Capítulo 12

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¡Terco! Esa era la única palabra que podía decir en estos momentos al youkai que lo acompañaba, él quería que todo fuera a su manera, ¡pero no señor! Hay que aprender a quedarse quieto y confiar, ¡aunque sea por las malas! - pensó la joven mujer con enojo.

Sesshomaru se había negado hasta al final a quedarse en ese lugar a esperar a la azabache, por lo que la miko tuvo que tomar medidas drásticas. Un campo de fuerza, ella alzó una barrera protectora que rodeaba todo el templo, impidiendo que demonios ingresaran a ella. El Inuyoukai había observado a la joven con furia viva en sus ojos por tal atrevimiento, y ella lo miró de vuelta de la misma manera.

Una vez dentro del templo, Kagome siguió al misterioso peligris que caminaba frente de ella, pasando por unos pasillos que ni siquiera se había percatado. Finalmente, llegaron hasta una gran puerta de madera, pero con detalles en oro. El chico abrió la puerta con cuidado, y dejó entrar a la sacerdotisa primero.

La pelinegra quedó impresionada con el lugar, todo parecía muy fino y un aura realmente pura rodeaba la habitación. En el centro de esta sobre una gran plataforma, se encontraba un hombre viejo sentado con ambas piernas cruzadas. Vestía ropas similares a la de un sacerdote y su cabello y barba eran de un largo color blanco.

- Maestro, he traído a la miko - informó el joven inclinado.

- Gracias, Hiroshi - respondió el mayor - a si que tú eres la sacerdotisa - dijo esta vez hablándole a la ojicafé.

- Así es, mi nombre es Kagome Higurashi, un gusto conocerlo, señor...

- Kazuki, mi nombre es Kazuki joven miko.

- Señor Kazuki, muchas gracias por resivirme en su templo - expresó la azabache haciendo una reverencia en señal de respeto.

- Eres una mujer sagrada después de todo, los Dioses se enfadarian conmigo si no te permito entrar... Y dime muchacha ¿qué es lo que buscas en este templo? - preguntó el viejo.

- Bueno, yo busco información sobre maldiciones de youkai...

- ¿Es para el youkai que te acompaña? - preguntó el viejo de manera severa.

- Si señor, es para él - respondió ella.

- No es común en estos días que las mikos ayuden a los youkai, son seres completamente distintos y está en su destino destruirse mutuamente.

Kagome sintió un escalofrío recorrer su espalda, eso ya lo había escuchado antes.

- Como sacerdotisa, es mi deber ayudar a las personas, y no me importa si es humano o youkai, lo ayudaré - explicó la joven con determinación.

- Muchacha, tienes un corazón muy puro, eres una joven de grandes valores pero debes saber que si te sigues involucrando con ese ser, las cosas no terminarán bien. Sus energías son muy distintas, por ende, en cualquier momento se terminarán dañando...

- Sé que nuestras energías son distintas, pero ambos la mantenemos a raya. Yo se muy bien como canalizar mi reiki y él no es cualquier youkai - dijo ella con firmeza.

- Hmm está bien, creo en ti miko - comenzó a hablar Kazuki - te daré el pergamino que necesitas, pero una vez que lo desocupes, desaste de él.

El extraño hombre alzó una mano y por arte de magia un gran pergamino comenzó a aparecer en su palma.

- Se lo agradezco mucho señor - expresó la miko tomando el pergamino que el viejo le extendió.

- Espero que encuentres ahí lo que buscas muchacha.

- Seguro que si, nuevamente muchas gracias señor Kazuki, yo ya me retiro, y de antemano lamento mucho las molestias que mi compañero y yo hemos causado - habló inclinada.

- Esta bien, y no te preocupes... Te deseo suerte Kagome - dijo Kazuki.

La azabache sonrió en respuesta, y luego caminó a la salida.

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Maldita humana ¿quién se cree que es? Podría deshacerme de ella si así yo lo quisiera, solo es una herramienta que uso para mi conveniencia...

El youkai estaba irremediablemente furioso, muchas ideas de matanza cruzaban por su cabeza. Se notaba cabreado y con su aura casi fuera de sí.

Esa mujer me las pagará.... Cómo se atreve a dejarme aquí esperando por ella, y más aún,, a acompañar al tipo que de no ser por mí la asesina. ¡Es una estúpida!

Solo espero que se encuentre bien...

La barrera comenzó lentamente a caer, y la presencia de la azabache se estaba acercando.

El youkai la esperó frente a la puerta, y preparó una de las más frías miradas que tenía, pero no contó con la eminente tristeza que rodeaba a la joven.

- Sesshomaru... - susurró ella con un deje de melancolía.

El nombrado por su parte solo arrugó la frente en señal de enojo. La chica sonrió al comprenderlo.

- Lo he conseguido - dijo ella avanzando hacia él.

El youkai fijo su mirada en las manos de la miko, y pudo distinguir el pergamino... Su enojo pasó a segundo plano.

- Aquí debe estar la cura para tu maldición, Sesshomaru - comentó la azabache con lágrimas en los ojos.

- Miko... -

El peliplateado miraba confuso el rostro de su compañera, estaba tentado a preguntar por su actitud, pero consideró más importante lo que ella tenía en sus manos.

- Busquemos un lugar seguro - ordenó él comenzando a caminar.

Kagome se sorprendió por lo que dijo él, pero segundos después entendió el porqué de su orden.

Caminaron un buen tiempo, pasando por el bosque, el cual se encontraba repentinamente sin ninguna aura demoníaca, excepto la del Inu. Se detuvieron cuando localizaron una pequeña cueva en la distancia, era estrecha pero perfectamente cabían ambos.

La joven sacerdotisa se sentó delicadamente, tratando pasar desapercibido su casi evidente nerviosismo. Sesshomaru se sentó frente a ella y espero pacientemente a que abriera el pergamino.

- Sesshomaru, antes de abrir el pergamino quiero decirte algo - comenzó a hablar la joven - En estas semanas, he podido aprender cosas de ti, y me di cuenta que eres un youkai que tiene honor y orgullo. Haz peleado y no te has dejado vencer pese a todo los obstáculos frente a ti, yo realmente admiro eso. Ambos somos seres totalmente desiguales, nuestros poderes fueron creados para destruirse el uno al otro, pero... Pero quiero que sepas que pese a todo no me arrepiento de haber ayudado en tu búsqueda, y que después de todo lo que hemos pasado juntos yo... Te aprecio.

El ojidorado no pudo evitar la sorpresa en su rostro. La miko, ahí sentada, con las mejillas rojas, le acababa de confesar algo que él jamás imaginó. Ella lo apreciaba... Una agradable sensación le recorría el cuerpo al pensar en eso, se sentía bien aunque no pudo descifrar el porque. La sacerdotisa tenía razón, ella estaba destinada a asesinarlo y él para hacer lo mismo con ella, pero esa rebelde mujer lo había ayudado y más que eso, se había encariñado con él. Si no fuera por ella, seguramente no hubiera podido obtener aquel pergamino, y fue en ese instante donde reconoció lo importante que era la miko para él. Aquella molesta y habladora sacerdotisa, era apreciada también por él...

Continuará...

Quiero agradecer a todas las personas que se dan el tiempo de leer mi historia, estoy muy contenta porque gracias a ustedes hemos llegado a los 1k. Realmente aprecio mucho sus votos y comentarios. Trataré de subir capítulos más seguidos porque la cosa se pone buena jeje... Saludos! ❤️

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