Capítulo 18.

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Capítulo 18.

A las ocho, aún sigo pensando que se me ha safado un tornillo. Casi me siento culpable por este cambio tan repentino que atraviesa mi mundo para ponerlo de cabeza.

No reconozco a la chica que está parada frente al espejo ahora mismo. Voy vestida con un short de jeans azul eléctrico, haciendo ver mis piernas kilométricas, igual que una modelo. Una franelilla blanca atada con un nudo a la mitad de mi estómago, y llevaba un calzado plano que hacía respirar mis dedos, además, podía mostrar mis uñas perfectamente pintadas en rosa pálido.

Opté por dejar mi cabello suelto y liso. Mi cara va al natural, sin exceso de maquillaje para una fiesta de fraternidad. Decidí por un fino delineo alrededor de mis ojos, sintiéndome cómoda y sencilla.

Antes de irme, me aseguro de dejarle a Anna una nota sobre la nevera, diciéndole que llegaría a eso de las once y que llevaría el móvil conmigo, para que estuviese más tranquila.

Subo al coche y Alison me supervisa de arriba abajo.

-¿Qué? - por un momento temo de ir casi en pelotas por ahí.

Después de todo no soy fan de exhibir tanto. Que no soy una carnicería.

-Te ves caliente como el infierno, nena - me da un guiño de aprobación.

Peleo con una sonrisa lobuna, abrochando el cinturón de seguridad : - ¿Dónde está Leticia?

Ella se encoge de hombros, tamborileando los dedos sobre el volante, pareciendo pensar que decir a la ausencia de su hermana.

-Dijo que tenía cosas que hacer.

Hago un gesto afirmativo con la cabeza mientras me acomodo en el asiento de cuero del coche. Bajo las ventanillas y dejo que el aire nocturno mueva mis cabellos en diferentes direcciones, y respiro el aire frío de las calles de Seattle, disfrutando de las vistas de los grandes edificios pasar por los costados del coche hasta convertirse en una mancha por el espejo retrovisor.

Era fascinante ver los grandes muros construidos, por algo más allá que una simple y fría y dura estructura con otra perspectiva diferente.

Mi pequeño momento de felicidad es interrumpido por el zumbido del móvil reposando entre mis muslos desnudos.

Lo desbloqueo, y abro la aplicación de mensajes para encontrarme con un número desconocido pero a la vez conocido.

¿Qué carajos...?

«Por tú bien, muñeca, espero que estés malditamente en casa»

Con manos temblorosas de rabia, borro el mensaje de golpe, volviendo a apagar el móvil y dejarlo en mis muslos como si este quemara.

La actitud de este hombre está logrando que me salga de mis casillas en 0,0 segundos. Detesto la forma en que me hace cabrear al solo chasquido de sus dedos.

Es pesado e irritante.

-¿Todo bien? - pregunta Alice, con la vista fija en la carretera.

Dejo de morderme la uña del dedo pulgar.

-No te preocupes, alguien se equivocó de número - sonrío, intentando quitarle importancia. Caray, que buena mentirosa soy...

Alison no dice nada, calla, haciéndome ver que no me ha creído ni un pelo.

Minutos después, el coche es aparcado a un lado de la acera, detrás de un Jeep negro. La duende baja, pareciendo una modelo en pasarela con sus impresionantes zapatos de aguja.

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