Capítulo 34.

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Capítulo 34.

Abro los ojos, buscando el sonido que me ha despertado. Lo primero que veo es el rostro de Holder y su brazo que desaparece detrás de mí cabeza. Todo el cabello está revuelto y le tapa la mitad de la cara mientras permanece aún en la inconsciencia.

-¿Tessa? - la voz de Anna se oye amortiguada a través de la puerta. Da unos toques ligeros a la madera.

Mis cuencas se expanden y tengo el corazón en la punta de la lengua al entrarme el miedo. Me incorporo bruscamente en la cama, mirando de la puerta al chico durmiendo en mi cama como un bebé.

Oh, santa mierda. Estoy metida en un lío gordo.

Las manos me tiemblan mientras me debato si responder, o fingir que estoy dormida, pero Anna sabe que nunca duermo hasta tarde. Inconscientemente, llevo mis manos a los labios, mordiendo el interior de mi mejilla presa del pánico. Los golpes persisten, un poco más alto esta vez.

De pronto, el picaporte de la puerta gira y cuento internamente los segundos restantes para que todo se vaya a la mierda. Sin embargo, esta no cede, y es ahí cuando pillo que tiene el seguro. El alma vuelve a mí.

No pierdo tiempo.

-¡Un momento! - medio grito, quitando las frazadas de mi cuerpo y levantándome hasta rodear la cama desde el otro lado, golpeándome la espinilla con el borde de la cama. Jodeeeerrrr.

Empujo a Holder, sacándole las sábanas fuera de su cuerpo. Gruñe entre sueños mientras yo le sigo empujando, despertándolo. Enfoca sus ojos azules desorientados en mi cara de espanto. Se incorpora, haciendo un rápido escaneo a la habitación.

-¿Qué coño...? - le tapo la boca, mirando a la puerta como una posesa.

-¿Tessa, qué está pasando? Abre ahora.

Nos miramos, compartiendo un poco del pánico. Él entorna los ojos, sacando mi mano.

-Déjala que se entere, al fin y al cabo lo hará - vuelve a dejarse caer en la cama, cruzando los brazos tras su cabeza.

No trato de ocultar mi expresión de horror.

-¿Estás loco? ¡Tienes que esconderte! - susurro, corriendo la vista hacia el armario. Quizás Holder tenga razón. Anna acabará por averiguarlo ella misma, pero no quiero que se entere de esta manera. Tiene que haber otro momento mucho mejor.

-Ni de coña. Tengo veinte años, Tessa. No un crío de dieciséis, pillado con los pantalones hasta las rodillas mientras intenta follar con su novia en la casa de sus padres.

-¡Lo sé!... Lo sé - bajo la voz, respirando a través de la boca, calmándome - Se los diremos, pero no ahora, por favor. Escóndete.

Él debe compadecerse de mi pobre mente a punto de sufrir un derrame cerebral, porque maldice, levantándose de la cama con el ceño fruncido y azotando la puerta al entrar al baño, casi echándola abajo. Bueno, al menos arrastró su trasero vulgar fuera del colchón.

Me pellizco las mejillas que seguramente deben estar pálidas, caminando a la puerta y quitándole el seguro.

Una Anna de brazos cruzados y expresión seria me saluda. Inspecciona el cuarto por encima de mis hombros.

-¿Qué hacías que tardaste tanto? 

-Ah, estaba en el baño.

-¿Diez minutos? - vuelve a preguntar, entrando esta vez. La sigo con la cola entre las piernas.

¿Ha medido los jodidos minutos?

-Sip - la voz me tiembla al hablar. Me maldigo.

-¿Sabes lo que pasó anoche? - dice de pronto, girándose.

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