18

24 6 0
                                    

Sigo inmóvil, aún tratando de asimilar todo lo que acabo de ver, tanto dentro de esa espantosa cueva, como la gema que acaba de formarse a mis pies, de manera tan extraña. Comienzo a pensar, que tal vez después de todo la naturaleza aquí sí sea un tanto diferente a la que estoy acostumbrado. Dios mío, aún me pregunto qué demonios estoy haciendo aquí, ¿cómo rayos vine a acabar en este lugar?

-Wow. -Me sobresalta una voz cerca de mí. -Qué agallas para haber entrado ahí.

Volteo. Es un joven, con el cabello negro y la piel color moreno claro. Hasta que por fin veo a alguien que se ve decentemente humano aquí que no sea ese viejito desesperante.

-Me han retado varias veces a entrar, -continúa -pero nunca llego más lejos de los tres metros de longitud. Debes tener nervios de acero para haberte adentrado hasta los confines más oscuros de la Cueva de los Miedos.

Frunzo el ceño, viéndolo.

-... ¿Cueva de los miedos? ¿A qué te refieres?

-Yo nunca me he adentrado tanto ahí, nunca puedo soportarlo. Pero Dialixer dice que quienquiera que se atreva a ir más allá de donde la luz ilumina sus pasos, experimenta en vida sus peores miedos; por más irreales que parezcan ser, la energía de la cueva se encargará de hacerlos realidad.

-Aguarda. -Lo interrumpo. -¿Conoces a Dialixer?

Hace expresión de obviedad.

-Claro. Es el más sabio de por aquí, todo el mundo lo conoce. En mi caso, él no sólo es como mi maestro, sino también como mi tutor. Es él quien nos crió, nos cuidó y nos educó tanto a mí como a mi hermana, y ahora lo ayudamos a mantener el balance entre lo oscuro y lo claro.

No le digo más. Me quedo mirándolo, con cara de confundido. Este lugar me trae más cosas que asimilar más rápido de lo que asimilo las anteriores.

-Ah, soy Haadok, por cierto. -Me estrecha la mano.

-... Julian... -Le devuelvo el gesto.

¿Qué rayos tienen aquí con los nombres raros?

-Y... ¿Qué hacías metido ahí dentro?

-Ah, lo que pasa es que tengo una especie de "misión" que me asignó precisamente Dialixer hace unas horas. Verás, no sé si ya lo hayas notado, pero yo no soy de aquí, necesito volver al lugar de donde vengo. Pero, según Dialixer, sólo podré hacerlo si consigo siete gemas...

-¿Siete gemas? Pfff. ¡De esas hay por todas partes! -Sí, eso parecen decir todos aquí. -Conozco un lugar donde todo el tiempo aparecen, miles de ellas. Siete pasarán a ser pocas comparado con todas las que verás ahí.

Lo que me dice me alienta. Si es así, parece ser que podré regresar en verdad mucho más rápido de lo que estimé.

-¿En serio?

-¡Sí! Ven, acompáñame. Te llevaré a donde es.

Lo sigo. Por algún motivo, éste me da más confianza que el viejito. A lo mejor y es porque simplemente me cayó mejor.

Recorremos un largo tramo de bosque. Hasta que, en un punto de nuestro avance, comienza a volverse bastante diferente: la vegetación empieza a ser cada vez más escasa, la luminiscencia fluorescente va desapareciendo poco a poco; el entorno en general va perdiendo color para convertirse en un ambiente lleno de tonalidades oscuras, en escala de grises. Poco después, incluso comenzamos a pasar al lado de pequeños ríos de algo que parece ser lava. Qué contraste tan radical. Y ni si quiera fue tan paulatino el cambio; en realidad, fue casi de golpe. Ahora lo entiendo: este debe ser ese lado de energía oscura al que se refería Dialixer.

La Esencia de la VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora