El mejor regalo de Navidad

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Era la mañana de Navidad, el clima frio penetraba las paredes y las sábanas, mientras que los cuerpos de las enamoradas permanecían calientes uno pegado al otro. La profesora estaba reposando dulcemente en el pecho de su preciosa alumna que empezaba a despertarse un poco adolorida, por mantener el cuerpo de Alex tanto tiempo sobre ella.

Cuidadosamente salió de la cama, se puso ropa y observó feliz por la ventana las calles llenas de nieve. Miró a su novia tendida, desnuda, durmiendo dulcemente y se dijo a sí misma que tenía el mejor regalo de Navidad que nuca había tenido.

Le pidió a Gloria que la dejara cocinar algo para su novia que seguía dormida. Le llevó el desayuno imaginando esos hermosos despertares románticos de los libros y películas, pero infortunadamente se llevó la sorpresa, de que si había algo que Alex Vause odiaba con todo su ser era ser despertada.

La rubia puso la bandeja con el desayuno en la mesa de noche y le empezó a susurrar palabras bonitas a su novia, pero se le estaba haciendo imposible despertarla. Tras varios minutos de intentos y obtener solo ronroneos de parte de su profesora, la rubia se acostó al lado un poco irritada, pero a la vez se le hacía adorable conocer algo nuevo de su amada.

— Jingle bell, jingle bell, jingle bell rock

Jingle bells swing and jingle bells ring

Snowing and blowing up bushels of fun

Now the jingle hop has begun — empezó a canturrear aburrida la rubia mirando al techo.

Al instante una Alex con rostro amargo abrió los ojos y la observó sería. Piper sólo sonreía, era la mejor vista que tenía desde hace mucho, la veía más hermosa que nunca acabada de despertarse.

— ¡Feliz Navidad, mi precioso Grinch! — le dio un tierno beso en la mejía la rubia a Alex que permanecía perpleja todavía.

El beso de Piper fue clave para romper el hechizo de sueño del que estaba preso el cuerpo de la profesora.

— ¡Piper, estas aquí! Creí que estaba soñando — soltó somnolienta con la voz más ronca de lo normal.

— ¡Ay, no digas de nuevo que estabas borracha y que no te acuerdas de lo de ayer! — Expresó crispada.

— ¡Claro que lo recuerdo, tonta! — sonrió y le dio un suave beso en los labios — solo que soñaba que mi princesa trataba de despertarme.

— Y si lo estaba haciendo, pero parece que no tiene buenos hábitos matutinos, Miss Vause — expresó cariñosa Piper abrazándola.

— Tal vez no utilizaste la forma correcta de despertar a alguien, Chapman — susurró mordiéndole de manera sexy el labio inferior, mientras metía su mano en la entrepierna de Piper.

— ¿Ah, de eso se trata pervertida? No tengo problema siempre tengo deseos de ti, mi profesora sexy — dijo ferozmente Piper metiéndose en las sabanas que cubrían el cuerpo desnudo de Alex.

La profesora sonrió excitada, al ver ansiosa a su novia tratando de meterse entre sus sabanas. De pronto soltó un suspiro, apretó las cobijas sorprendida de sentir la lengua de Piper que viajaba a rápidamente por sus muslos.

— Piper... — gimió al sentir como le abrió las piernas con furia, las puso sobre sus hombros y comenzó a saborear con vehemencia su sexo ya lubricado.

Alex apartó las sabanas con frenesí, apretó sus piernas entrelazadas en el cuello de Piper y sujetó con sus dos manos la cabeza de su novia, para que no parara de masajearle la zona más sensible de su cuerpo con su bien entrenada lengua. En pocos segundos tenía a la profesora gimiendo y arqueando su cuerpo y volviéndose loca de deseos.

MISS VAUSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora