-¡Julián! ¡Ya levántate! ¡Son las 9, ya es tardísimo! ¿Y por qué te dormiste en el piso?
Los regaños de mi mamá hacen que mi dolor de cabeza se intensifique; me obligan a abrir los ojos, aunque la luz me lastime, y a levantarme, aunque con mucho trabajo, mareado. La volteo a ver, con esa típica cara fea de cuando uno se acaba de despertar.
-Ya arréglate, que de por sí ya no llegaste a tu primer clase. -Dice enojada.
Se va de ahí a seguir haciendo lo que tiene que hacer; mi mamá siempre está muy apurada en las mañanas. Me quedo recostado un rato, y después comienzo a levantarme poco a poco. El segundo paso del alcohol que te permite olvidar el dolor emocional sin duda es el dolor físico que te causa al día siguiente, maldita cruda... Nunca me da, ¿por qué llega justo cuando tomo en semana de proyectos?
Proyectos... Pensar en esa palabra me estremece, y hace que me sobresalte tanto que hasta se me olvide mi dolor de cabeza: ¡el primer avance del proyecto se entregaba a más tardar ayer en la noche! Sí, ese único proyecto en el que estoy trabajando junto con Sam... Mierda, ¡qué estúpido! Agarro mi teléfono: hay toda una fila de mensajes de Sam, primero pidiéndome de buena forma que haga mi parte, y poco a poco pasando a ser insultos cada vez más feos. Maldición, la acabo de regar en la última esperanza que me quedaba...
Me levanto y me arreglo rápidamente. No alcancé a entregarlo, pero si me apuro, alcanzaré a llegar a esa clase, que me toca a las 10. Chance y si chantajeo al profe me la perdone. Salgo de mi casa corriendo y agarro el transporte público lo más rápido que puedo, ya que el camión de la escuela ya no pasa a estas horas.
Llego a la escuela, agitado, despeinado; todo desarreglado, derrapando justo para llegar a tiempo a mi clase de las 10. Primero voy a dejar mis cosas a mi lugar. Enfrente está Sam, quien claramente se muestra indispuesta a hablarme. No me importa. Me acerco a ella, acelerado, sin importarme lo desarreglado que me veo. Incluso, que me vea así puede ser bueno: es más fácil que se compadezca de mí al verme, y por lo tanto que me perdone.
-¡Sam! ¡Perdóname, en serio! Ayer había muchísimo tráfico y llegué súper tarde a mi casa. Estaba muy cansado y me quedé dormido. Incluso no entregué otros trabajos que tenía que hacer para mañana. Perdóname... De verdad...
Claramente, todo eso fue mentira. No podría perdonarme si le dijera lo que realmente pasó, y más sabiendo que no le importa que me sienta mal.
-Está bien. -Dice seria, sin voltearme a ver, acomodando sus cosas.
Sé que está enojada conmigo, la conozco. Se nota que si me respondió fue por pura cortesía.
-Ahorita lo arreglo. Voy a convencer al profe.
Voy rápidamente hacia su escritorio.
-¡Profe! Necesito hablar con usted, es algo sobre el proyecto.
-Dime. Pero que sea rápido, porque ya tengo que empezar la clase.
-Lo que pasa es que no lo entregué... Ayer fue un día muy complicado, y simplemente se me pasó. ¿Cree que pueda aceptarlo ahora? Sé que era mi responsabilidad, pero también considere que es la primera vez que me pasa...
-Julian, conoces las reglas.
-Por favor, sólo esta vez. Creo que todos tenemos derecho a segundas oportunidades, y más cuando hemos entregado todo a tiempo previamente.
-Lo siento, Julian, no puedo recibírtelo. Se dijo muy claro desde un principio que la calificación máxima para trabajos extemporáneos sin evidencia de justificación es de diez sobre cien.
Lo miro disgustado. Busco otra cosa que decirle, pero no encuentro ninguna.
-Tómalo por este lado: esto te servirá de lección para que no te vuelva a pasar. Sigues pasando la materia, tranquilo.

ESTÁS LEYENDO
La Esencia de la Vida
EspiritualUna familia que me quiere mucho, con buen nivel económico, la oportunidad de estudiar en las mejores escuelas del país donde vivo, y muchos amigos. ¿Qué más podía pedir? La estabilidad rodeaba todos los aspectos de mi vida. Estaba acostumbrado a que...