Capítulo 10

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La iluminada noche era opacada por las grises nubes que pasaban, impidiendo que el hermoso astro plateado iluminara dos cuerpos cerca de un arroyo. El frío se sentía con fuerza, pero la pequeña fogata que se encontraba a su lado aliviaba un poco la sensación. 

Kagome movió con cuidado el herido cuerpo de su compañero, y se dedicó a curarlo con sus poderes espirituales. El ahora pelinegro se encontraba muy pálido y su cuerpo estaba frío, había perdido mucha sangre. La chica logró sanar la herida pero no en su totalidad, una delgada línea roja y unas cuantas manchas negras se podían apreciar ahora en la espalda del hombre. La recuperación total, ahora dependía solo de él.

La miko cubrió el cuerpo de él con el haori blanco con rojo que el youkai con frecuencia usaba. Lo hizo con cuidado, casi apenas rozando su piel, temía lastimarlo más de lo que ya estaba. 

- Maldita sea... - susurró la chica con preocupación, eso no debería estar pasando. Si llegaran a herir  nuevamente a Sesshomaru, lo más seguro es que no lo resistiría, tenían que llegar de un vez a ese dichoso templo, y rogaba a los dioses que en ese lugar este la cura para su amigo.

Observó con preocupación el pálido y frío rostro de Sesshomaru, debía hacer algo para calentar su cuerpo. Con sus mejillas rojas tal cual tomate, se recostó al lado de su compañero y acercó su cuerpo a él; el calor de su cuerpo más la fogata debería bastar para calentar la anatomía del pelinegro.

Un escalofrío la recorrió cuando él se acercó más a ella, rodeando un brazo en su estrecha cintura.  La vergüenza la invadió al sentir la piel del hombre, era suave y fría. Colocó ambas manos en su pecho y subió su mirada al rostro de él, reconocía que Sesshomaru era el hombre más hermoso que haya visto, ya sea Youkai o humano. Su corazón latió desenfrenado al reconocerlo. Con un poco de más confianza, recostó su cabeza en el pecho de él, y no pudo evitar soltar un placentero suspiro, su suave cuerpo ya comenzaba a calentarse.

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Sentía frío, un horrible frío que le calaba los huesos. Nunca había sentido algo parecido ya que su cuerpo siempre se mantenía caliente, pero ahora era diferente, estaba helado y no podía ver nada más que oscuridad.

Sintió algo de calor a su lado, no podía identificar que era, pero su calidez aliviaba un poco su anatomía. Su cuerpo fue movido con suavidad hacia un costado y pronto sintió un agradable cosquilleo en su adolorida espalda. Había alguien a su lado, no podía distinguir quién era, su mente se encontraba en blanco, pero aquella presencia le transmitía tranquilidad.

Deseaba abrir sus ojos, pero por más que lo intentara no podía, sus parpados estaban muy pesados. De un momento a otro sintió el cuerpo de otra persona a su lado, aquella esencia y calidez eran reconfortantes para él. Aquel ser olía a jazmines y lavanda, estaba seguro de haber olido antes aquel suave aroma, pero no lograba recordar nada. Se acercó más al dueño de aquel calor, y solo así, obtuvo la paz que necesitaba.

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Abrió sus ojos con lentitud, le pesaban demasiado los parpados. Cuando los pudo abrir en su totalidad, se sorprendió al encontrar a la sacerdotisa abrazada a él, y más aún, su brazo rodeando la fina cintura de ella. Sintió su corazón acelerarse al sentir el calor que despedía la chica, la miró con curiosidad, detallando su rostro, este era blanco y se notaba su suavidad, tenía las pestañas largas y ondeadas hacia arriba y sus labios... sus labios rosados y aparentemente cálidos.

Se incorporó con suavidad, moviendo de forma lenta su brazo sobre la chica, no podía distraerse con cosas tan banales. Soltó un involuntario quejido al ponerse de pie, su espalda la sentía adolorida. observó con detenimiento sus manos, no había marcas ni garras, pese a ser de día, aún seguía siendo humano. 

El tiempo se agotaba.

- ¿Sesshomaru? - susurró la chica despertando.

- Aquí estoy, miko 

- ¡Sesshomaru! - se levantó con rapidez para abrazarlo - no me vuelvas a asustar así.

El pelinegro abrió sus ojos más grande de lo normal ante tal asombro, y se debatió si corresponderle o no, pero antes de tener una respuesta la chica lo había soltado.

- L... Lo siento, me dejé llevar por la emoción de verte bien - dijo ella avergonzada.

El pelinegro sonrió interiormente, le agradaba ver a la chica avergonzada.

- Tú... Aún no vuelves a ser youkai - comentó ella sorprendida.

- La maldición sigue avanzando.

- No puede ser, es por eso que aún estás así - dijo la miko con preocupación.

- Así es, y mientras más tiempo pase, mi forma como humano será más duradera - respondió él viendo detenidamente su mano.

- Tendremos que ser más precavidos, puede aparecer alguien más como el de ayer.

- Dudo que venga otro youkai de ese nivel a atacarnos - comentó él.

- ¿Por qué lo dices? - preguntó la azabache viéndolo fijamente.

- El que está detrás de todo esto no será tan estúpido como para exponerse, además, no sabe que hemos eliminado a su subordinado. Tendremos tiempo para llegar al templo sin que nos ataquen.

- Buen punto...

- Continuemos - ordenó él.

- Sí, sigamos con nuestro viaje - concluyó la chica.

- Andando.

Continuará...

¡Capítulo corto pero con mucho que decir! 

Lamento la tardanza, hace poco estuve muy enferma, por lo que se me hizo imposible actualizar. Espero que les haya gustado y no olviden votar ¡recuerden que sus votos y comentarios son muy importantes para mí!

Nos leemos en el próximo cap.

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