para su casa»

Horas después, me encontraba echada sobre el sofá con la TV encendida cuando al pasar de las once llamaron a mi móvil. Lo cojo y la bilis baja hasta mi estómago al ver la pantalla encendida con un número desconocido. Dudosa, desplazo mi dedo por la pantalla táctil, contestando.

-¿Hola? - susurro. Al otro lado de la línea se escuchaba música pop a toda pastilla.

-¡Tessa! ¡¿Podrías venir a por mi?!

Reconozco la voz masculina rasposa, que arrastra las palabras.

-¿Logan? ¿Pero que...?

-¿Puedes venir o no?

Le echo una mirada al reloj en la mesita; 11:06.

-Mmmm... Claro. ¿Dónde estás? - pregunto, levantándome del sofá.

El ruido tormentoso que antes se oía desaparece.

-Estoy cerca. A unas... Ocho manzanas de la casa - murmura, colocando h en vez de s.

Está cómo una cuba.

-Vale, no te muevas se dónde estás - cuelgo, y corro a calzarme en las pantuflas.

Una vez abajo, cojo las llaves del coche de Stephan que colgaban de la pared, y salgo por la puerta, siendo cuidadosa de no ser escuchada. Todos los vellos de mi cuerpo se ponen en punta al sentir el aire gélido dando en mis mejillas.

Subo al asiento, abrochando el cinturón de seguridad a mi alrededor. El motor cobra vida con un ronroneo ronco y bajo la palanca de cambios, poniéndola en retro. Golpeo impaciente el volante, esperando a que las rejas terminen de abrirse, y por fin estás terminan de abrirse. Piso el pedal de la gasolina, incorporándome rápidamente en el tráfico.

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