Presente
Donovan me encargó que cuidara Gerald -o sea, Gerardo- la tarde de hoy. No es que vaya a estar ocupado o algo así, ni él ni su esposa. Es sólo que estoy tanto tiempo con ellos, que la convivencia que he tenido con su hijo lo ha vuelto prácticamente de la familia. Y he de decir, nos llevamos muy bien. No debería, pero soy su compañero de travesuras. Y lo mejor es que nadie sospecha de mí.
Entramos al parque, a aquel parque que tantos recuerdos me trae.
-¿A dónde vamos, tío Julian? -Me pregunta.
-Hoy vamos a ir a un lugar muy especial para mí. Es un parque muy bonito, donde hay muchos lugares donde podemos jugar.
-Oh... -Se queda pensando. -¿Y por qué es especial?
Volteo a verlo y sonrío.
-Porque me trae buenos recuerdos.
Continuamos caminando. Normalmente, el pequeño está haciéndome preguntas todo el tiempo. Pero me da mucho gusto darme cuenta de que, al igual que yo, está observando su entorno, disfrutando con calma de la caminata.
Entonces, llegamos a ese lugar tan especial, a dónde quería llegar. El árbol de maple, que planté junto con Sam hace 11 años, para recordarme que siempre estará conmigo... Ha crecido mucho desde que lo pusimos. Aún lo recuerdo como si hubiera sido ayer... Era tan pequeño y tan frágil. Ahora es todo un maple, hecho y derecho, con un montón de hojas rojas, cayéndose esporádicamente debido a la llegada del otoño. Bajo la luz de la puesta de Sol, que apenas se abre paso, se ve aún más hermoso, tal y como lo recuerdo de cuando apenas era un retoño...
Me acerco lentamente a él. Lo observo, lo siento, lo acaricio. Entonces, me siento tranquilo, recargado en él, quedando de frente a la hermosa puesta del Sol que avanza constantemente, dándole una coloración entre dorada y anaranjada a todo el paisaje que veo desde aquí, en el borde del risco. El pequeño Gerald me sigue la corriente, sentándose también, al mi lado, aunque algo confundido. Se nota que no lo hace por la misma razón que yo, sino sólo porque yo lo hice. Cierro los ojos, permitiéndome sentir todo a mi alrededor sin tener que verlo: los cálidos rayos del Sol, cada vez más tenues, el fresco viento de verano, el sonido de las hojas moverse, algunas cayendo sobre el pasto, y el sonido de los pájaros, revoloteando y alborotando más las hojas de algunos árboles. Suspiro. Me siento feliz, me siento en paz...
-¿Por qué cierras los ojos? -Me pregunta Gerald.
-Estoy reflexionando.
-¿Y por qué lo haces ahora?
-Es una forma de viajar a mi propia mente.
-Ah. -Voltea la mirada, confundido. -¿Y eso de qué te sirve ahora?
Me río.
-Haces muchas preguntas, pequeño Gerald, por eso me caes bien. Nunca dejes de hacerlo.
Nuestras voces cesan otra vez, dándole paso sólo a los sonidos de la naturaleza que nos rodea. El pequeño Gerald aún sigue observando su entorno, con cierta expresión de asombro en su rostro.
-Tío Julian... -Rompe finalmente nuestro silencio.
-¿Qué pasó?
-... ¿Por qué vinimos aquí?
Sonrío ampliamente, acompañado de una ligera risa proveniente del corazón, recordando en un solo instante todas las cosas que me pasaron durante lo que según los médicos fueron dos semanas, pero yo lo sentí como mi eternidad. Y no por malo, sino por lo que implicó. Y eso, me hace recordar también cómo es que llegué ahí, aunque ni si quiera yo mismo he podido terminar de responderme esa pregunta.
Volteo a ver al pequeño Gerald, aún con una sonrisa en mi rostro. Él me mira, expectante, esperando a que le responda.
-Ven, te voy a contar una historia...

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La Esencia de la Vida
SpiritualUna familia que me quiere mucho, con buen nivel económico, la oportunidad de estudiar en las mejores escuelas del país donde vivo, y muchos amigos. ¿Qué más podía pedir? La estabilidad rodeaba todos los aspectos de mi vida. Estaba acostumbrado a que...