Capítulo 20.

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Capítulo 20.

Estoy caliente... Hace calor. Me revuelvo sobre una suave superficie, sintiendo seda contra mis piernas desnudas. ¿Desnudas? Abro los ojos de golpe y me quedo en el borde de la consciencia; consciente que sí me despierto por completo entraré en pánico.

Observo el lugar con temor. Paredes de color marfil. No es mi cuarto, ni el de Alice. Perezosamente mi mente vaga por los recuerdos de ayer por la noche. Dios. Bebí mucho, no, demasiado. Estoy sorprendida de no despertarme en un callejón sucio y muerta del frío. Realizo un rápido inventario de cómo me encuentro.

¿Estómago? Genial. ¿Cabeza? A punto de estallar y con lagunas mentales. Hay luz... Demasiada luz y las sienes no dejan de palpitarme como un tambor. Me acaricio las zonas dolientes, y las siento palpitar bajo mis dedos. Oh, no, espero no tener resaca.

Me incorporo en la cama como si tuviera un resorte en el trasero y, Holder está sentado frente al sillón que apunta a la cama. Está usando una ropa distinta a la de ayer; viste un pantalón deportivo negro, una franela gris y descalzo. Parpadeo, intentando lubricar mis lagrimales secos. ¿Está aquí? Me pregunto si se trata de un sueño. Cierro los ojos y los vuelvo a abrir de nuevo con cautela; y no, no estoy soñando, ¡él está aquí de verdad! Su brazo está tendido sobre el respaldo del sillón y sus piernas largas están completamente extendidas a lo largo del suelo, levemente separadas, y en su mano libre sostiene una botella de agua con la que juega, desplazando sus dedos rítmicamente de arriba abajo.

En la luz de la mañana, sus ojos queman con grave intensidad. Su rostro está helado; su expresión es ilegible.

Jesús.

Me remuevo incómoda. ¿Dónde estoy? ¿Qué hace él aquí?... ¿Me trajo hasta la cama? ¿Cuánto tiempo lleva viéndome dormir?

-¿Tú... Me trajiste aquí? - mi voz sale rasposa. Tengo la garganta seca.

La mirada le cambia de helada a fría y mi estómago se encoge. Bendito Jesús. Esto sólo puede significar problemas. Él mueve sus largos dedos de un lado a otro sobre la botella. Espero pacientemente a que me responda, pero no lo hace.

Así que hablo de nuevo.

-¿Me has escuchado?

-Si.

Su voz sale baja y pausada.

-¿Cómo llegué aquí? ¿Me has traído tú? - repito la pregunta.

Me mira por unos segundos y luego de un minuto de silencio, dice: - Anoche estabas como una cuba y prácticamente te desmayaste encima de mí.

¿Qué? ¿Yo... Él?

-¿Me estás tomando el pelo, verdad?

Suspira hondo.

-No.

Fragmentos de la fiesta llegan a mí, bombardeándome. Yo, colgando como una salchicha sobre la espalda de Holder mientras caía en la inconsciencia.

-¿Cuánto tiempo has estado ahí... - señaló el sillón con un leve cabeceo - mirándome?

-El suficiente - aparta la mira hacia la esquina de la habitación. Mierda. Mierda. MIERDA. Estoy seca y apenas puedo establecer una conversación con él sin que salga con monosílabos, cortando el tema de raíz.

Bajo la cabeza y me veo en una sudadera negra con una calavera dibujada en el pecho. Abro los ojos hasta el punto de que se me van a salir de las cuencas. Oh, por Dios, ¿no pude...? Comienzo a girar la cabeza como el exorcista por toda la habitación, buscando mi ropa regada por el suelo. Pero no está. Miro a Holder y éste sigue sin apartar la vista de la puerta. Curiosa, me doy un rápido vistazo por debajo de la sudadera, y me doy cuenta que mi sujetador blanco ha desaparecido. Me sonrojo.

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