Esa mirada

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"Queda prohibido no sonreír ante los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños." Pablo Neruda.

— Piper, te gusta, Miss Vause ¿verdad?

— ¡Por Dios, Maritza no digas tonterías!

— ¡No soy idiota, Piper! vi como la veías, ¡sé cuándo te gusta alguien!

— ¡Estas alucinando mi bomboncito latino! es solo que la admiro mucho, es muy inteligente ¿no crees?

— Sí, lo es. Me cae muy bien creo que seremos grandes amigas, y sería incómodo que mi novia siguiera mirando como boba a mi amiga.

— ¿Crees que una mujer como ella tenga intenciones de ser amiga de una alumna?

— Sé que es dura, pero conmigo es diferente, por si no lo has notado soy la única que le cae bien de la clase — se jactaba Maritza mientras Piper solo reviraba los ojos.

Alex regresó a la sala de docentes, afortunadamente se encontraba vacía, se sirvió un vaso de agua y se lo bebió de una vez. Se sentía nerviosa a causa de la mirada perspicaz de esa joven. Se acercó a una repisa donde Linda había dejado la rosa que le habían enviado, la tomó y la olió cerrando los ojos mientras en su mente repetía la estrofa del poema que le habían mandado.

— Miss Vause, jamás pensé verla sometida en los embrollo del amor romántico. Si en su grupito de libertinas critican tanto esas actitudes — interrumpió una vieja y mal encarada profesora, Alex se asustó y dejó rápidamente la rosa.

— Miss Berlin, ya le he dicho muchas veces que no se meta en mis asuntos, no tiene por qué criticar mis convicciones, ¡usted es una viuda católica retrógrada y a mí no me interesa en lo más mínimo! — gruñó sin compasión, se acomodó sus lentes y elevó la ceja seria.

— ¡Diane se moriría si escuchara esas burdas palabras hacia la religión de la boca de su hija! la soberbia es uno de los peores pecados, Alex — exclamó la vieja mujer saliendo del lugar con dificultad para caminar.

Alex sólo reviró los ojos ante el comentario de su colega, era una de las personas que más odiaba. Era una docente con edad de jubilación de la generación de su madre que desde hace muchos años era también docente de literatura de esa universidad.

Frida Berlin se empeñaba en hacerle la vida imposible por tener métodos de enseñanzas distintos a los de ella, además por ser la única del claustro de docentes que no hacía lo que ella decía.

Alex regresó a su hogar luego de una cansada jornada laboral, se sorprendió al encontrar su casa limpia y la mesa servida.

— ¿Bayley? ¿Estamos celebrando algo? ¿Charlie eres tú? ¿estás practicando un nuevo platillo? huele bien — gritaba tirada en el sofá confusa al ver el comedor preparado, sus amigos solían estar poco tiempo en el apartamento.

Compartían piso desde hace ocho años que llegaron del pueblo donde nacieron, New Jersey. Baxter Bayley y Charlie Coates huyeron para poder ser libres de tener una relación, Alex y Ben en busca de una oportunidad de ser felices sin que la madre de la profesora se interpusiera entre ellos.

— No es obra de Charlie, ni de Bayley, fui yo amor te preparé la cena — expresó Ben acercándose a darle una copa de vino.

— ¿Ben? ¿creí que te tenías que ir pronto?

— Necesito el dinero, Alex.

— ¿De eso se trata esta cena? ¿Para contentarme por lo de esta mañana? ¿Y qué seda a darte el dinero? — Contestó dolida.

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