Mi utopía favorita

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"Los amantes y los locos tienen tan arrebatada la mente, tan plagada de fantasías, que perciben más de lo que la pura razón alcanza a comprender." William Shakespeare

Llegaron a una hermosa mansión frente a la playa. Piper aparcó rápidamente su auto e invitó a Alex a bajar. La tomó de la mano y corrió sujeta a ella al interior de la casa. La profesora solo la seguía sonriendo bajo los efectos del licor.

- ¡Miss Chapman, por Dios! vámonos de aquí. Van a venir los dueños y llamarán a la policía ¿Cómo abrió esa puerta? - exclamó en un momento de lucidez la profesora, mientras estaba acorralada contra una pared recibiendo sensuales besos en el cuello por la inquieta rubia.

- ¡Yo soy la dueña! Miss Vause, ¡tranquila! ¿qué clase de irresponsable cree que soy? - contestó la rubia mirándola con deseos, mientras apretaba las nalgas de Alex arrancándole un suave gemido.

La rubia la tomó entre sus brazos y la encaminó hacia un segundo piso, de la fina residencia veraniega. Entre besos, risas y caricias entraron a una habitación con una hermosa vista hacia el inmenso mar y la majestuosa luna se refleja en el océano.

- Su casa es preciosa, Miss Chapman - dijo Alex soltándose de Piper, para salir al balcón a observar la playa.

La rubia aprovechó para servir dos copas de vino. Luego fue hacia la morena y le dio una copa, mientras la sujetaba por la cintura tras ella.

- ¿Tenía todo planeado, Miss Chapman?

- No todo.

- ¿Qué quiere decir?

- Nada más envié un mensaje a los encargados de la casa, diciendo que venía para acá y necesitaba vino. Yo... quería atender bien a mi visita - confesó Piper besándole el cuello, mientras la profesora agarraba fuerte los brazos de la rubia que la rodeaban.

- Piper, esto...

- Shuuu... solo disfrutemos este hermoso momento, no diga nada - mencionó la rubia, para impedir que dijera algo y le dio un beso lleno de pasión.

Poco a poco entre besos la llevó a la cama donde la dejó caer lentamente. La profesora estaba visiblemente nerviosa al tener sobre ella a esa hermosa rubia nada más con una diminutiva ropa interior, besando lánguidamente su cuerpo, rozándola con ese escultural cuerpo tan blanco, tan pulcro. Era una nueva experiencia para ella, estaba algo ebria, pero en ese momento se sentía más lúcida que nunca. Una parte de ella le decía que detuviera eso y que saliera huyendo, pero otra parte le decía que siguiera disfrutando el placer que le estaba causando esa preciosa mujer, que era algo que inconscientemente había deseado desde hace meses.

Bajo las tenues luces de la habitación, el reflejo de la luna y la brisa del mar penetrando la estancia, la rubia descendía depositando besos y caricias etéreas en cada parte del cuerpo de Alex. Ambas todavía estaban en ropa interior, conforme Piper iba bajando por ese ardiente cuerpo.

La profesora temblaba y jadeaba suavemente, se sentía en el paraíso con cada toque de su alumna, la veía tan linda y tierna gustando de su cuerpo. En ese momento Alex ya no podía dar marcha atrás, estaba completamente excitada y dispuesta a entregarse por primera vez a una mujer.

Piper detuvo unos instantes su exploración al pasar la yema de sus dedos delicadamente por las costillas de Alex, sintió varias cicatrices en ambos costados de ese delicado cuerpo, la profesora notó la expresión de la joven y se sobresaltó y e intentó levantarse.

- ¡Piper, para! - suplicó con voz entrecortada, cuando la rubia pretendía quitarle el sostén, cautelosamente.

- ¿Por qué? Creí que lo estaba disfrutando - expresó confundida la rubia sobre ella, sin hacer ningún comentario referente a las cicatrices.

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