Steve observó en silencio los pequeños detalles de su rostro, desde sus cejas pobladas y lisas color cobrizas hasta sus pestañas rizadas que caían en curva sobre sus parpados inferiores. Bajó sus ojos azules por el dorso de su nariz respingada hasta llegar a sus pómulos lleno de diminutas pequitas y algunos lunares que no recordó haber visto antes, pero es que nunca había estado tan íntimamente cerca de ella ya que siempre conseguía intimidarlo con sus comentarios coquetos y bromas inapropiadas.
Su recorrido eterno lo llevó hasta sus labios carnosos, sensuales y rosados, los cuales poseían un lindo y provocativo arco de cupido en el medio que sólo le hacían sentir una inmensa curiosidad por recorrer la yema de su dedo por el contorno de ellos. El rubio fijó su mirada sobre su boca, notando sus labios ligeramente abiertos, casi como si lo estuvieran invitando a encajar los suyos entre ellos mientras su ritmo cardíaco iba acelerando sus latidos bajo su torax, enloquecido y nervioso.
Rogers no se sintió capaz de pensar con coherencia, teniéndola tan cerca y pensando en que si ya era hombre muerto... ¿Qué más daba un último acto de valentía y estupidez? Así que bajó lentamente hasta su boca, sintiendo su aliento y respiración cálida chocar contra sus rostro. Steve humedeció sus labios con su lengua inconscientemente hasta caer rendido sobre ellos y rozar su boca levemente contra la suya, posando sus labios delicadamente sobre los de Nat para presionarlos en un toque tierno e inocente.
El Cap no los movió un sólo milímetro simplemente los dejo ahí hasta que sintió sus labios trabarse entre los suyos con dulzura para después escucharla soltar un inesperado suspiro que hizo que su corazón volviera a latir y a la vez se detuviera asustado por la conmoción. El Cap volvió a presionar con suma delicadeza sus labios para después abandonar ese preciosa fruta prohibida y despegarse de ella cuidadosamente con miedo a que despertarla y que lo descubriera.
-Dios... Me iré al infierno... -Steve susurró en un hilo de voz apenas audible para adorar a la pelirroja despeinada que tenía como prisionera entre sus brazos.
Steve tomó un poco de aire y con suma delicadeza abrió la palma de su mano para liberar finalmente su seno, quedándose inevitablemente embobado al ver sus dos boluptuoso senos blancos llenos de lunares al rededor de ellos. Steve elevó sus cejas con sorpresa y pasó saliva hasta saborearla, nunca antes había visto unos pechos tan de cerca y los de Nat eran bastante bonitos y sexies. El rubio enfocó sus ojos curiosos sobre aquellos dos botones rosados y erguidos que subían y bajaban la ritmo de su respiración, mientras sentía la tentación de colocar la yema de su dedo índice sobre la punta endurecida de uno de ellos, pero eso sería un completo abuso de su confianza. Asi que lo mejor que pudo hacer después de memorizar cada línea de piel fue tomar el escote de su blusa de pijama para subirla cuidadosamente a su lugar y poder cubrir sus pechos desnudos, quedándose petrificado cuando ella se movió un poco sobre la cama para acomodarse de nuevo.
El Cap subió el tirante de su prenda a su lugar y lentamente fue retirando su pierna de entre las suyas, siendo consiente de que su amigo bajo sus pantalones había estado despierto todo ese tiempo.
-Me vas odiar por esto toda la vida, como lo siento, Natty... -Rogers se maldijo con gran preocupación, apartándose finalmente de ella para pararse a paso sigiloso de la cama y después cubrirla un poco con la manta, quedándose a observarla dormir con gran angustia y culpabilidad en la mirada. No podía creer que le hubiese hecho eso a la mujer que tanto amaba y respetaba, ahora ella jamás podría perdonárselo.
-Que maldito imbecil, aprovechado, inmoral... -Rogers susurró frustrado para después tomar una toalla y encerrarse en el baño tenía ganas de estrellar su cabeza contra la pared hasta que dejara de ser tan idiota.
Por otro lado, Nat no pudo evitar sonreír divertidamente cuando Steve finalmente desapareció de la habitación para ir a la ducha. La pelirroja llevó sus dedos hasta sus labios para acariciarlos mientras moría de ternura por todo lo que había escuchado decir a Steve y por el acto tan dulce de cubrir su cuerpo de nuevo, aunque él hubiese sido quien para empezar casi la desnuda mientras dormía.