26

24 5 0
                                    

Levanta rápidamente su enorme garra y la dirige fuertemente con la intención de golpearme. Por suerte logro esquivarla. Fúrico, levanta la otra garra de la misma forma y hace exactamente lo mismo. Retrocedo. Skiurlaub se mueve cada vez más agresivo, mostrándose cada vez más rabioso al verme. Pero no puede alcanzarme. Las cadenas a las que está atado le impiden acercarse más a mí, dejándome apenas en una posición segura, mientras genera un estruendoso alboroto entre sus salvajes gruñidos y el metal de las cadenas sacudiéndose, jalándose, y chocando con sus movimientos bruscos. Ahora veo por qué lo tienen amarrado bajo tanta seguridad. Se ve que en verdad tendría la capacidad de destruirlo todo a su paso si fuera liberado. Lo miro, retorciéndose, gruñendo cada vez más enojado, cada vez jalando más fuerte las cadenas... Hasta que llega un momento en el que se jala tan fuerte, que termina rompiéndolas. Un montón de pedazos del pesado metal, desprendidos de donde solían estar entrelazados, cayéndose al suelo junto con la pesada cadena, generando el típico sonido aturdidor del metal chocando entre sí. Inmediatamente después, la enorme bestia ruge hacia mí. Pedo ya nada asegura mi bienestar; ya no hay nada que lo mantenga incapaz de alcanzarme. Estoy paralizado, petrificado. Pero sé qué debo hacer. Entonces, apenas percibo que inicia a moverse hacia mí, reacciono: me doy media vuelta y corro, corro... Corro con todo lo más rápido que puedo, con todo lo que tengo, sabiendo que mi vida depende de esto...

Y esa sensación comienza a reaparecer en mí: la sensación típica de la adrenalina. Mi corazón late rápidamente, mi respiración es agitada, pero al ritmo de cada paso que doy, corriendo rápidamente, igual de acelerado. Llega un momento en el que ya no siento mis piernas. Sé que deberían estar cansadas, deberían estar exigiéndome que pare, pero ellas simplemente siguen corriendo, resignadas; como si estuvieran programadas para no sentir cansancio. Simplemente saben que deben seguir moviéndose, no importa qué pase; que de ellas depende mi vida en este momento.

El temor que antes estaba sintiendo, cuando apenas empecé a correr, se va convirtiendo poco a poco en un sentimiento satisfactorio, al notarme a mí mismo corriendo de semejante bestia tan poderosa sin haber sido atrapado aún. ¡Sí! Al fin estoy realmente demostrándome que no soy un débil.

Agarro fuertemente el bolsillo donde tengo guardadas las gemas que he conseguido, con tal de cuidar que no se me vayan a caer mientras corro. Entonces, comienzo a sentir cómo va disminuyendo su volumen. E inmediatamente después, observo un montón de esferitas de luz, amarillas, cayendo al suelo. Maldición, otra gema perdida... Pero no es momento para andar lamentándose esa pérdida. Sigo corriendo.

De repente, aquellas mismas lucecitas, pero de color rojo, con las que ya estoy tan encariñado, comienzan a emerger de mí y a recorrer todo mi cuerpo, para después juntarse todas en la mano que sostiene mi bolsillo con todas las gemas. Finalmente, pasa a formar parte de todas esas, la preciada gema roja, de nuevo. ¡Sí! ¡Perfecto! Sabía que esto iba a funcionar. Una sonrisa de satisfacción se dibuja inevitablemente en mi rostro, aún mientras corro. Ahora sólo me queda librarme de esta cosa para seguir vivo...

Sigo corriendo, sigo corriendo... Puedo sentir cómo de mí también se apodera lo mismo que conforma a Skiurlaub: el instinto... Instinto de supervivencia. Todos los sentidos primitivos pasan a tomar el lugar de la sensatez racional. Pero huyo de la muerte antes de ese sentimiento.

Un río de lava se interpone en mi camino. Ok, piensa rápido, no hay tiempo para detenerme a analizar cómo pasaré al otro lado. Me voy acercando rápidamente, y conforme lo hago me voy dando cuenta de que su caudal es demasiado largo como para que logre pasar al otro lado de un brinco. Maldición. Si esta cosa no me mata, moriré quemado aquí. Me acerco cada vez más, cada vez más... Hasta que llego a la orilla. De pronto, sin pensarlo, doy un salto como jamás lo he hecho, para caer directamente en una pequeña roca que sobresale de entre la lava. Con la misma inercia del salto, me aviento de nuevo para finalmente llegar del otro lado del río de lava. Me resbalo un poco, pero después sigo corriendo sin problemas. Mi razón regresa, percatándome de lo que acabo de hacer. La satisfacción invade mi cuerpo, la satisfacción de seguir vivo.

La Esencia de la VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora