Capítulo 17

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Sesshomaru nunca había sido un youkai que mostrara sus sentimientos, de hecho, él juraba que carecía de ellos. Había nacido de una unión únicamente hecha por el poder, no por sentimientos de por medio. Irasue e Inutaisho; sus padres, solo tuvieron la misión de procrear a un heredero poderoso, en ese caso él. Pero todo cambió cuando su padre se enamoró de aquella princesa humana. El peliplata nunca había creído en tal sentimiento, pero ver a su padre morir por aquella mujer solo le hizo sentir repulsión. Comprendió que existía esa cosa que llamaban "Amor" pero solo traía muerte y deshonor, y él, el gran Lord de las tierras de Oeste, jamás se rebajaría a tener esa clase de sentimientos. Si algún día llegara a tener una hembra, sería únicamente para la procreación de su heredero, pero no habría ese ruin sentimiento...

Al menos eso pensaba antes, antes de conocer a Rin y a la Sacerdotisa.

Esa miko... esa mujer se había metido de tal manera en su vida que ya le era imposible alejarla. La deseaba, la deseaba como nunca había deseado a una mujer o youkai. Su piel, su aroma, eran tan distintos a lo que él estaba acostumbrado. La azabache poseía una piel blanca y sumamente suave, su olor a jazmines y flores era sumamente exquisito, y que hablar de su aroma a pureza, aquello simplemente lo enloquecía.

- Tenemos que continuar - había dicho él después de esa vergonzosa situación.

La miko se mantenía callada, y solo atinó a asentir con la cabeza. No mantuvieron conversación por dos días, dos días que se hicieron eternos para el youkai, donde solo podía descansar en su forma humana, ya que al estar en youkai solo hacía que todos sus sentidos se enfocaran en ella.

Kagome, por su parte no se encontraba mejor que el ojidorado, su acción le dio mucho en que pensar. Aún podía sentir la lengua de él en su cuello, y el roce de sus colmillos en su piel, sabía que aquello no estaba bien, pero no podía evitar sentir cosquillas en el abdomen al recordarlo. Sesshomaru confesó que ella le había hecho perder la cabeza, claro, de forma literal. Al principio la azabache no había entendido, pero después de lo que pasó con él comenzó a hacerse ideas.

Realmente no quería ilusionarse, ya había pasado por lo mismo con el hanyou de traje rojo, no soportaría una vez más sentir como su corazón se hace trizas.

Observó la ancha espalda del demonio, su cabello plata se movía con gracia al son de su caminar. Marchaba de manera tranquila, pero con ese toque de elegancia que lo distinguía. Él siempre caminaba al frente, no importaba en que situación se encontraran, él siempre iba alejado. Esto hizo que la pelinegra pensara que realmente había una barrera que los separaban, él parecía inalcanzable.

- ¡Maldición! - se quejó de repente el ojidorado.

- ¡Sesshomaru! - lo llamó la joven al ver que se encontraba arrodillado en el suelo.

De manera improvista, el color plata del cabello de su compañero fue cambiado por uno negro como la noche. Sus ojos pasaron ser de oro a azul zafiro. Su transformación ya había comenzado.

- Es imposible, aún hay sol... - decía la miko con preocupación.

- La maldición está avanzando más rápido de lo que pensábamos, tenemos que encontrar los elementos para realizar el sello lo más pronto posible - comunicó de forma cansada el pelinegro.

- Bien, si seguimos en esa dirección encontraremos el manantial, eso fue lo que nos dijo el anciano de la aldea anterior. Si nos damos prisa, probablemente podamos llegar antes de que oscurezca.

- Entonces que esperamos, andando - ordenó el ojiazul levantandose.

Kagome lo observó caminar con preocupación, Sesshomaru, desde hace unos días, cada vez que cambiaba a su forma humana, sufría un desgaste físico, como si todo lo que hubiera hecho en su forma youkai, ya sea caminar, correr o luchar, le afectaba a su forma humana. Si seguía así, no iban a alcanzar a realizar el sello.

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