Capítulo 6

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Los oscuros ojos de la miko observaron con asombro la silueta de Sesshomaru. Jamás en su vida pudo imaginar a ver al youkai así, en aquello que más odiaba y repugnaba, aunque esto cambió cuando conoció a la pequeña Rin, pero aún así, verlo de esa forma fue algo impactante.

Sus ojos eran de un color azul profundo y su hermoso cabello plata había sido reemplazado por una negra cabellera.

No había youki, ni garras; frente a ella solo estaba un humano normal...

- Eres un humano - susurró Kagome aún con asombro.

- Así es - respondió él con simpleza pero manteniendo su dura mirada.

La sorpresa era evidente en los ojos de la pelinegra, estos brillaban con ímpetu y su boca se mantenía semi-abierta. Acercó su mano a él y la posó sobre su dura armadura... No podía sentir ninguna energía proviniendo de él. Trató de alzar su mano a su rostro pero rápidamente fue tomada por el ahora humano. Un extraño estremecimiento los recorrió a ambos al momento de chocar sus pieles.

Sesshomaru observó intrigado su mano sujetando firmemente la de la joven, extrañado por aquella sensación.

- Yo... Lo siento, me dejé llevar por la sorpresa - se disculpó la chica sonrojada.

Soltó suavemente la pequeña mano de la azabache y al hacerlo no pudo negar la extrema suavidad y calidez que provenía de ella.

- Será mejor que ponga un campo de energía alrededor de la cueva - dijo la miko tocandose las manos nerviosamente - así podremos evitar batallas innecesarias.

Él asintió con la cabeza sin mirarla y se sentó cerca de la fogata. Odiaba reconocerlo, pero en ese estado estaba tan débil que hasta el frío de la cueva lo afectaba un poco.

Kagome lo miró de reojo mientras alzaba una barrera protectora sobre la entrada de la cueva. Ahora comprendía la urgencia del youkai por encontrar una cura. El solo hecho de tener que estar de esa manera cada noche debía ser mucho para él, aunque no lo demostraba; Sesshomaru solo permanecía con esa mirada fría e indiferente.

La lluvia comenzó a caer fuertemente fuera de la cueva, el viento y el frío no tardaron en hacer acto de presencia. El campo de protección los podía proteger de demonios pero no de la naturaleza. Ambos humanos permanecían frente a la pequeña fogata, protegiéndose de la insistente ventilada helada. El silencio reinaba en ese lugar y dichas personas se mantenían en sus pensamientos.

Kagome levantó su cabeza y lo miró aún sin poder creerlo... El fuego era reflejado en las orbes azules de Sesshomaru y su cabello negro como la noche se movía de vez en cuando por el viento que se infiltraba por la entrada de la cueva.

Tembló al sentir las corrientes frías por su espalda, se acercó un poco más a la fogata y abrazó sus piernas tratando de entrar en calor. En esos momentos extrañaba mucho su saco de dormir.

El sonido de la lluvia y el viento eran palpables para sus normales oídos. El frío se podía sentir en el ambiente pero su fiel estola, que aunque no contaba con sus poderes sobrenaturales, hacía un buen trabajo manteniéndolo en buena temperatura. Como odiaba estar así, en esa forma tan débil y vulnerable. Levantó su mirada hacia la miko y la encontró abrazando sus piernas en busca de calor, pero ella no decía nada al respecto, solo se mantenía en esa incómoda posición con la mirada perdida.

Bajó su vista hasta su mano izquierda y la miró con curiosidad... El rose que tuvo con la azabache había provocado una extraña sensación en él. ¿Acaso se debe porque se encuentra en forma humana?.

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El cielo comenzaba lentamente a aclararse mientras la lluvia comenzaba a ceder. El frío ya no era tan grande, pero si lo suficiente para despertar a la joven humana que yacía recostada en el suelo del oscuro lugar.

Se incorporó con pereza y con un suave quejido por el movimiento. Dormir en ese incómodo lugar no le había hecho nada bien para su espalda. Se estiró con delicadeza y aún así se escuchó el sonar de sus huesos.

- Maldición... - Se volvió a quejar la azabache. Recorrió con su mirada la cueva, y se sorprendió al no ver a Sesshomaru en ella.

- ¿Dónde se habrá metido este youkai del demonio? - se preguntó enojada, pero se tranquilizó al sentir su energía demoníaca en los alrededores. Suspiró con tranquilidad y camino a su encuentro.

Gracias al cielo el peliplateado solo era humano en las noches...

Apenas había aclarado el cielo, Sesshomaru sintió el pulso de su youki e inmediatamente salió de la cueva en la que se encontraba. Sus poderes habían regresado, pero mientras más tiempo pasaba, más estos iban disminuyendo. Se sentó bajo un árbol sin importar lo húmedo del suelo y se dispuso a pensar... Tenía que llegar al Este y luego ir al Templo del Norte. El tiempo, desgraciadamente pasaba muy rápido para él y temía no alcanzar a romper la maldición. Apretó sus manos con fuerza y al hacerlo sus garras perforaron su piel, pero él ni siquiera lo sintió. Se culpó por haber caído en tan vulgar maldición... Un ser como él, el Lord Sesshomaru, dueño de las tierras del Oeste. ¿Cómo pudo caer tan bajo?.

- Sesshomaru... - escuchó una voz femenina.

La mujer que se había ofrecido ayudarlo se encontraba frente a él, podía ver en sus ojos un deje de tristeza... Pero ¿por qué?, ¿sentía tristeza por él?.

- Estas sangrando - la escuchó de nuevo pero esta vez detallando su mano herida.

- No es nada - respondió el youkai con simpleza mientras se levantaba.

La joven miko observó al Inuyoukai caminar, dejándola sola en el lugar. Él peliplateado sólo deseaba soledad por el momento y ella perfectamente lo entendía, pero no podía evitar el sentimiento de querer ayudarlo y estar ahí para él, aunque sabía de sobra que el youkai diría que no lo necesitaba.

Regresó a la cueva y tomó su arco y flechas para alcanzar a su compañero de viaje.

Compañero...

Sonrió sin evitarlo.

En el pasado jamás pudo haber pensado en esa palabra respecto a Sesshomaru. Sí aliado, pero compañero nunca, bueno, casi, porque ahora lo eran. Un extraño dúo de una humana sacerdotisa y un youkai.

A lo lejos, logró visualizar su silueta y corrió para alcanzarlo. El ojidorado por su parte, detuvo su andar al sentir el aura de la miko acercándose a él. Frunció el ceño al ver el rostro de la azabache... Kagome sonreía para él.

Que drásticos eran los cambios de humor en los humanos...

- ¡Vamos Sesshomaru! , mientras más pronto lleguemos mejor - dijo ella con energía.

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- Que mujer más extraña... - pensó.

Continuará...

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La imágen de arriba fue dibujada por mí y una amiga muy especial.
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Gracias Mai por tu increíble talento, y espero pronto volver a comenzar un nuevo proyecto contigo.

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