Natasha esperó para que Steve la liberara de su prisión humana, sintiendo durante todo ese rato como su virilidad se enterraba sobre su pelvis y como su mano no dejaba de dar cortos y suaves apretones entre ratos sobre su seno, causando que su pulso se disparara enloquecido y que su respiración se agitara mientras la de él chocaba apacible y floja contra la piel de cuello. Nat lo contempló divertida todo lo que pudo, capturando aquella imagen de Rogers para la historia, desnudo e indefenso como si fuese un niño pequeño.
Una vez que la rusa pudo colocarle unos calzoncillos a Steve y salir de aquella habitación, se dispuso a limpiar todo el lugar, recogiendo y tirando botellas vacías y envolturas de comida. Lavó los platos sucios, sacudió, barrió y trapeó toda la casa hasta dejarla completamente descente para finalmente buscar algo desente dentro de la nevera para preparar. Natasha sólo encontró pasta de spaghetti y salsa enlatada así que se puso manos a la obra mientras preparaba un fuerte café negro casero que inundó toda la casa con un olor sumamente delicioso. Sin duda no era mucho, pero se sentía orgullosa de su pequeño logro. Sin embargo, su buen humor se fue al diablo cuando después de varias horas un hombre semi desnudo, furioso, irritado e de mal humor salió tambaleándose un poco de la habitación para hacer acto de presencia en el living, sentándose de mala gana sobre el gran sofá mientras se tallaba las sienes y maldecía entre dientes, totalmente ajeno a la presencia invasora que se hallaba frente a él de brazos cruzados, mirándolo sin poder creerlo.
-¿Creí que jamás despertarías? -La pelirroja soltó cautelosa en espera de alguna reacción.
Steve no tardó en levantar la vista un tanto perdida, ladear la cabeza y entre cerrar los ojos como si eso lo hiciera ver con mas claridad. El soldado tenía aquella expresión confundida, sería e indiferente que hizo a Nat preocuparse, era como si no fuese capaz de diferenciar entre un sueño y la realidad.
-Un hola no me vendría mal... -La rusa dio unos pasos al frente y elevó ambas cejas para tratar de relajarse.
-¿Esto es un sueño? -La voz del Cap sonó pastosa y ronca mientras miraba a todos lados en busca de una pista que lo hiciera saber que era una más de sus pesadillas.
Una pesadilla en la que todo parecía ir bien con su equipo, con su familia y en la que en un abrir y cerrar de ojos todos ya se encontraban muertos por su culpa, asesinados a sangre fría por un ser mucho más fuerte que él.
-¿Crees qué lo es? -Natasha no pudo evitar ladear la comisura de su labio.
-Pues claro... Es imposible que Natasha, que tú estés aquí... Esa pequeña traidora... -Susurró con decepción, causando que la rusa arrugara en ceño confundida.
-Estoy aquí... Viene a buscarte, esto es real Steve... -Trató de explicarle, pero él le hizo una seña con la mano para que se callara.
-No me interesa, largo de aquí, deja ya de torturarme. -Se puso de pie y con algo de dificultad caminó hasta una estantería de la que sacó una botella más de vodka, destapándola de un tirón para empinarsela cómo un ebrio asqueroso contra la boca.
-Vaya, eso si que no lo vi venir, no eres nada del hombre que solías ser. -Nat sonrió de lado, sintiéndose ligeramente herida y decepcionada.
-Esto es lo que soy ahora, Natasha. Un ebrio asqueroso, prófugo de la justicia, traidor asesino y todo lo que sea que digan de mí... -Regresó y se dejó caer de nuevo sobre el sófa mientras bebía de su botella.
-¿Al menos me dirás por qué me odias tanto? -Natasha caminó hasta él con los ojos acuosos y los puños cerrados tratando de no romperse.
-Ojala pudiese odiarte... Te fuiste, te necesitaba y me diste la espalda... -Rogers bufó al recordar los sucesos durante los acuerdos y de como cierta rubia le había dicho que Natasha había huido en un acto egoísta para salvar su propio trasero después del penoso encuentro que habían tenido en el aeropuerto.
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