Septiembre otra vez

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"El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal" Simone de Beauvoir

Como un abrir y cerrar de ojos comenzó septiembre otra vez. Los frondosos árboles dejaban ir al viento sus hojas secas que adornaban las calles de Boston, trayendo consigo la nostalgia de un gran amor extrañado.

— ¡Septiembre otra vez, querida! ¿cómo pasa el tiempo verdad? te ves mejor, tienes un brillo especial en la mirada ¿Superaste a Miss Chapman? ¿Qué tal está tu madre? ¿Cómo estuvieron las vacaciones en Cape May?— preguntaba sin parar Caputo empacando sus cosas de la oficina.

— ¿Qué quieres? ¿Dejas la universidad también?— expresó mordaz Alex, ignorando las preguntas de Caputo.

—En efecto me voy, es momento de cambios. Me casaré con mi amada Linda, seré feliz mis últimos días — sonrió contento — lamento que tu dimisión no sea aceptada — se sinceraba el hombre — necesito a alguien con el carácter igual o más miserable que el mío para poder estar al frente de mi universidad y no pensé en nadie más que en ti, así que ¡bienvenida a tu nueva oficina, Alex! — dijo amable el hombre abriendo sus manos para la profesora.

A Alex le tomó varios minutos asumir el discurso de su jefe. Estaba dispuesta a dejar todo atrás, luego de pasar el verano en su pueblo. Se había reconciliado con su madre; le anunció que sería abuela, controló su enfermedad con el apoyo de ella y trató de lograr estabilidad económica de nuevo, ahora con Ben pagando en la cárcel.

Estaba lejos de su rubia, se comunicaban, pero no lo hacían muy seguido por las ocupaciones de la joven en Europa. Bebé Chapman estaba creciendo aún sin saber quién era su otra madre. Se quería alejar de todo lo que la había separado del amor de su vida, pero la propuesta de Caputo era su sueño profesional, no lo podía rechazar.

Días después, Alex asumió públicamente su puesto como nueva directora de la Universidad de Boston. A pesar de recibir muchas críticas por su comportamiento del semestre pasado adoptó su puesto con la elegancia de una reina, dispuesta a hacer lo mejor por el bienestar de esa universidad.

Pero siempre que hubo fuego quedan algunas cenizas

Y ella todas las mañanas borra un corazón de tiza.

Y después de ese verano ya comenzara septiembre

Y de nuevo en los pasillos, aunque ya sin tanta fiebre

No se miran, no se tocan, ella porque va con prisas

Y el otro porque ha encontrado un nuevo amor.

— ¿Por qué siempre me has torturado escuchando esa canción? ¿Por qué me la mostraste? Me atormenta, me da miedo, Linda — dijo nerviosa la profesora entrando a la sala de maestros.

A pesar de ser la directora iba a continuar siendo docente, pues su pasión por la enseñanza no la abandonaría por su acenso laboral.

— No te la mostré por molestarte, solo pensé que te gustaría... — dijo un poco insegura Linda.

— ¿Y si pasa lo que dice esa canción? ¿Y si vuelve con un nuevo amor? ¿Y si conoció a alguien mejor que yo en Europa? Hasta el momento todo lo que dice esa canción lo hemos vivido.

— No todo, tú no rompes los corazones de papel donde te envía poemas. No tiene que pasarte exactamente lo mismo que la canción — la hacía entrar en razón su amiga.

— No sé cómo hace o como hizo para hacer esto — se masajeaba el cabello con los ojos vidriosos — no ha habido un solo día en que no reciba una flor y un poema. A pesar de que está lejos...

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