Capítulo 7

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Los días pasaron con tranquilidad en la época del Sengoku. Afortunadamente la sacerdotisa y el youkai no se habían topado con enemigos de gran problema, por lo que su viaje fue tranquilo.

Si, bastante tranquilo... Y no por el hecho de que no habían tenido que pelear con demonios en demasía, sino que cierto peliplateado no salía de su inmutable silencio. Sólo decía "vamos" o "pasaremos la noche aquí". La miko, ciertamente se aburría con facilidad por su indiferencia, pero durante el corto tiempo que llevaban juntos había aprendido a conocerlo.

Faltaba muy poco para que llegaran a su primer destino, a pocas horas ya podrían estar en el castillo del Este.

- Continuaremos mañana - ordenó el ojidorado sin verla.

Kagome arrugó el ceño molesta. Al menos "Don iceberg" como le decía ella, había dicho una nueva frase. No respondió a su comentario, si el demonio insistía en ser un cubito de hielo, pues ella sería igual.

Se sentó en las raíces de un árbol y apoyó suavemente su espalda en él. Ciertamente no habían tenido que pelear mucho por lo que no había gastado su poder espiritual, pero de alguna forma u otra se sentía agotada.

Sesshomaru la observaba de reojo de vez en cuando. La chica por alguna razón no le había dirijido la palabra durante todo el día, y no era que le molestara, sino que le parecía sumamente extraño ya que la miko solía ser muy habladora.

Pudo notar su agotamiento durante el trayecto, y fue por eso que decidió parar a descansar, además de que pronto la noche caería y él por su parte volvería a estar indefenso.

Al amanecer partirían nuevamente, el castillo del Este ya estaba muy cerca, el Lord Hotaro ya debía saber de su presencia en sus territorios. Tenía que ser muy precavido con eso, el Lord del Este, ni ningún otro gobernante se podía enterar de su maldición, eso sería perder su status y podría comenzar una nueva guerra.

Observó los últimos rayos de luz desaparecer por el espeso bosque, su fuerza ya comenzaba a disminuir.

- Tienes que estar alerta, miko - habló él - ya estamos en territorios del Este.

Ciertamente desconfiaba del Lord Hotaro, y no dudaba que si lo descubría en esa apariencia, lo mataría y se quedaría con sus tierras.

La azabache arrugó el ceño confundida, ¿por qué estar alerta si se encontraban en territorios del Este? ¿Acaso no tenían una alianza o algo por el estilo?. Muchas dudas pasaban por la mente de la mujer, pero al sentir como bajaba lentamente el youki del demonio lo entendió. Si descubrían a Sesshomaru, seguramente lo matarían.

- Está bien - susurró más para sí misma.

.

.

La Luna ya había alcanzado lo más alto del cielo, y alumbraba débilmente los cuerpos de dos humanos.

Sesshomaru alzó su mano y la observó con detenimiento. Al estar así sentía muchas cosas que nunca pudo imaginar, el frío, el hambre y un cierto temor. Sus ahora azules orbes se posaron sobre la silueta femenina que yacía recostada a unos metros de él. Aquella miko respondona descansaba con toda confianza, como si no hubiera nada que le preocupara; sintió envidia por ello. Lo que más quería él era recuperar esa tranquilidad que lo caracterizaba, pero no podría hasta encontrar algun modo de romper con tan vil maldición.

Afirmó su cabeza en el tronco del árbol donde descansaba, sólo para mirar el iluminado cielo. Hacer eso siempre lo relajaba y esperaba que esa no fuera la excepción.

Escuchó una queja por parte de su acompañante y volvió a mirarla, ella susurró unas palabras que no alcanzó a escuchar por su insignificante oído humano. Cerró los ojos molesto y trató de dormir, aunque estaba seguro de que aquella noche sería larga.

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