Despertó cuando los finos rayos de sol entraron por la humilde cabaña. Sintió los fuertes brazos masculinos estar rodeados a su estrecha cintura. Sonrió ante ello. Volteó a ver a su amado youkai, este aún conservaba aquella apariencia de humano por culpa de la maldición, seguro dentro de unos minutos recuperaría su verdadera apariencia.
Volteó su cuerpo con el fin de abrazarse al firme pecho del pelinegro. Este se quejó ante el movimiento, y abrió sus azules ojos. Kagome quedó embelesada ante ese color. Eran pocas las veces en que podía apreciar el zafiro profundo de los ojos de Sesshomaru.
- ¿Qué pasa? - preguntó él con voz adormilada.
- Tus ojos son hermosos - aseguró la azabache sonriendo.
Sesshomaru levantó elegantemente una ceja, y sonrió levemente.
- Pensé que te gustaban dorados.
- También me gustan, ambos en realidad. Es solo que no había tenido la oportunidad de ver tan bien tus ojos cuando estas transformado en humano.
- Si rompemos la maldición no verás este color nunca más - recordó él.
- Lo sé, por eso déjame apreciarlos mientras pueda - contestó acercándose a su rostro.
- Miko tonta - dijo para luego besarla.
Kagome prácticamente se derritió ante aquel dulce beso, Sesshomaru movía sus labios sobre los de ella con una delicadeza y suavidad infinita. Lo atrajo más hacia ella jalando su por ahora negro cabello. Él reaccionó comenzando a besarla más intensamente, adentrando su lengua en la boca contraria.
- Sesshomaru... - gimió suavemente la pelinegra.
El nombrado la calló con un nuevo y apasionado beso. Recostó el curvilíneo cuerpo de su mujer y se posó sobre ella, sin dejar sus apetitosos labios. Pronto sintió un conocido pulso en su interior. Su cabello comenzó a cambiar de color, mientras que sus demás rasgos ya llegaban casi por completo. Kagome lo observó maravillada, y con las mejillas tan rojas como un tomate. Cuando la transformación llegó a su fin, el ahora peliplata afirmó su frente contra la de su sacerdotisa.
- Me vuelves loco - reconoció.
Kagome gimió suavemente en respuesta, algo excitada por sus acciones y palabras. Tan pronto cuando el gemido salió de sus labios, el youkai ya los había reclamado, esta vez con fiereza y pasión.
- Sesshomaru... - Susurró ella contra su sensible oído, y este apretó fuertemente sus dientes al sentir aquella conocida corriente eléctrica bajar y subir por su cuerpo hasta detenerse en su entrepierna.
Se separó gentilmente de su mujer, y reposó su cabeza a un lado de ella, buscando tranquilizarse, pues aquel lugar no era el mejor para tomar a la joven pelinegra. La anciana no debería tardar en aparecer en esa habitación.
- ¿Qué pasa? - preguntó ella confundida.
- Este lugar no es el indicado - respondió sin dar más explicaciones.
Kagome pareció no entender, pero luego de procesar sus palabras lo comprendió, y se sonrojó a más no poder.
El ojidorado se incorporó con resignación, para luego comenzar a vestirse. Moría de ganas por hacer suya a la miko, pero no quería interrupciones y mucho menos que la vieja los escuchara copular.
- Debemos continuar - dijó él una vez vestido.
- Está bien, me siento mejor gracias a las yerbas que me dio la señora Masako.
- Aún así pediré más medicina, es altamente probable que el dolor sea más intenso a medida que vayas recuperando tus poderes.
- Bien, creo que con su medicina podré superarlo - contestó segura.

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Destino
ФанфикUna maldición acecha al gran youkai Sesshomaru, quien resignado va en busca de la única mujer que lo podría ayudar. Una nueva aventura comienza, donde el peliplateado y cierta azabache tendrán que viajar juntos. Los sentimientos de cada uno saldrán...