Capítulo 1

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  No hay decisión que podamos tomar que no venga con algún tipo de equilibrio o sacrificio.-Simon Sinek.  



El amanecer comenzaba a hacerse presente en la aldea, el frío de la mañana era opacado por los cálidos rayos de luz del sol y las aves revoloteaban feliz por otro nuevo día. En cierta cabaña, unos hermosos ojos marrones comenzaban a abrirse lentamente. La mujer se incorporó y observó la luz que entraba por su ventana e inevitablemente sonrió. Tenía la sensación de que hoy sería un gran día.

Al levantarse, tomó su traje y salió de su cabaña para ir al pequeño riachuelo que se encontraba cerca de la aldea. Ya no tenía miedo de caminar sola, puesto que en los últimos años había entrenado lo suficiente para convertirse en lo que era ahora. No fue nada fácil, los primeros meses de entrenamiento fueron tan agotadores que terminaba sin ninguna pizca de fuerza, sin embargo, al paso de los meses se fue acostumbrando y a tener más resistencia. Se reconoció a sí misma luego de los últimos años, reconoció que era una mujer fuerte y poderosa... Aquella chiquilla ya no estaba, ahora solo se podía apreciar a una madura mujer de 21 años, joven, pero con una increíble fortaleza.

Pese a que se acostumbró a la vida del sengoku y crecer en todos los sentidos, no pudo evitar sentirse vacía, algo que ni siquiera ella misma comprendía. Había vuelto por su amor, pero al final no se quedó con él, y por su decisión no pudo volver a su tiempo. Extrañaba a su familia, sí, pero no se arrepentía de su elección... Entonces ¿por qué ese sentimiento de vacío?

- ¡Kagome! 

- Oh, Sango ¡Buenos días! - saludo la azabache al voltearse.

- Hoy viniste bastante temprano al río Kagome

- Si, desperté apenas salió el sol - sonrió. 

- Te ves de muy buen humor hoy - comentó Sango mientras caminaban.

- Pues si - dijo mientras reía un poco.

- ¿Se puede saber la razón?

- Solo tengo la sensación de que hoy será un buen día - contestó animadamente.

La  ex-taijiya sonrió, que su amiga sonriera de esa forma era un alivio para ella, ya que los últimos meses había visto a la miko bastante desanimada...

- Bien, ¡a bañarse! - dijo la pelinegra

- ¡Hey! ¡espera! - gritó al ver a su amiga correr para lanzarse al río.

- ¡Date prisa Sango! 

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- Yaken, ¿Has encontrado a alguien? - preguntó firmemente una voz.

- N...no, lo siento mucho a...amo, pero no hay nadie que pueda con este problema - respondió el sapo notablemente asustado.

- Retírate.

- Pero amo...

- ¡Sal! - gritó enojado.

- S..si amo, con su permiso - dijo saliendo del lugar.

- ¡Maldición! - golpeó fuertemente la pared de su habitación - Tiene que haber alguien que me ayude con esto...

Se sentó bruscamente en el suelo y colocó una mano en su frente lleno de frustración. Tenía que hacer algo, su orgullo como youkai estaba en juego, y no podía quedarse cruzado de brazos esperando su salvación, el tiempo corría muy deprisa.

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