Capítulo 36.

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Capítulo 36.

-¿Estás bien?

Alzo la mirada hacia Dean, con mi mejor cara de: «¿Lo dices en serio?!»

¡Por supuesto que no estoy bien! Estoy... Aterrorizada.

El simple hecho de que esté postrada como un maldito árbol en la parte trasera de la patrulla no significa que el tema está olvidado.

-¿Tengo pintas de estar bien?

Suelta una risilla tonta, encogiéndose de hombros.

-Manitos donde las pueda ver, niños - nos riñe el enano gruñón, observándonos por los espejo retrovisor.

Quiero mostrarle mi dedo medio, pero es sería echarle más leña al fuego.

-Jodido tocapelotas - susurra por lo bajo y no puedo evitar reírme.

El paisaje se torna borroso por nuestros costados, y cada vez nos acercamos a más edificios altos - y a nuestro destino - el corazón se salta un latido.

La estación de policía se alza frente a mis narices; mofándose de mí. El coche se detiene. Toda la sangre en mis venas se congela.

Me parece atractiva la idea de pronto en salir corriendo y pararme en medio del tráfico para que alguna furgoneta me haga puré. Venga, así evito la masacre que me espera.

Nos hacen bajar, guiándonos por la entrada que ya conozco. La primera vez que vine aquí fue porque Holder tenía su trasero egocéntrico tras las rejas... Ahora, la historia se repite pero para conmigo. Joder, estoy que miro al cielo y junto las manos en una señal de súplica a hombre que está allá arriba.

Dentro, hay un hombre tras el ordenador, tecleando y mojando un Donus en el café de Starbucks.

Alza la cabeza y nos mira, parpadeando en sorpresa.

Quiero morirme.

-¿Qué tienes ahí, Hank?

Oh, como no... El gilipollas se llama Hank.

El ogro Shrek ruge y dice:

-Invasión a propiedad privada. Agresión contra un menor de edad e intento de huida... Todo esto, cerca del muelle - tira sobre el escritorio una bolsa plástica transparente con todas nuestras pertenencias.

Los primeros en pasar a declarar somos Holder y yo. El rostro de él está tan rojo que creo que va a estallar si no dice nada. Me remuevo incómoda en la silla metálica, con los pensamientos en blanco y bailando en una cuerda floja.

El oficial nos reconoce al instante.

-¿Qué hiciste esta vez, hijo? - pregunta amablemente mientras se acomoda las gafas algo anticuadas.

Holder estira sus largas piernas por debajo del escritorio, mirando las esposas en sus muñecas con el ceño fruncido.

-No me llame así, joder. No soy su hijo - espeta, con la vena de su cuello hinchada.

El oficial carraspea - De acuerdo, señor Scott. Hagámoslo a su manera.

Él entorna los ojos, alzando la cabeza y dejándose caer contra el respaldo de la silla.

-Ya ha oído al capullo pringado de su colega. Haga lo que tenga que hacer de una puta vez... Sólo - me mira por el rabillo del ojo, tensando los músculos de su mandíbula al tensarla - Ella no tiene nada que ver con esto... Lo juro. Yo soy el que tiene que ir a detención.

Dejo de respirar. Me cuesta llevar aire a través de mi tráquea sin un esfuerzo. Las palabras protectoras de Holder hicieron estremecerme y los latidos de mi corazón comienza a ser descontrolados.

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