Los días pasaban y Steve cada vez se acostumbraba más a las bromas pesadas de Nat, a su coqueteo y a su forma tan seductora de ser. Estos días con ella le habían parecido increíbles, aunque siempre acababan en momentos incómodos que lo dejaban como un anciano idiota, santurrón y rojo como tomate. La verdad es que ya casi sanaba del todo, había dejado de usar collarín, sus costillas, hombro y brazo ya se encontraban mucho mejor. Solo le quedaba el molesto yeso de la pierna izquierda, pero estaba casi seguro que en un par de días ya podría caminar como de costumbre nuevamente.
Eran las 11 de la mañana y Steve se encontraba en la sala de su departamento, leyendo un poco, tenía las piernas reposando sobre un gran almohadón. Pero de repente se extrañó de que hubiera tanto silencio y calma en su departamento, al menos hasta que Nat apareció vestida y lista para salir. Steve no pudo evitar fruncir el ceño con cara de confusión.
-¿Qué pasa Nat... a dónde vas? Si notaste que todos estos días ha estado lloviendo a cántaros ¿cierto? -Le recordó.
-Lo sé papá -Dijo ella rodando lo ojos.
-Pero necesito ir por provisiones. Ya casi no queda nada para comer, aparte necesito comprar algunas cosas para mí también. -Le explicó esta vez cruzándose de brazos y enarcando una ceja, esperando un reproche por parte de él.
-Bien, pero lleva algo para protegerte de la lluvia, ¡ok! -El Cap se mostró preocupado.
-¡Ok papá! ¿Quieres que te traiga algo en especial? -Dijo esta vez riendo un poco.
-¡Mmmm, no sé! No necesito nada. Lo que tú quieras traerme estará bien.
-Muy bien anciano. Nos vemos en un rato, ok.
Nat en seguida se puso una chaqueta de cuero café, se acercó peligrosamente a Steve depositándole un ligero beso en la mejilla para luego caminar hasta la puerta, tomó la sombrilla junto a ésta, miró hasta donde se hallaba el rubio guiñándole un ojo y abandonando el apartamento, saliendo y cerrando tras de sí. Dejando a un Steve sorprendido y petrificado, sin saber que pensar de ese beso y de ese guiño.
-Por Dios Steve solo fue un simple beso de amigos, de despedida. ¿Por qué te sorprende tanto?... -Pensó el Cap. No habían pasado ni 5 minutos, cuando oyó el timbre sonar.
-¿Nat? ¿Se te olvidó algo? -Espetó. El cap se apoyó de la muleta para levantarse de sofá. Se acercó a la puerta para abrirla y lo que vio sí que no se lo esperaba.
-¡Na... Sharon, que sorpresa!!!
-¡Hola, soldado! -Lo saludo Sharon acercándose a su mejilla para depositarle un beso muy cerca de sus labios.
-Solo venía a ver cómo iba todo, ¿puedo pasar?
-¡Oh claro disculpa! Adelante, toma asiento. -El soldado no pudo evitar sonrojarse. Caminó hasta el sofá y tomó asiento junto a su linda y rubia vecina.
-¿Estás solo?
-Si... ¿por qué, sucede algo? -Steve arrugó el ceño extraño de su pregunta.
-No, nada. Solo me preguntaba quien había estado cuidando de ti todos estos días. Quise venir en varias ocasiones a verte, pero tuve algo de trabajo, ya sabes, lo de siempre. -Le dijo enarcando una sonrisa coqueta.
Steve sintió unos nervios subir por su estómago. Esta chica le agradaba, no se comparaba con su hermosa pelirroja, pero no podía negar que también era atractiva y al parecer ella se sentía atraída por él.
-Oh descuida, una amiga me ha estado ayudando todos estos días.
-¿Una amiga? - Preguntó curiosa.
-Sí, de hecho salió un momento, necesitaba comprar unas cuantas cosas. No tardará en regresar.